Por E. Danesi, B. Grappa, A. Cabrera y D. Galarza
La audiencia del 19 de julio de 1985 del Juicio a las Juntas Militares se caracterizó por los diversos testimonios acerca del caso mundialmente conocido como “las monjas francesas“, Léonie Duquet y Alice Domon, secuestradas el 8 de diciembre de 1977 en la Iglesia de la Santa Cruz, en el barrio porteño de San Cristóbal, por un grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). María del Rosario Carballeda de Cerruti fue la primera en declarar ante el Tribunal Federal Penal sobre los secuestros y la participación encubierta en el operativo de Alfredo Astiz, bajo la identidad falsa de Gustavo Julio Niño.
“Astiz hacía tareas de inteligencia y controlaba en especial a Azucena Villaflor“ –fundadora de Madres de Plaza de Mayo, secuestrada junto a otras compañeras en el marco del mismo operativo–, aseguró Carballeda de Cerruti. “Las Madres estábamos muy inquietas, queríamos hacer cosas, no hablar”, declaró sobre el encuentro de ese día en la iglesia. “Yo vi cómo se llevaron a Esther de Careaga y María Ponce de Bianco. Sentí el mismo terror que cuando se llevaron a mi hijo“, afirmó.
Luego fue el turno del testimonio de Beatriz Aicardi de Neuhaus quien sumó detalles sobre esa tarde. Señaló que, luego de ver cómo se llevaban a sus compañeras, preguntó a los hombres de civil encargados del operativo el motivo de la detención. La respuesta que obtuvo fue que las llevaban “por drogadictas”. “No se llevaron a más porque no había lugar”, detalló la testigo, quien ante la consulta del Tribunal sobre la presencia policial en el lugar respondió que “no había un solo agente ese día, estaba todo planificado”.
El tercero en declarar fue el religioso Federico Richards, quien aseguró haber hecho gestiones por personas desaparecidas ante la Nunciatura y el vicario castrense. También afirmó que en 1977 ya había 2.500 casos registrados de personas desaparecidas. “En la Nunciatura semanalmente elevaban al Ministerio del Interior una lista de personas desaparecidas”, precisó.
El testimonio siguiente fue el del párroco responsable de la iglesia de la Santa Cruz, Mateo Perdía, quien declaró haber estado en el extranjero durante el operativo. Cuando el fiscal adjunto Luis Moreno Ocampo preguntó si había realizado algún tipo de gestión para conocer el paradero de las personas secuestradas, el sacerdote respondió no haber hecho ninguna.
Más tarde habló el representante legal del Colegio Santa Cruz y teniente de esa parroquia, Santiago O’Leary: “Llamé a la comisaría 20 y me contestaron que no habían hecho ninguna clase de detención ni habían intervenido para nada”, aseguró. El párroco negó haber hecho algún tipo de gestión además del llamado a la comisaría y explicó que desconocía al grupo de Madres que se reunía todos los jueves en la parroquia.
Esteban Mango era un niño de 12 años en el momento del operativo, pero aportó su punto de vista como testigo presencial del hecho. “Lo que más me impresionó fue el movimiento de gente y las armas”, sostuvo.
El último testimonio sobre el caso lo brindó Gustavo Niño. Aunque su nombre figuraba en la solicitada que se publicó en el diario La Nación el 10 de diciembre, el testigo aclaró que se encontraba en Estados Unidos en el momento en que fue firmada. Asimismo, varios de los declarantes de la jornada coincidieron en que la identidad de Niño fue utilizada por el entonces capitán Alfredo Astiz para infiltrarse en el grupo como hermano de un desaparecido.
Por su parte, la periodista Lila Pastoriza fue la última en presentar su testimonio ante la audiencia y aportó al Tribunal detalles de su cautiverio en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA): “Al bajar del colectivo, inmediatamente sentí cómo alguien se abalanzó sobre mí. Me tiraron al suelo, me golpearon y me subieron a una camioneta”, describió sobre el momento de su detención, el 15 de junio de 1977.