Por L Aldeco, D. Damiani, A. Antoniades P. Kremenchuzky y R. Barci

Las declaraciones de cinco ciudadanos uruguayos secuestrados en Argentina durante 1976, que tuvieron lugar hoy en el marco del Juicio a las Juntas, aportaron contundentes pruebas sobre la existencia de una coordinación represiva de orden regional de las dictaduras militares latinoamericanas.

Puntualmente, en esta jornada, los testigos sumaron información sobre la complicidad y colaboración entre las dictaduras de un lado y otro del Río de la Plata.

De hecho, uno de los testimonios de la jornada fue el de Margarita Michelini, hija del asesinado ex senador uruguayo Zelmar Michelini, quien fue secuestrado en Buenos Aires el 18 de mayo de 1976 y encontrado asesinado –junto a otros tres ciudadanos uruguayos- en un automóvil dos días después.

Desde hacía casi tres años, luego del golpe de Estado uruguayo, Michelini –uno de los creadores del Frente Amplio– se había exiliado junto a su familia en la Argentina y aquí había desplegado su oficio de periodista, a la par de su militancia, en esa etapa en procura de una salida democrática a la dictadura de su país.

Las dos orillas

Poco después del crimen de su padre, en julio de 1976, Margarita Michelini fue secuestrada junto a su entonces marido –Mauricio Gatti- en la localidad de Villa Martelli y trasladada al centro clandestino de detención (CCD) Automotores Orletti, en el barrio porteño de Floresta. A su hijo, en ese momento de 20 meses, pudo llegar a dejarlo a salvo en la casa de unos vecinos, según consignó.

Su cautiverio coincidió con el de otra uruguaya, Sara Rita Méndez Lompodio, que en ese momento amantaba a su bebé de apenas 20 días. El testimonio de Méndez fue otro de los que, en la jornada de hoy, acaparó la atención del Tribunal. Ante sus integrantes y la Fiscalía, relató que sus captores fueron hombres armados y vestidos de civil que la torturaron en su misma casa, mediante el método del “submarino seco”, consistente en cubrir la cabeza con una bolsa plástica para impedirle la respiración.

Sara Rita Mendez Lompodio declara sobre su secuestro.

A su estremecedor relato se sumó una pista clave. Las dos personas que encabezaron el operativo, le habían revelado su identidad, que ella, a su vez, consignó al Tribunal: José Nino Gavazzo, del Ejército uruguayo, y el argentino Manuel Cordero.

En tanto, sobre lo sucedido durante su cautiverio en Automotores Orletti, la maestra fue contundente: Los gritos de tortura eran espantosos y se escuchaban a pesar de que el volumen de la radio se ponía al máximo, afirmó.

Según detalló, además de compartir ese tiempo de detención con Margarita Michelini, también lo hizo con los uruguayos León Duarte, Raúl Altuna, Elba Rama, Enrique Rodríguez Larreta padre y Enrique Rodríguez Larreta hijo.

Además Margarita Michelini dio cuenta de las torturas de las que fue víctima y que, en ese CCD, aplicaban militares argentinos y uruguayos: “Estaban torturando permanentemente a la gente, porque el grito de la picana eléctrica, de la electricidad 220, a usted lo hace gritar”, declaró. Además, contó que sus torturadores le decían: “’Vos hablás con nosotros y, si decís todos los uruguayos que conocés, no te vamos a matar, y lo de tu papá es otra cosa”.

La metodología

En su declaración, que prueba la connivencia de las dictaduras argentina y uruguaya para el secuestro de uruguayos en la Argentina, Sara Méndez señaló que, a partir de 1974 ya existía la coordinación represiva y que esa situación “se agravó a partir del secuestro y posterior asesinato” en Buenos Aires de un grupo de uruguayos, entre ellos los ex legisladores Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz.

Uno de los momentos más conmovedores de su relato fue cuando hizo referencia a su pequeño hijo, Simón, del que nunca más tuvo noticias. En este sentido, consignó que desde su liberación, en 1981, al día de hoy, continúa con su incesante e incansable búsqueda.

En su testimonio, además, la maestra uruguaya desnudó la metodología que tenía la coordinación del accionar represivo entre militares argentinos y uruguayos: luego de permanecer diez días en cautiverio en Automotores Orletti, fue trasladada, junto a otros 24 conciudadanos, a bordo de un avión presuntamente de Pluna (la empresa aérea estatal oriental) hacia Uruguay, donde fue transformada en “detenida” en el marco de una causa inventada. “Se simula nuestra detención en una casa de Shangrilá (en el departamento uruguayo de Canelones), se nos ‘legaliza’ y nos aplican distintas condenas”, relató.

Los surgentes

Otro momento clave de la audiencia de hoy fue el testimonio de Elena Corbin de Capisano, madre de Daniel Bajacoba, quien había sido secuestrado en Rosario y asesinado en Córdoba, en el hecho conocido con el nombre de “masacre de Los Surgentes”.

La testigo relató que, el 4 de octubre de 1976, personal del Ejército allanó su domicilio en Mar del Plata, y la llevaron detenida a la comisaría 4ª de esa ciudad. Ocho días más tarde –consignó ante el Tribunal- le avisaron que recuperaría su libertad, por lo cual le devolvieron sus pertenencias y le hicieron firmar “un papel suelto, no un libro de actas, como constancia de la libertad”.

Cuando salgo, me meten en el auto, arrancan rápidamente. Uno de cada lado de los que estaban atrás me tapan los ojos con dos telas adhesivas, automáticamente sacan carnet de Coordinación Federal, me esposan las manos y me detienen por montonera, indicó.

A partir de allí, la mantuvieron incomunicada durante 17 días en lo que supone que fue la denominada “Brigada Güemes”, de Mar del Plata, donde la interrogaban sobre la militancia de su hijo, bajo la amenaza del uso de un revólver y una picana eléctrica “por si me equivocaba en las respuestas”.

Una vez liberada, fue informada sobre el asesinato de su hijo en un supuesto enfrentamiento con los militares. A partir de entonces con la ayuda de su pareja, Eugenio Capisano, inició la búsqueda de los restos de su hijo, hasta que finalmente localizó en el cementerio San Vicente, de Córdoba, en 1983.

 

Las declaraciones de cinco ciudadanos uruguayos secuestrados en Argentina durante 1976, que tuvieron lugar hoy en el marco del Juicio a las Juntas, aportaron contundentes pruebas sobre la existencia de una coordinación represiva a nivel regional de las dictaduras militares latinoamericanas.

Puntualmente, en esta jornada, los testigos sumaron información sobre la complicidad y la colaboración entre las dictaduras de un lado y otro del Río de la Plata.

De hecho, uno de los testimonios de la jornada fue el de Margarita Michelini, hija del asesinado ex senador uruguayo Zelmar Michelini, quien fue secuestrado en Buenos Aires el 18 de mayo de 1976 y encontrado asesinado –junto a otros cuatro uruguayos- en una avenida dos días después.

Desde hacía casi tres años, luego del golpe de Estado uruguayo, el dirigente político de ese país –uno de los creadores del Frente Amplio- se había exiliado junto a su familia en la Argentina y aquí había desplegado su oficio de periodista, a la par de su militancia, en esa etapa en procura de una salida democrática a la dictadura de su país.

 

LAS DOS ORILLAS

 

Poco después del crimen de su padre, en julio de 1976, Margarita Michelini fue secuestrada junto a su entonces marido –Mauricio Gatti- en la localidad de Villa Martelli y trasladada al centro clandestino de detención Automotores Orletti, en el barrio porteño de Floresta. A su hijo, en ese momento de 20 meses, pudo llegar a dejarlo a salvo en la casa de unos vecinos, según consignó.

Su cautiverio coincidió con el de otra uruguaya, Sara Rita Méndez Lompodio, que en ese momento amantaba a su bebé de apenas 20 días. El testimonio de Méndez fue otro de los que, en la jornada de hoy, acaparó la atención del Tribunal.

Ante sus integrantes y la Fiscalía, relató que sus captores fueron hombres armados y vestidos de civil que la torturaron en su misma casa, mediante el método del “submarino seco”, consistente en cubrir la cabeza con una bolsa de nylon para impedir la respiración.

A su estremecedor relato se sumó una pista clave. Las dos personas que encabezaron el operativo, le habían revelado su identidad, que ella, a su vez, consignó al Tribunal: José Nino Gavazzo, del Ejército uruguayo, y el argentino Manuel Cordero.

En tanto, sobre lo sucedido durante su cautiverio en Automotores Orletti, la maestra fue contundente: “Los gritos de tortura eran espantosos y se escuchaban a pesar de que el volumen de la radio se ponía al máximo”, afirmó.

Según detalló, además de compartir ese tiempo de detención con Margarita Michelini, también lo hizo con los uruguayos León Duarte, Raúl Altuna, Elba Rama, Enrique Rodríguez Larreta padre y Enrique Rodríguez Larreta hijo.

También Margarita Michelini dio cuenta de las torturas de las que fue víctima y que, en ese centro clandestino de detención, aplicaban militares argentinos y uruguayos: “Estaban torturando permanentemente a la gente, porque el grito de la picana eléctrica, de la electricidad 220, a usted lo hace gritar”, declaró. Además, contó que sus torturadores le decían: “’Vos hablás con nosotros y, si decís todos los uruguayos que conocés, no te vamos a matar, y lo de tu papá es otra cosa”.

 

 

LA METODOLOGIA

 

En su declaración, que prueba la connivencia de las dictaduras argentina y uruguaya para el secuestro de uruguayos en la Argentina, Sara Méndez señaló que, “a partir de 1974 ya existía la coordinación represiva” y que esa situación “se agravó a partir del secuestro y posterior asesinato” en Buenos Aires de un grupo de uruguayos, entre ellos los ex legisladores Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz.

Uno de los momentos más conmovedores de su relato fue cuando hizo referencia a su pequeño hijo, Simón, del que nunca más tuvo noticias. En este sentido, consignó que desde su liberación, en 1981, al día de hoy, continúa con su incesante e incansable búsqueda.

En su testimonio, además, la maestra uruguaya desnudó la metodología que tenía la coordinación del accionar represivo entre militares argentinos y uruguayos: luego de permanecer diez días en cautiverio en Automotores Orletti, fue trasladada, junto a otros 24 conciudadanos, a bordo de un avión presuntamente de Pluna (la empresa aérea estatal oriental) hacia Uruguay, adonde de “desaparecida” fue transformada en “detenida” en el marco de una causa inventada. “Se simula nuestra detención en una casa de Shangrilá (en el departamento uruguayo de Canelones), se nos ‘legaliza’ y nos aplican distintas condenas”, relató.

Durante su detención ilegal en Punta Gorda, fueron torturados “por el capitán Jorge Silveira”. Allí Sara Méndez conoció a Elizabeth Luz, Eduardo Din y Jorge González.

 

LOS SURGENTES

 

Otro de los momentos clave de la audiencia de hoy en el marco del Juicio a las Juntas fueron los testimonios brindados por Elena Corbin de Capisano, madre de Daniel Bajacoba, quien había sido secuestrado en Rosario y asesinado en Córdoba, en el hecho conocido con el nombre de “masacre de Los Surgentes”.

 

La testigo relató que, el 4 de octubre de 1976, personal del Ejército allanó su domicilio en Mar del Plata, y la llevaron detenida a la comisaría 4ª de esa ciudad. Ocho días más tarde –consignó ante el Tribunal- le avisaron que recuperaría su libertad, por lo cual le devolvieron sus pertenencias y le hicieron firmar “un papel suelto, no un libro de actas, como constancia de la libertad”.

“Cuando salgo, me meten en el auto, arrancan rápidamente. Uno de cada lado de los que estaban atrás me tapan los ojos con dos telas adhesivas, automáticamente sacan carnet de Coordinación Federal, me esposan las manos y me detienen por montonera”, indicó.

A partir de allí, la mantuvieron incomunicada durante 17 días en lo que supone que fue la denominada “Brigada Güemes”, de Mar del Plata, donde la interrogaban sobre la militancia de su hijo, bajo la amenaza del uso de un revólver y una picana eléctrica “por si me equivocaba en las respuestas”.

Una vez liberada, fue informada sobre el asesinato de su hijo en un supuesto enfrentamiento con los militares. A partir de allí, con la ayuda de su pareja, Eugenio Capisano, inició la búsqueda de los restos de su hijo, a los que finalmente localiza en el cementerio San Vicente, de Córdoba, en 1983.

 

 

 

Las declaraciones de cinco ciudadanos uruguayos secuestrados en Argentina durante 1976, que tuvieron lugar hoy en el marco del Juicio a las Juntas, aportaron contundentes pruebas sobre la existencia de una coordinación represiva a nivel regional de las dictaduras militares latinoamericanas.

Puntualmente, en esta jornada, los testigos sumaron información sobre la complicidad y la colaboración entre las dictaduras de un lado y otro del Río de la Plata.

De hecho, uno de los testimonios de la jornada fue el de Margarita Michelini, hija del asesinado ex senador uruguayo Zelmar Michelini, quien fue secuestrado en Buenos Aires el 18 de mayo de 1976 y encontrado asesinado –junto a otros cuatro uruguayos- en una avenida dos días después.

Desde hacía casi tres años, luego del golpe de Estado uruguayo, el dirigente político de ese país –uno de los creadores del Frente Amplio- se había exiliado junto a su familia en la Argentina y aquí había desplegado su oficio de periodista, a la par de su militancia, en esa etapa en procura de una salida democrática a la dictadura de su país.

 

LAS DOS ORILLAS

 

Poco después del crimen de su padre, en julio de 1976, Margarita Michelini fue secuestrada junto a su entonces marido –Mauricio Gatti- en la localidad de Villa Martelli y trasladada al centro clandestino de detención Automotores Orletti, en el barrio porteño de Floresta. A su hijo, en ese momento de 20 meses, pudo llegar a dejarlo a salvo en la casa de unos vecinos, según consignó.

Su cautiverio coincidió con el de otra uruguaya, Sara Rita Méndez Lompodio, que en ese momento amantaba a su bebé de apenas 20 días. El testimonio de Méndez fue otro de los que, en la jornada de hoy, acaparó la atención del Tribunal.

Ante sus integrantes y la Fiscalía, relató que sus captores fueron hombres armados y vestidos de civil que la torturaron en su misma casa, mediante el método del “submarino seco”, consistente en cubrir la cabeza con una bolsa de nylon para impedir la respiración.

A su estremecedor relato se sumó una pista clave. Las dos personas que encabezaron el operativo, le habían revelado su identidad, que ella, a su vez, consignó al Tribunal: José Nino Gavazzo, del Ejército uruguayo, y el argentino Manuel Cordero.

En tanto, sobre lo sucedido durante su cautiverio en Automotores Orletti, la maestra fue contundente: “Los gritos de tortura eran espantosos y se escuchaban a pesar de que el volumen de la radio se ponía al máximo”, afirmó.

Según detalló, además de compartir ese tiempo de detención con Margarita Michelini, también lo hizo con los uruguayos León Duarte, Raúl Altuna, Elba Rama, Enrique Rodríguez Larreta padre y Enrique Rodríguez Larreta hijo.

También Margarita Michelini dio cuenta de las torturas de las que fue víctima y que, en ese centro clandestino de detención, aplicaban militares argentinos y uruguayos: “Estaban torturando permanentemente a la gente, porque el grito de la picana eléctrica, de la electricidad 220, a usted lo hace gritar”, declaró. Además, contó que sus torturadores le decían: “’Vos hablás con nosotros y, si decís todos los uruguayos que conocés, no te vamos a matar, y lo de tu papá es otra cosa”.

 

 

LA METODOLOGIA

 

En su declaración, que prueba la connivencia de las dictaduras argentina y uruguaya para el secuestro de uruguayos en la Argentina, Sara Méndez señaló que, “a partir de 1974 ya existía la coordinación represiva” y que esa situación “se agravó a partir del secuestro y posterior asesinato” en Buenos Aires de un grupo de uruguayos, entre ellos los ex legisladores Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz.

Uno de los momentos más conmovedores de su relato fue cuando hizo referencia a su pequeño hijo, Simón, del que nunca más tuvo noticias. En este sentido, consignó que desde su liberación, en 1981, al día de hoy, continúa con su incesante e incansable búsqueda.

En su testimonio, además, la maestra uruguaya desnudó la metodología que tenía la coordinación del accionar represivo entre militares argentinos y uruguayos: luego de permanecer diez días en cautiverio en Automotores Orletti, fue trasladada, junto a otros 24 conciudadanos, a bordo de un avión presuntamente de Pluna (la empresa aérea estatal oriental) hacia Uruguay, adonde de “desaparecida” fue transformada en “detenida” en el marco de una causa inventada. “Se simula nuestra detención en una casa de Shangrilá (en el departamento uruguayo de Canelones), se nos ‘legaliza’ y nos aplican distintas condenas”, relató.

Durante su detención ilegal en Punta Gorda, fueron torturados “por el capitán Jorge Silveira”. Allí Sara Méndez conoció a Elizabeth Luz, Eduardo Din y Jorge González.

 

LOS SURGENTES

 

Otro de los momentos clave de la audiencia de hoy en el marco del Juicio a las Juntas fueron los testimonios brindados por Elena Corbin de Capisano, madre de Daniel Bajacoba, quien había sido secuestrado en Rosario y asesinado en Córdoba, en el hecho conocido con el nombre de “masacre de Los Surgentes”.

 

La testigo relató que, el 4 de octubre de 1976, personal del Ejército allanó su domicilio en Mar del Plata, y la llevaron detenida a la comisaría 4ª de esa ciudad. Ocho días más tarde –consignó ante el Tribunal- le avisaron que recuperaría su libertad, por lo cual le devolvieron sus pertenencias y le hicieron firmar “un papel suelto, no un libro de actas, como constancia de la libertad”.

“Cuando salgo, me meten en el auto, arrancan rápidamente. Uno de cada lado de los que estaban atrás me tapan los ojos con dos telas adhesivas, automáticamente sacan carnet de Coordinación Federal, me esposan las manos y me detienen por montonera”, indicó.

A partir de allí, la mantuvieron incomunicada durante 17 días en lo que supone que fue la denominada “Brigada Güemes”, de Mar del Plata, donde la interrogaban sobre la militancia de su hijo, bajo la amenaza del uso de un revólver y una picana eléctrica “por si me equivocaba en las respuestas”.

Una vez liberada, fue informada sobre el asesinato de su hijo en un supuesto enfrentamiento con los militares. A partir de allí, con la ayuda de su pareja, Eugenio Capisano, inició la búsqueda de los restos de su hijo, a los que finalmente localiza en el cementerio San Vicente, de Córdoba, en 1983.