Por Pablo Sarena
En 1986, mientras Argentina esperaba la llegada del mundial de fútbol de México, Mariano Ribas estaba en otra sintonía. Desde la terraza de la casa de su abuela en el barrio de Palermo, se quedaba noches enteras mirando el cielo, en busca del cometa Halley. “Desde fines de febrero hasta principios de abril, iba con unos mapas celestes y un pequeño telescopio de juguete que mi abuela me había regalado para buscar el cometa. No fue fácil. Debí aprender algunas constelaciones para identificar el recorrido que hacía noche tras noche. Era un punto muy débil en el cielo, no era levantar la cabeza y verlo pasar así como así”, recuerda 35 años después.
Empezó con la astrofotografía en 1995: “Me compré una cámara reflex y un telescopio aceptable y comencé a sacarle fotos a los eclipses, a la luna, todo a un nivel muy básico”. Tenía 25 años y estaba por recibirse de licenciado en Comunicación Social. En los años siguientes, escribió sobre astronomía en el suplemento Futuro del diario Página 12, publicó siete libros y desde el 2000 es jefe del Área de Divulgación Científica del Planetario Galileo Galilei.
—¿Existen varios niveles para sacar fotografías astronómicas?
—Exacto. A mí me gusta separarla en niveles. El primer umbral es lo que se llama “fotografía paisaje nocturno”. Se trata de tener una cámara en un trípode y sacarle, por ejemplo, a un árbol y a la vía láctea, que de hecho es algo que hoy está muy de moda en determinadas redes sociales. Mucha gente le saca fotos a un molino o a un lago con la vía láctea de fondo, y eso no sólo se trata de una fotografía astronómica, que de por sí son muy bonitas, sino que tampoco se necesita demasiado conocimiento para poder hacerlas. Ésta es la puerta de entrada. El otro nivel sería sacarle fotos, por ejemplo, a la luna, pero con un potente teleobjetivo. Se trata de un dispositivo de forma tubular que se coloca en el lente de la cámara y puede acercar el objetivo hasta 300 veces o más. Al tomar fotografías con este tipo de aparatos, la luna se puede observar de forma muy nítida y con muchísimos detalles que con una cámara sin teleobjetivos sería imposible de realizar. Y como último nivel está lo que se llama “fotografía de espacio profundo”. Esta categoría es fotografiar a objetos que se encuentran más allá del sistema solar.
—En tu último libro, “Crónicas del Cielo y la Tierra”, hay una fotografía de tu autoría de las Pléyades. ¿Cómo es el proceso para realizar esas fotografías?
—Así es. Esta categoría es muy demandante ya que se requiere de un considerable conocimiento astronómico, saber manejar muy bien los equipos fotográficos, dominar algunos softwares para la edición y, por sobre todo, mucha paciencia. Son fotografías de muy larga exposición. En el caso de la fotografía de las Pléyades [NdR:se trata del cúmulo estelar ubicado en la constelación de Tauro que mejor se ve a simple vista en el cielo nocturno] que está en mi libro, se trata de 80 fotos de un minuto. Esto significa que cada disparo que hacía duraba un minuto. En total fueron una hora y veinte minutos haciendo lo mismo. Luego esas 80 fotografías las bajé a una computadora, las revisé y me encontré con que había 16 fotos que no servían, ya sea porque al momento de ese disparo pasó un satélite o una mosca pasó delante del lente. Así que de las 80 fotos realizadas sólo me sirvieron 64. Una vez realizado este filtro se usa un programa de “apilado de fotos” que transforma esas 64 fotografías en una sola. Este resultado es superior a cualquier foto individual.
—¿Influye la contaminación lumínica de la ciudad al momento de sacar fotografías astronómicas?
—Si le vas a sacar a objetos muy luminosos, como por ejemplo la luna, Saturno o Venus, no va a afectar. Sacarle una foto a la luna acá en la ciudad como en el campo es lo mismo. El problema está en las fotografías de “cielo profundo”. Si querés sacarle a las Pléyades o a la nebulosa de Orión, cuando el cielo de la ciudad brilla más que el objeto se forma como una “cortina” de luz, producto de la contaminación lumínica y eso se va ver en el resultado final. No es que no se pueda hacer una fotografía de cielo profundo en la ciudad, pero el resultado será muy inferior si se compara con una foto realizada en el campo, donde la contaminación lumínica es muy poca.
—Tanto la tierra como los objetos estelares están en constante movimiento. ¿Como se hace para lograr que los objetivos salgan quietos en la fotografía y no movidos realizando exposiciones tan largas?
—Para lograr eso se utiliza otro dispositivo óptico que va colocado en lo que se llama montura ecuatorial. Se trata de un trípode con un aparato motorizado que copia el movimiento del cielo. Apuntado, orientado e inclinado al objeto que queremos fotografiar, al momento de realizar el disparo, este dispositivo persigue al objetivo a la par. Con conocimiento y práctica de todos estos dispositivos se pueden obtener fotografías excelentes.
—¿Y tenés alguna foto que sea tu favorita?
—Sí, tengo dos. La primera fue el 24 de marzo de 1996 y le saqué al cometa Hyakutake con tecnología de la época en una isla del delta de Entre Ríos. La montura ecuatorial era yo mismo que movía el telescopio de manera manual y con una cámara arriba del mismo. Estuve dos horas sacando fotos y algunas de esas fotos salieron muy bien. La otra es del 14 de diciembre de 2020 en el eclipse de sol de la Patagonia. Viajé junto con mi hermano y mi hijo a una pequeña localidad de Río Negro llamada Valcheta. El cielo estaba nublado y llovía. Pero un ratito antes de concretarse el eclipse total, como por arte de magia el cielo se abrió justo donde estaba el sol, y logré tomar muchas fotos. Una de esas fotos fue la Foto Astronómica del Día (APOD en sus siglas en inglés), o sea, la mejor foto del mundo por la NASA publicada el día 18 de ese mismo mes. Tan sólo por eso y también por toda la carga emotiva que fue el largo viaje y los contratiempos climatológicos, es de mis fotos favoritas. Haber sido el autor de la mejor foto del mundo fue un orgullo enorme.
—¿Qué consejos le darías a una persona que quiera iniciarse en astrofotografía?
—A la astrofotografía me gusta definirla como una disciplina que es ciencia, técnica y arte, en el orden que quieras. Mi consejo es que se necesita saber un poco de fotografía y bastante de astronomía para poder entender la lógica del cielo, para saber, no sólo que objetos elegir, sino para saber cuales son los buenos momentos. Y por sobre todo, disfrutarlo.