Por C. Cueto, L. Gamba, M. Ponce y S. Torres

Cuando llamaron al estrado al albañil Francisco José Elena, quien fue secuestrado en dos oportunidades, contó: “La primera fue en 1976. Se presentó en mi casa un hombre que se identificó como el Capitán Bonet de las Fuerzas Armadas, que buscaba a mi hija Rosario Elena y a mi yerno. Ambos eran delegados en las fábricas donde trabajaban”.

“La segunda vez fue en noviembre, me informaron que hasta no dar con el paradero de mi hija y mi yerno no me liberarían”, agregó Elena. A su vez, mencionó que en el operativo participó personal del Ejército vestido con sus uniformes y señaló que fue interrogado por “un gordito de la SIDE que le decían ‘Bueno'”.

Luego declaró María del Carmen Pérez de Sosa, quién había tenido actividad política en 1973 con la Juventud Peronista y formó parte de la Coordinadora de Estudiantes de Córdoba. Fue secuestrada el 13 abril de 1978 y llevada a La Perla, después de que su amiga Irma Angélica Casas diera su nombre durante una sesión de tortura.

Allí sufrió torturas e interrogatorios sobre su actividad política, así como la de sus vecinos y su familia. En julio de 1978 fue trasladada al centro clandestino Malagueño, donde permaneció hasta el 29 de agosto siguiente, cuando la derivaron a la unidad penitenciaria número uno de Córdoba. Entre junio y agosto de 1979 fue acusada de asociación ilícita calificada y, aunque la acusación no fue probada, le dieron 10 años de reclusión. Permaneció en la cárcel hasta la amnistía de diciembre de 1982, que otorgó el ex presidente general (RE) Reynaldo Bignone.

Pérez de Sosa, quien compartió su cautiverio con Hilda Cardozo, describió el estado en el que estaba Cardozo cuando la encontró en La Perla: “Sus pechos estaban totalmente quemados por picana y cigarrillos, despedían un olor nauseabundo debido al pus de las infecciones. La cara la tenia desfigurada y rugosa, con el aspecto del mondongo”. A Cardozo la habían secuestrado en Rosario junto a su marido, Ramón Verón, quien cumplió una condena en la cárcel, pero ella nunca lo supo porque le habían informado que él estaba muerto.

Después del intermedio de las 17, los jueces llamaron a declarar a Irma Angélica Casas, quién habló sobre el secuestro de seis miembros de su familia, entre ellos, sus hermanos Hugo y Carlos, quienes siguen desaparecidos. Casas había sido secuestrada unos días antes que Pérez de Sosa por personas de civil y otras vestidas con uniformes en autos sin patente, quienes la trasladaron a La Perla.

Irma Angélica Casas declara entre lágrimas.

“Me llevaron a la sesión de tortura y comenzó el interrogatorio; yo les dije que mi familia era peronista, pero insistieron en que no, que eramos subversivos y me acusaron de atea”, relató. “El terror fue interrumpido cuando la espuma, los vómitos y una hemorragia persuadieron (a los que la torturaban); allí me revisó la doctora Dorita, que me acusó de mentir para salvarme. Fue hasta que Darío Mojado me pateó para constatar que mi pierna derecha no se movía”, concluyó Casas entre lagrimas.

La testigo contó que en La Perla conoció a Hilda Cardozo, quien le mencionó que procedía de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Además Casas informó que Cardozo le mostró sus pechos y los llevaba quemados “con un soplete y con cigarrillos”.

Por último, el tribunal sintió curiosidad por saber si la testigo era amiga de María del Carmen Pérez de Sosa, quién había afirmado ser “muy amigas” e Irma Casas respondió: “Ella me dijo que había venido a mi casa y que me conocía de antes, pero yo no lo recuerdo”. Allí fue que el presidente de turno del Tribunal, Ricardo Gil Lavedra, preguntó si se encontraba Sosa en la sala. Al recibir una respuesta negativa, el juez afirmó: “Se tiene presente y se resolverá.