Por Sabrina Lopardo Chemen
Esta historia comienza al estilo Operación Masacre. En vez del legendario “hay un fusilado que vive”, de Rodolfo Walsh, “La muerte es el olvido”, el último libro del periodista Felipe Celesia, empieza con un “hay un gringo buscando a los desaparecidos (y necesita que le den una mano)”. El gringo fue Clyde Snow, el estadounidense que identificó al faraón egipcio Tutankamón y al presidente John F. Kennedy, y la ayuda se la pidió en 1984 a un grupo de estudiantes argentinos, de 20 y pico de años en su mayoría. Juntos investigaron en más de 55 países, desde la Polinesia Francesa hasta Angola, pasando por Latinoamérica, para convertirse, como los definió Celesia en una charla en Tea y Deportea, en el “mejor grupo de antropología forense del mundo”.
El Equipo Argentino de Antropología Forense identificó a Azucena Villaflor, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, a Luciano Arruga, desaparecido entre 2009 y 2014, y a 110 soldados de Malvinas. También trabajaron por toda Latinoamérica y fueron convocados en México para identificar a los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala.
“Si hacemos este trabajo, ¿vamos a ser nosotros los desaparecidos?”, se preguntaban los estudiantes antes de aceptar la misión que muchos años después los llevó a identificar al Che Guevara (en 1997) y a Santiago Maldonado (en 2017), entre tantos otros. Era mediados de 1984, el “partido militar” seguía activo y la dictadura había terminado hacía cinco meses, cuando los estudiantes aceptaron unirse a Snow y ayudar a las Abuelas de Plaza de Mayo a buscar a sus nietos desaparecidos. Se unieron por dos razones: todos cursaban en la universidad pública y sentían que era hora de devolver todo el conocimiento que la facultad les daba, y, además, no podían permitir que los crímenes cometidos en la última dictadura quedaran impunes.
El primer día que fueron a hacer su nueva labor, los miembros del EAAF volvieron embarrados después de pasar el día rodeados de militares y de decirle a una familia que la chica que creían que era su familiar en realidad no lo era. Dijeron que nunca más iban a hacer eso. “35 años después se convirtieron en los Rolling Stones de la antropología forense”, marcó Celesia.
“Investigar un tema te dice naturalmente cómo hay que contarlo”, dice Celesia, que además de escribir libros (ya publicó más de siete) trabaja para la agencia de noticias Télam. Encontrar la documentación necesaria no le costó demasiado: como científicos, el EAAF tiene muy bien documentada su historia. Celesia entrevistó a casi todos sus miembros. “Principalmente a los fundadores”.
“Se trata de revertir el robo que hicieron los genocidas”, explicó el periodista, que tiene a dos tíos desaparecidos. “La desaparición no se puede negociar. Que una persona deje de estar desaparecida hace que su familia lo agradezca de por vida.”
Celesia eligió narrar esta historia porque hasta su libro no había sido contada en profundidad. “Nadie sabe más que yo de este tema, ni siquiera los protagonistas.”