Por Antonella Álvarez Dazzi

Flavia Massenzio recorre una de las oficinas de la Defensoría del Pueblo de la ciudad de Buenos Aires en dirección a una mesa con dos sillas donde se realizará la charla. Mientras sostiene su taza con café y se acomoda en su asiento, afirma de manera apasionada que desde chica le gustaba defender a las personas, y que por eso vino a Buenos Aires a estudiar abogacía.

Nacida en la localidad bonaerense de General Belgrano, a los 48 años recuerda todas las enseñanzas que le dejó su llegada a la ciudad, sobre todo en cuanto a su orientación sexual. “Cuando supe que me gustaban las mujeres, me sentí más libre acá que en mi pueblo, porque allá es un antes y después del matrimonio igualitario. Nunca había escuchado las palabras lesbiana, feminismo ni patriarcado. Todo esto lo aprendí gracias a la militancia social y a las primeras organizaciones que me crucé, como La Fulana”.

Además de abogada, Massenzio es docente de Periodismo en la Universidad de La Plata y en el Instituto de Derechos Humanos Madres de Plaza de Mayo. Hace 18 años forma parte de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans en distintas áreas, desde la coordinación de las acciones de disputa estratégica por identidad de género hasta estar a cargo de la Secretaría de Asuntos Jurídicos.

Llegó a la Federación en 2005, luego de presenciar una charla sobre la importancia del matrimonio igualitario de la primera presidenta de la entidad, la dirigente social María Rachid. “Yo había atravesado toda la carrera sin hablar nunca de la posibilidad de que se casen dos personas del mismo sexo, eran así de invisibles nuestros derechos. Es más, en ese entonces, solo Holanda y Bélgica lo consideraban, y cuando estuve en esa charla me di cuenta de que debía ayudar. Entré cuando pidieron abogados para una campaña de amparos a favor de los casamientos. Desde ese día nunca más me fui”, dice la actual presidenta de la organización, quien lo que más destaca del espacio son los valores federales y de respeto.

-Según los informes del Observatorio de la Federación, entre 2016 y 2022 la población de mujeres trans fue la principal víctima de los crímenes de odio. Son agredidas por sus clientes en el marco de la prostitución, por las fuerzas de seguridad y por personas de su entorno más cercano, como parientes, parejas o ex parejas. ¿Cómo se podría mejorar esa situación?
-Es una realidad que existe un ideario al pensar en mujeres trans como simples trabajadoras sexuales. A las trans no se las imagina ni en la infancia ni en la vejez. Tampoco se las representa trabajando detrás de un mostrador. Entonces, tenemos que seguir luchando fuertemente para desmontar ese sentido común y que entendamos la necesidad. La Argentina tiene matrimonio igualitario, una ley de identidad de género que incluye un DNI no binario, una ley de reproducción médicamente asistida y crímenes de odio que tienen la prohibición de las terapias de reconversión. A nivel internacional, somos uno de los países con mayores estándares de derechos humanos, pero esta igualdad legal no se condice con la igualdad real. Como necesitamos tener evidencia, en 2016 creamos el Observatorio de crímenes de odio, donde realizamos informes sobre las situaciones de violencia que sufren las personas de la comunidad LGBT para visibilizarlas ante la sociedad y buscar un cambio.

-A la marcha del orgullo del último 4 de noviembre asistieron entre 1,5 y dos millones de personas, según el Gobierno de la Ciudad, y la consigna principal fue “Ni un ajuste más ni un derecho menos, Ley Antidiscriminatoria, Ley Integral Trans ya, frenemos a les antiderechos”. Además, el último informe del Observatorio asegura que hubo 129 crímenes de odio en 2022.
-Tanto para la Federación Argentina LGBT como para ATTTA (la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina) es necesaria una ley que trabaje integralmente con la población trans para revertir la desigualdad estructural de tantos años de marginalidad. También, trabajar una política específica y que cada proyecto de Desarrollo Social sobre planes de vivienda, además de pensar en mujeres solteras con hijos y en personas con discapacidad, también piense en este segmento de la población que hoy tiene una expectativa de vida de 35 o 40 años. Los derechos alcanzados nos sirven para seguir creciendo.

Más de un millón y medio de personas fueron a la última marcha del orgullo en Buenos Aires.

-Como presidenta de la Federación has vivenciado distintas situaciones de violencia, discriminación y hasta crímenes hacia la comunidad trans. ¿De qué manera llegás a esas historias y cómo hacés para separar tus sentimientos y centrarte solo en la manera de resolver los casos?
-No creo que los separe sino que, por experiencia, los utilizo para buscar la mejor manera de encontrar justicia. Recibimos información a través de medios de comunicación o de denuncias derivadas de las defensorías. Otras veces nos escriben directamente a algunas de las referentes y vamos haciendo una sistematización que después se transforma en el informe. La mayoría de las veces no vamos a buscarlas, sino que lastimosamente nos llegan. Recalco ese adjetivo porque me da lástima que todavía ocurran estos hechos y que los datos no mejoren con los años. Hay mucha crueldad en algunos crímenes hacia las personas trans, una brutalidad hacia la construcción identitaria y los cuerpos muy fuerte, que vuelve imposible que no te sensibilice. Por más que trate todo los días con estos casos, todavía me afecta el ensañamiento con las víctimas, la crueldad con que asesinan y violentan los cuerpos de la comunidad trans. Esta situación de pura violencia y discriminación no hace diferencias, le puede pasar a una persona desconocida, como así también a activistas que luchan día a día para mejorar este panorama.

-Como el caso de Diana Zoe López García, la referente del Hotel Gondolín, recuperado, en Villa Crespo, que alojaba a travestis y trans y fue asesinada por su pareja.
-Exactamente, lo de Zoe me impactó profundamente porque nos conocíamos hacía mucho tiempo, militamos juntas y hablábamos prácticamente todas las semanas. Además, soy abogada y la Federación también acompañaba un montón de articulaciones con la asociación civil Gondolín. Su asesinato es uno de los tantos transfemicidios que siguen en trámite de investigación. Su pareja la apuñaló hasta matarla y luego llamó al 911 para comunicarlo. Así como este caso hay miles en el país. La brutalidad es la característica en común de cada situación reflejada en los registros de estos crímenes de odio.

Massenzio en una de las marchas.

– La ley 23.592 de Actos Discriminatorios no contempla en el Código Penal los delitos contra el colectivo LGBTIQ+ debido a que ni la orientación sexual, la identidad y la expresión de género están incluidas como pretextos discriminatorios. ¿Cuáles creés que son las cuestiones legales que no ayudan a que la violencia termine?
-Esa reforma es la única ley que tenemos en la Argentina contra la discriminación. De hecho, es la que utiliza el INADI, pero tiene el problema de que se estableció en 1988, por lo que, aunque sea lo único que tenemos, por contexto y paso del tiempo no nos sirve en su totalidad. Por eso tenemos un proyecto de ley antidiscriminatoria, presentado desde 2012 en el Congreso, que sigue siendo un reclamo histórico para que podamos tener esa perspectiva dentro de los pretextos discriminatorios. Si bien no está en el Código Penal, sí están tipificados los crímenes de odio motivados por orientación sexual e identidad de género, que se pueden encontrar en el inciso 4 del artículo 80 del Código Penal. Eso sí nos sirve.

¿Qué falta?
-Un montón de información, capacitación y sobre todo sensibilización. Por ejemplo, cuando empezamos a contar estas historias, me gusta hablar con realidades porque creo que todos se comprende más. Es muy diferente a sentarme y enumerar artículos del Código Penal; prefiero contar lo que pasó y ponerle cara a un hecho. Por eso hacemos muchas acciones judiciales también. La visibilidad es la mejor forma de derribar prejuicios. Me gustaría que todo se centrara en la información, la sensibilización y la capacitación. Para eso hay un montón de espacios, organizaciones y activistas que estamos dispuestos a seguir trabajando para la construcción de un sentido común más igualitaria.