Por Agustina Cabello y Martina Sánchez Vera

En la esquina de Mitre y Ecuador, enfrente de la Plaza Miserere, se distinguen un mural y un pasaje llamativo. Y es que a metros de allí ocurrió, el 30 de diciembre de 2004, el incendio del boliche Cromañón durante un recital de la banda Callejeros, en el que murieron 194 personas y otras 1.432 terminaron heridas.

Los zapatos colgando y las fotos de las víctimas acompañadas con sus edades son lo que más conmueve y llama la atención de quienes visitan el espacio. Murales, retratos, obras que representan manos, fuego y corazones. Todos esos elementos se reúnen junto a frases como “Maldita noche eterna”, “Justicia y memoria” y “Te vas sin zapatillas, pero no te vas solo”.

Uno de los murales retrata un incendio del que escapan víctimas, sobrevivientes, familiares y amigos, además de víctimas de otros hechos con desenlace fatal, como los trabajadores fallecidos en el derrumbe de la mina de Río Turbio, también en 2004, y Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, asesinados en el Puente Pueyrredón por la Policía Bonaerense en 2002.

Todos en el mural señalan explícitamente al por entonces presidente Néstor Kirchner, Aníbal Ibarra (jefe de gobierno porteño en esa época), Omar Chabán (gerente de Cromañón), Juan José Álvarez (secretario de Seguridad) y el ex presidente Eduardo Duhalde.

El objetivo es remarcar que la clase dominante es culpable no solo de Cromañón, sino de todas las masacres recientes y pasadas que se pretenden catalogar como “accidentes” o “tragedias”, según cuentan las organizaciones políticas que formaron parte del armado del mural.

La energía que se siente es muy fuerte y vale la pena quedarse unos minutos reflexionando.