Por Marco Palazzo
El conflicto turco-armenio no es una cuestión histórica, sino que se mantiene vigente con las tensiones en la región de la República de Artsaj. Este pequeño territorio, aliado a Armenia, disputó en 2020 la Guerra del Alto Karabaj contra Azerbaiyán, que recibió gran apoyo de Turquía. Se podría afirmar que, indirectamente, se trataba de un combate entre turcos y armenios.
Aram Mouradian, director del Consejo Nacional Armenio de Sudamérica, determinó que el negacionismo de Turquía con el Genocidio Armenio (1915-1923) constituye una “práctica racista sumamente armenofóbica” que sigue afectando las políticas de la región.
—¿Se puede pensar este rechazo al “holocausto armenio” como una discriminación intrínseca que tiene el Estado turco contra la descendencia armenia?
—Es un primer abordaje correcto, pero incompleto. Este negacionismo es una práctica racista sumamente discriminatoria y armenofóbica. Hablar del negacionismo del Genocidio Armenio constituye, hoy en día, la última etapa del proceso genocida. Es la continuación del crimen que inició en 1915. Son 400 años de discriminación del Imperio Otomano. Nos trataban como “elementos indeseables”. Se hablaba de la “enfermedad del imperio”, como ciudadanos que no eran confiables para construir la nueva nación y reconstruir el imperio. Para esto hizo falta una enorme carga de discriminación y de segregación. La discriminación lleva a la deshumanización y posicionó a los armenios como enemigos que había que exterminar. Hoy, lamentablemente, tomó otra actualidad por las políticas que lleva adelante Azerbaiyán sobre la República de Artsaj. Hay varias cuestiones: lo histórico, la falta de reparación de justicia, la impunidad y la repetición 107 años después en Artsaj.
—¿Sigue existiendo una especie de “supremacía turca” en relación con los armenios?
—No creo que sea una cuestión de superioridad. Hay una política de Estado que fomenta la enemistad y la deshumanización de los armenios. Nuestra lucha no es contra el pueblo turco, sino contra las políticas del gobierno para que asuma la responsabilidad del genocidio. En el Estado turco hay una política constante de racismo y armenofobia. Hay algunos ejemplos muy claros como videos de niños en un jardín prendiendo fuego banderas armenias. A ese nivel es la explicación.
—Respecto a los armenios islamizados (aquellos que sobrevivieron al genocidio o los turcos de ascendencia armenia) la historiadora argentina Nélida Boulgourdjian nombra en su libro “Negacionismo del Genocidio Armenio” a estas personas como “armenios ocultos” o “cripto armenios”. ¿Cómo es su situación actual?
—Se asumen ciudadanos turcos, pero esto no quiere decir que sean turcos étnicamente. Se asumen como ciudadanos, por lo que implica un respeto de ciertas garantías y derechos. Su situación es de miedo y de terror a las represalias del Estado. Nosotros teníamos un periodista muy conocido que editaba un diario bilingüe en Estambul. Era un turco de origen armenio que denunciaba sistemáticamente la cuestión del Genocidio Armenio en su diario. Finalmente fue asesinado saliendo de la redacción en 2004.
—Hablando de periodismo, ¿qué opina respecto del campo académico y periodístico de Estados Unidos que colaboró con el negacionismo del genocidio? Hubo reconocidos negacionistas estadounidenses como McCarthy, Shaw, Lowry…
—Son gobiernos que invierten mucho dinero en mejorar su imagen internacional y, en el caso de Turquía, de erradicar cualquier rastro del genocidio. La principal herramienta no es la académica, sino la diplomática. Me cuesta hasta imaginar que existan académicos escribiendo guiones históricos o tratando de reescribir la historia. Lo que más me llama la atención es el argumento de justificar la limpieza étnica.