Por Luciana García
El coronavirus sacudió todos los cimientos sobre los cuales estaba construido el sistema educativo argentino, basado en la presencialidad en las escuelas, y forzó a alumnos y docentes a adaptarse a una nueva modalidad de clases virtuales. Según datos publicados por el Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM) en 2020, en la Argentina 37 de cada 100 hogares no tienen acceso a Internet fijo. Esta inequidad, junto a la ausencia de una velocidad de navegación óptima y de acceso a una computadora o dispositivo móvil, potencia una de las brechas más marcadas dentro de la desigualdad educativa: la digital.
El sistema educativo argentino, integrado por 10.381.433 estudiantes y 883.424 docentes en actividad, en base al último relevamiento realizado por el Censo Nacional del Personal de los Establecimientos Educativos en 2014, ha encontrado grandes dificultades para garantizar la continuidad pedagógica y mantener clases sincrónicas durante la pandemia. Es que en este contexto, el acceso a una velocidad de Internet mayor a 20 Mbps se volvió fundamental y en base a los datos de ENACOM, el 45,7% de los accesos totales nacionales a Internet fijo por velocidad de bajada supera el valor recomendado, en tanto, el 54,3% restante enfrenta dificultades para mantener una conexión eficiente.
“No es lo mismo tener una conexión sincrónica que una sin potencia donde no se permita el intercambio”, explica Esteban Torre, Coordinador en Educación del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC). La velocidad de navegación carece de importancia ante la falta de dispositivos tecnológicos que permitan un anclaje a Internet. De acuerdo al Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), el 63% de los niños entre cuatro y doce años no tiene una computadora en su casa, mientras que el 49,8% no posee un teléfono celular. Estos porcentajes se reducen en los adolescentes de entre trece y diecisiete años a un 43,9% y 11,9% respectivamente.
El plan Conectar Igualdad, nacido en 2010 durante la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, que luego fue rebautizado como Aprender Conectados durante el gobierno de Mauricio Macri en 2015, distribuyó computadoras a alumnos y docentes de la educación secundaria pública, educación especial y de institutos de formación docente. La medida, vigente hasta 2018, cuando se discontinuó, logró abastecer a 6 millones de estudiantes del ámbito público con equipamiento tecnológico y conectividad. El objetivo del programa era reducir la brecha digital, educativa y social en todo el país.
“Llegó una tanda de computadoras hace cinco años con el plan Conectar Igualdad, pero en la escuela primaria, por ejemplo, eran 52 chicos y teníamos sólo 30 dispositivos”, menciona Mirian Yung, directora de la escuela rural 576 en Campo Viera, Misiones, y añade que la principal dificultad que están atravesando con el aislamiento es la falta de una conexión a Internet. “Vos podés tener en tu escuela todo lo que quieras, incluido el wifi, pero ahora estamos trabajando desde nuestras casas. Si hubiese Internet y una PC para cada alumno podríamos hablar con cada uno en la clase”, cerró Yung.
Un informe del Observatorio Argentinos por la Educación revela que el 19,5% de los alumnos del nivel primario no tiene Internet en su hogar. En secundaria, el porcentaje es menor y corresponde al 15,9% de los estudiantes. Estos resultados, recogidos de las pruebas Aprender 2018, responden al promedio nacional y no reflejan la situación de las provincias del norte donde la disparidad es aún mayor. En Santiago del Estero, Salta, Formosa, San Juan, Catamarca, Jujuy, Chaco, Corrientes y Misiones más del 25% de los chicos y chicas no tiene acceso a Internet.
La digitalización, como nueva dimensión de la desigualdad, repercute no sólo en el país a nivel federal, si no también en zonas geográficas como el ámbito rural. Los datos precisados en un informe de CIPPEC revelan que el 8,6% de los alumnos del sistema educativo argentino pertenece a escuelas rurales, cifra que equivale a casi 900 mil estudiantes. En este contexto, “si bien el celular es una herramienta tecnológica para recibir eventualmente mensajes por WhatsApp con una consigna, las familias no tienen dinero para cargarlo, si es que tienen uno, y los chicos no tienen dispositivos tecnológicos adecuados para una educación a distancia”, afirma Patricio Sutton, director ejecutivo de la Red Comunidades Rurales.
La continuidad educativa depende en muchos casos de la buena predisposición de los docentes a movilizarse y llevar, con gran esfuerzo, las tareas en papel hasta las casas de los alumnos. “Son espacios difíciles, porque hay muchas urgencias y necesidades básicas insatisfechas, pero es sumamente importante que llegue la conectividad a contextos rurales”, dice Sutton. “Donde no se tiene acceso a Internet ni docentes preparados para educar a distancia, tenemos miles de chicos sin clases que quedan realmente aislados del sistema educativo”.
La educación virtual y la brecha digital han afectado también a los docentes de los distintos niveles educativos. De acuerdo a una encuesta realizada por el Sindicato Argentino de Docentes Privados (SADOP) a nivel Nacional, el 63% de los maestros del sector privado no cuentan con una computadora personal para trabajar. En consonancia con los resultados de SADOP, Marcela Escobar, Secretaria Gremial del Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires (SUTEBA), advierte que “hay un problema de falta de insumos en los estudiantes, pero exactamente el mismo problema lo tienen los docentes”.
Según Escobar, el aislamiento puso de manifiesto no sólo la brecha tecnológica, sino también la brecha del conocimiento, arraigada a una generación de docentes donde la mayoría “no nació en la era de la tecnología”. Los maestros son víctimas de lo que Sebastián Benítez Larghi, sociólogo e investigador del CONICET en el área de sociología de la cultura y tecnologías de la información y la comunicación, define como la “brecha digital de segundo orden”. En ella, cobran relevancia aspectos subjetivos de la tecnología como las habilidades digitales y los procesos de alfabetización digital.
Ante las adversidades que el aislamiento social, preventivo y obligatorio planteaba, el Ministerio de Educación de la Nación dispuso en marzo, a través de la Resolución 106-20, el programa “Seguimos Educando”, que cuenta con el portal digital www.seguimoseducando.gob.ar; programación audiovisual, transmitida a través de la Televisión Pública Argentina y sus repetidoras, Encuentro, Paka Paka, DeporTV, Radio Nacional y Cont.ar, y cuadernillos impresos para las comunidades educativas sin acceso a Internet, como las rurales y en contextos de alta vulnerabilidad social. Se suma a la iniciativa también la oferta virtual de cursos de capacitación docente a través del Instituto Nacional de Formación Docente (INFoD).
“Tenemos un millón de visitas en Educ.ar por mes, que es cinco veces la cantidad de visitas que había antes”, afirma la gerenta general de Educ.ar, Laura Marés. “Se están entregando 137 mil computadoras a las provincias con mayor vulnerabilidad de la Argentina y a algunos municipios del conurbano bonaerense”, agrega. El rápido despliegue de medidas educativas ha permitido paliar en cierta medida las dificultades que plantea la educación a distancia y la brecha digital. No obstante, el Ministerio de Educación de la Nación se encuentra planificando próximos pasos en políticas de inclusión digital.
“El plan Juana Manso sería la siguiente etapa, posterior al programa Seguimos Educando, donde la idea es que haya una nueva plataforma con una red abierta de recursos educativos que sea federal y todas las provincias puedan compartir sus recursos”, esboza Marés. “El plan incluye la plataforma, la conectividad, el equipamiento y la formación docente”. Respecto a los desafíos que plantea incorporar, promover y regular el plan, Benítez Larghi afirmó: “Será fundamental que el conjunto se mueva de manera igualitaria y no fracturadamente, ya que partimos de una realidad desigual”.
Foto: Unsplash