Por Agustina Gesto Rothar

En Argentina, aproximadamente 3.2 millones de personas viven con algún tipo de discapacidad, lo que representa alrededor del 7.8% de la población total. De este grupo, un número significativo enfrenta desafíos visuales. Desde 1924, la Biblioteca Argentina para Ciegos (BAC) se ha convertido en un pilar fundamental para estas personas, al ofrecer no sólo acceso a materiales de lectura tanto en braille como en audio, sino también programas y servicios que fomentan la inclusión y la autonomía. Andrea Grassia, periodista con discapacidad visual egresada de TEA, miembro de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI) e integrante de la Comisión Directiva de la biblioteca, habló con Publicable sobre su perspectiva y experiencias en la BAC.

―¿Cuál fue tu primer encuentro con la biblioteca? 
―Mi primer acercamiento fue de muy chica, leyendo libros en braille; los iba a buscar mi viejo. También usaba el servicio de apoyo educativo, que básicamente lo que hacía era orientar en algunas materias a los estudiantes con discapacidad visual. Principalmente en matemática. Luego, en 2003, empecé a formar parte de un grupo de jóvenes. Yo siempre digo que el contacto con otres pares con discapacidad visual de edades parecidas da un montón de herramientas y oportunidades. En mi caso me ofrecieron ser parte de la Comisión Directiva en 2009, que es un trabajo voluntario. 

―Recién mencionaste la etapa educativa, para una persona con discapacidad visual atravesarla debe ser difícil, tanto por la parte social como por el acceso limitado a los textos adaptados.
―La verdad que la biblioteca me aportó un montón en ese periodo pero no siempre pude conseguir los libros que necesitaba. En el caso de inglés iba a una organización especializada, el Centro de Copistas Para Ciegos Santa Rosa de Lima. Después, todo lo que eran textos no literarios o de idiomas como manuales, me manejaba con grabaciones que hacía mi familia y yo los resumía en braille.

―A casi 100 años del nacimiento de la biblioteca, el sistema de braille se fue transformando en el tiempo , ¿cómo es hoy el proceso de adaptación de un libro a braille?
El fuerte de la biblioteca siempre fueron los libros en braille. El problema con este sistema es lo costoso de escribirlo, antes no existían las impresoras especializadas en braille, los ejemplares eran únicos porque se escribían a mano y punzón por personas voluntarias. Ahora es más ágil ya que por medio de un archivo formateado de una determinada manera se pueden realizar las impresiones. De todas maneras el papel para hacerlo también tiene un valor elevado, es una hoja gruesa, y el tamaño de la letra es único. Por lo tanto no podés achicarla para que te entre mejor en el espacio o para ahorrar material. Un libro en Braille siempre va a ser voluminoso: una hoja de papel impresa en tinta equivale a cuatro hojas de braille. A causa de esto el traslado también es un problema, pero gracias a la Ley 14849 de Educación Diferencial la circulación a modo de préstamo de libros en braille se realiza de forma gratuita por Correo Argentino a todo el país. 

―El avance de la tecnología tuvo mucho que ver con la evolución de la BAC…
―Así es. En los 80 comenzó lo que hasta hoy se sigue llamando libro parlante, libros grabados por audio con voces humanas, de locutores o estudiantes de locución. En principio se realizaban por medio de cinta abierta, luego en casette y en los años 2000 se digitalizaron en CDs. Actualmente se pueden encontrar en una plataforma digital y descargarlos usando cualquier dispositivo o leerlos en línea. El acceso a todos los servicios de lectura es únicamente para los socios activos, que son alrededor de 200 usuarios, pagando una cuota mensual que arranca des los 800 pesos. De igual forma, el acceso a los materiales sigue siendo complicado a pesar de que los avances tecnológicos agilizaron algunos formatos. La realidad también es que si una persona ciega quiere acceder a un libro actual que salió hace tres meses probablemente no pueda todavía ya que hay todo un proceso que lleva su tiempo. 

―Todos estos servicios de lectura tienen un alto costo. ¿De qué forma se sustenta la biblioteca? 
―La biblioteca cuenta con departamentos disponibles que se alquilan, esa es nuestra principal fuente de financiamiento. Además tenemos una tienda virtual en la cual vendemos insumos, repuestos y juegos didácticos para personas con discapacidad. Otro servicio que realizamos, pago y a pedido, es la transcripción en braille de carteles de señalética en chapa para subtes u oficinas públicas, menús para restaurantes o programas de obras de teatro adaptadas. A pesar de que tenemos varias fuentes de ingreso la realidad es cada vez más complicada, las ventas de productos y los pedidos de impresiones bajaron un montón. 

―¿Reciben alguna ayuda del Estado? 
―Recibimos apoyo económico del Gobierno de la Ciudad por medio de la Dirección del Libro de la Ciudad, lo cual nos permite pagarle el sueldo a un bibliotecario. A su vez presentamos todos los años diferentes proyectos de financiación tanto en la Legislatura Porteña como en la Agencia Nacional de Discapacidad. También estamos adheridos a la CONABIP, la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares. Sin embargo, este año, debido a la Ley Bases, no recibimos el subsidio que nos daban siempre para comprar en la Feria del Libro. 

―Estamos en una etapa de la Argentina donde los desafíos económicos son cada vez mayores y las prioridades corren por otros lados. Sin embargo el valor que tiene la biblioteca para las más de 200 personas ciegas que acceden a ella es indispensable.
―Así es. Yo considero que la BAC fue una gran herramienta en mi proceso de crecimiento personal, me abrió muchas puertas y me permitió llegar al conocimiento. Es importante no sólo porque fomenta el acceso a la literatura sino que también genera un montón de otras cosas que tienen que ver con lo social. Hasta hace no mucho tiempo, una persona ciega estaba encerrada en su casa. La biblioteca se convirtió en un ámbito de socialización, un lugar de pertenencia donde mucha gente se conoce, crea amistades y momentos únicos que capaz antes eran impensados.