Por M. Bentancur, T. Beer y M. Freier
En pleno centro de Constitución, se abren las puertas de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM), una institución evangélica inclusiva que recibió y cambió la vida de una pareja y de muchas personas que no sentían pertenencia respecto de ninguna otra congregación. “Toda la vida fuimos religiosos y hemos ido a iglesias cristianas y evangélicas. Yo no me sentía aceptada. Acá me siento en mi lugar“, dice Cristina, una mujer de 64 años que cruzó Buenos Aires en busca de su compañero y llegó así hasta Tres Arroyos, Entre Ríos, apenas un mes después de haberlo conocido por las redes sociales e incluso a pesar de estar en silla de ruedas.
Al matrimonio no le preocupa tomarse dos colectivos y un tren para llegar desde San Martín hasta la ICM todos los domingos. Es el lugar donde celebraron su boda. “Decidimos casarnos porque queremos esta unión. Nos queremos, amamos y respetamos, y decidimos encaminarnos en lo que nos quede. El único motivo por el que tardamos un poco más es que yo necesitaba mis papeles para poder casarme por civil. Aunque lo más importante para mí era contraer matrimonio en la iglesia“, asegura Agustín.
El novio, un entrerriano de 44 años, tomó la decisión de cambiar de género hace dos: “Mi transformación viene de mucho tiempo atrás, pero cuando vine a vivir a Buenos Aires decidí empezar de cero. Tengo dos hijos y un nieto al que no conozco porque no me aceptan como soy hoy”. En ICM Agustín encontró un lugar de contención y acompañamiento en este largo proceso, dice.
La pareja subió al altar. Primero lo hizo Agustín lagrimeando, y luego Cristina ayudada por dos miembros de la comunidad, con los ojos iluminados y fijos en su pareja.
El casamiento empezó de una manera muy singular, no solo porque se dio la bienvenida a “todos, todas y todes“, sino porque el pastor Gregorio Guzmán comenzó hablando sobre el aborto legal. Mencionó que “la Biblia no prohíbe el aborto” y pidió que “no la utilicen para mentir”. Luego se disculpó, pero aclaró que le había parecido importante, debido al contexto social, comentar el asunto. Y este pastor no es la excepción: la ICM se proclama abiertamente a favor de la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. De hecho, muchos de sus miembros concurrieron a varios martes verdes y a ambas vigilias como comunidad.
Posteriormente, con imágenes de Agustín y Cristina de fondo, comenzó la ceremonia. “Acá hay un triángulo amoroso entre Dios, Cristina y Agustín”, aseguró el pastor. Antes de que la pareja pronuncie sus votos, Guzmán habló sobre el amor y lo importante que es que este no se vuelva tóxico, asegurando que puede pasar que no sea para toda la vida y que amar está muy lejos de destruirse. Agustín, ansioso y todavía lagrimeando, leyó una carta escrita a mano. “Completaste la mitad de mi corazón, esa que estuve buscando toda mi vida”, expresó a su pareja.
“Recordamos el gesto de Jesús que, reunido con sus amigos y amigas, queridos y queridas, tomó el pan, dio gracias por el alimento, lo compartió y dijo que coman porque era su cuerpo. De la misma manera, tomó una copa de vino y afirmó que esa era su sangre, entregada por sus seres queridos. Un ejemplo de dar la vida por la persona amada”, relató el pastor, que utilizó el lenguaje inclusivo en toda su oratoria.
Entre lágrimas, alegría y aplausos, en un ambiente completamente inclusivo, el pastor exclamó palabras dignas de cualquier película romántica: “Los declaró marido y mujer, pueden besarse”. La ICM transformó a esta pareja de marginados de la sociedad y rechazados por las iglesias en lo que realmente son: marido y mujer.