Por Luciana Agustina García
Trecientas noventa y siete personas fueron asesinadas por el aparato represivo estatal en 2020, según datos de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI). Para María del Carmen Verdú, coordinadora y militante de CORREPI, activista antirrepresión y abogada, en el sistema capitalista las Fuerzas de Seguridad existen para mantener el status quo, y “el que es definido como el enemigo interno, que es el peligroso, siempre va a ser el mapuche, el pibe de gorrita, o el subversivo internacional, según la etapa y lo que convenga en el momento”.
—El cumplimiento de las medidas de aislamiento durante la pandemia fue y es controlado por las fuerzas de seguridad. Sin embargo, CORREPI postula: “Del virus y de la represión nos cuidamos todos”. ¿Por qué, si está restringida la circulación, no disminuyó el número de víctimas de la represión?
—Nosotros pensábamos eso mismo: “La disminución abrupta de la circulación va a bajar el gatillo fácil por falta de blancos móviles en la calle”. Sin embargo, la decisión del Gobierno Nacional, seguida por los gobiernos provinciales y de la Ciudad de poner esto en manos de las fuerzas de seguridad, nos expuso a un doble peligro. El punto es que, cuando vos ampliás las facultades de las fuerzas de seguridad, estás abriendo la puerta a que la represión suceda, lo quieras o no. Porque ahora, en lugar de detenerme en la calle porque tengo pinta de sospechosa, le estoy agregando un nuevo elemento: estar circulando fuera del horario o lugar permitido. Entonces, al darle esa nueva facultad, vos mismo —y ese “vos” es el Estado—, estás abriendo esa puerta. O te mata el virus porque tenés que salir a hacer la diaria, o te agarra la policía y caga a palos o mata porque tratás de llevar el plato de comida a tu casa…
—En 1983 se registró un caso de violencia policial e institucional, mientras que hasta noviembre de 2020 había 397. ¿Cómo se explica que la represión estatal crezca proporcionalmente al rechazo de la sociedad hacia ello?
—Es muy concreto, en el 80’ y el 90’ CORREPI tenía que discutir que el gatillo fácil existía. La primera pregunta que nos hacía un periodista era: “¿Qué hacía el pibe en el camino de la bala?”. Es cierto que a partir de la lucha organizada, la denuncia permanente y la visibilización, se logró una percepción social diferente, pero no es universal. En cualquier medio de comunicación masivo hegemónico vas a leer títulos como “Policía abatió motochorro”. Nunca es una persona. Después leés la nota y, a lo mejor, te enterás de que no hay armas secuestradas, o que el tiro fue por la espalda. Los medios son la caja de resonancia y de amplificación del discurso dominante que se impone para legitimar la represión.
—El filósofo francés Michel Foucault decía: “Es necesario que existan delincuentes y criminales para que la población acepte a la policía”.
—Tal cual. Antes el orden se mantenía de otras formas, no con una fuerza civil armada, que es la definición de “policía”. Entonces, sí, la función de las Fuerzas es mantener un orden interno que garantice la gobernabilidad, en un sistema basado en la opresión y la explotación. No hay abusos, no hay excesos, lo que hay es una política de Estado. En los barrios escuchás a la gente que dice “qué inseguridad que hay, busquemos más policías”. Sin embargo, los problemas de inseguridad que los aquejan son culpa de la policía. Al narco del barrio lo protegen de la brigada, al prostituyente lo ampara el servicio de calle, y los narcos, así como los que reclutan a los pibes para afanar, son ellos.