Por María Sol Vega
¿Cómo se enfrenta un pasado que, de repente, se ve con otros ojos? Camaleón, la miniserie argentina de Disney+ protagonizada por Eugenia “la China” Suárez y Pablo Echarri, profundiza en el vínculo entre una mujer adulta y el hombre que la manipuló cuando era menor de edad. A lo largo de seis episodios, la historia sigue a Sabrina, una periodista que, después de años, se encuentra nuevamente con Salvador, un reconocido artista que dejó una marca profunda en su adolescencia. Este reencuentro la obliga a mirar atrás desde una nueva perspectiva y enfrentar una dolorosa verdad: un abuso disfrazado de amor.
Lejos de adoptar el formato de un thriller judicial o sensacionalista, Camaleón aborda las complejidades del abuso en relaciones donde existe una gran diferencia de edad. La serie explora las zonas grises de estos vínculos, en los que lo que parece afecto se convierte en manipulación emocional. ¿Cómo se crea una historia sobre un tema tan delicado? Las guionistas de Camaleón, Marcela Guerty y Pamela Rementería, hablaron con Publicable sobre cómo nació la idea, el proceso de escritura y la importancia de generar un diálogo sobre estos temas que deben ser discutidos.
―¿Cómo surgió la idea de Camaleón?
Pamela Rementería: -Fue a partir de una noticia breve que nos compartió nuestra representante: una mujer policía en Brasil había arrestado a su abusador. Ese fue apenas un disparador que nos inspiró a escribir una historia completamente original. En ese momento, estábamos trabajando en otro proyecto con Disney+ que se suspendió, y cuando nos preguntaron si teníamos algo más para proponerles, les llevamos esta idea. A partir de allí, comenzamos a trabajar durante un año con ellos para darle forma a la serie.
Marcela Guerty: -Lo que nos interesó especialmente fue abordar el abuso desde una perspectiva cercana, mostrando cómo puede manifestarse en diversos ámbitos de la vida y en distintas formas: física y psicológica. Queríamos centrarnos en esos vínculos en los que el abuso se vuelve tan ambiguo que es difícil de identificar. La noticia original era sólo un hecho aislado, pero nos permitió crear una trama mucho más compleja y profunda.
―¿Por qué eligieron el formato de miniserie?
P.R.: -Al principio, teníamos en mente que la serie tendría ocho capítulos, pero a medida que fuimos desarrollando la trama, nos dimos cuenta de que la historia tenía un ritmo muy claro que no necesitaba ser alargado. Optamos por trabajar con capítulos más breves, lo que nos permitió no estar presionadas por la necesidad de estirar las escenas para cumplir con una duración específica. Al final, decidimos que fueran seis episodios, y fue una elección acertada, porque respetó lo que la historia realmente pedía. Cada capítulo tiene su propio tempo, y la narrativa avanza con fluidez, lo que hace que la transición de un episodio al siguiente se sienta natural y dinámica.
―¿Cómo lograron abordar este tema tan sensible sin caer en el morbo?
M.G.: -El principal objetivo fue que la serie fuera lo más real posible. Mantener ciertos límites fue fundamental, porque si cruzábamos esa línea, podríamos haber caído en una trama policial y perder el impacto emocional que queríamos generar. La clave estuvo en explorar esa zona ambigua donde el abuso se entrelaza con lo que parece ser consentimiento. Para lograr esto, fue esencial el trabajo en conjunto con Disney+ y con la directora, Natalia Garagiola. Su sensibilidad nos permitió traducir visualmente lo que habíamos escrito, sin recurrir a la exageración o subrayar innecesariamente, ofreciendo una mirada precisa y respetuosa sobre el tema.
―¿Cómo se construyeron los personajes de Sabrina y Salvador?
M.G.: -Salvador fue pensado como un manipulador, alguien que ejerce control sobre todos los que lo rodean: sus víctimas, su hija, su esposa. Esa capacidad de manipulación en distintos planos fue clave para construir su personalidad. Además, que fuera artista plástico fue algo que pensamos desde el inicio, ya que este rol le permitía poner a las mujeres en una posición de seducción, que rozaba los límites de lo socialmente aceptable. Audiovisualmente, esta característica también sumaba mucho a su representación.
P.R.: -En cuanto a Sabrina, la idea era crear a una mujer rota que, a pesar de sus esfuerzos por seguir adelante, lleva consigo una herida profunda que nunca terminó de sanar. Cuando ese pasado regresa, ella se ve desbordada, pero ahora tiene las herramientas necesarias para enfrentarlo de una manera diferente. Lo que queríamos explorar era su proceso de transformación: no sólo busca sanar su propia herida, sino también ayudar a las nuevas víctimas, trayendo consigo una fortaleza y un enfoque distinto sobre lo que le tocó vivir.
―¿Cuál fue el mayor desafío como guionistas de la serie?
M.G.: -Diría que el mayor reto fue construir la ambigüedad a lo largo de toda la historia. Aunque en una trama como esta los giros y los secretos son fundamentales, lo más complejo fue enfocarnos en el desarrollo emocional de los protagonistas. Nuestro objetivo era que sus emociones fueran reales, reflejando con fidelidad lo que vivían, sin perder la profundidad y el impacto que queríamos transmitir.
―¿Qué buscan generar con una serie como esta?
P.R.: -Creemos que esta serie abre una conversación fundamental. No intentamos dar respuestas cerradas, sino visibilizar una realidad que, muchas veces, permanece en silencio. Como autora, mi deseo es que quienes se vean reflejados en situaciones similares puedan reconocerlas y, a partir de ahí, se animen a hablar, a poner en palabras lo que han vivido. Lo más importante es abrir un espacio para el diálogo, para que se hable en casa, entre amigos, con uno mismo.
M.G.: Es esencial que esa apertura al diálogo también provenga de quienes creamos los contenidos, pero también de quienes los producen y los llevan al público. Necesitamos relatos que reflejen nuestra realidad, especialmente la de las mujeres. Estos temas nos afectan a lo largo de toda la vida, y visibilizarlos es un primer paso crucial. La serie lo hace de manera accesible, con una narrativa cuidada y actuaciones poderosas, lo que permite que muchas personas se sientan identificadas. Lo más importante es poder hablar, construir vínculos más sanos y romper el silencio que, en ocasiones, acompaña al abuso. Si la serie logra generar reflexión tanto en las víctimas como en aquellos que aún minimizan o juzgan estas situaciones, ya estaremos dando un paso gigante.
Las guionistas coinciden en que Camaleón no sólo fue un proyecto desafiante a nivel creativo, sino también profundamente movilizador en lo personal. Rementería resume: “Me encantó. La dirección es increíble, la música es fantástica y los actores desarrollaron una historia profunda, con personajes que evolucionan, que no permanecen estáticos, sino que se transforman por las situaciones que atraviesan. Fue un año de trabajo hermoso”. Guerty comparte el sentimiento: “Es uno de los mejores proyectos en los que he estado involucrada”. “Humanamente, fue muy hermoso poder hablar de temas que nos atraviesan, desde una historia protagonizada por mujeres. Eso también es lo que hace especial a Camaleón”, concluye Rementería.