Por R. Barranquero, S. Bertotti, B. Incicco y M. Rolando
En otra jornada intensa del proceso a los ex comandantes, en la sala de Audiencia de la Cámara Federal Penal dio testimonio el doctor Hipólito Solari Yrigoyen, asesor personal del presidente Raúl Alfonsín, con rango de secretario de Estado y embajador plenipotenciario, y uno de los fundadores -junto al primer mandatario- del Movimiento de Renovación y Cambio de la Unión Cívica Radical (UCR). Tras haber sido secuestrado y torturado durante la dictadura cívico-militar, recuperó su libertad el 17 de mayo de 1977 y debió exiliarse.
Solari Yrigoyen declaró que el 17 de agosto de 1976, cerca de las 2 de la mañana, un grupo de personas -que describió como “tropas del Ejército”- golpeó la puerta de su vivienda en Puerto Madryn, provincia de Chubut. En su testimonio detalló que, al abrir, un conjunto de hombres “uniformados” se tiraron encima de él, lo ataron de manos y pies, lo amordazaron, vendaron sus ojos y lo encapucharon para introducirlo en el baúl de un auto. Así comenzaba la primera etapa de su detención, probablemente una de las más duras que le tocó pasar.
Al descender del vehículo, sin saber dónde estaba, localizó al diputado nacional Mario Abel Amaya, compañero de la UCR, quien le dijo que se encontraban en la Prefectura Marítima o la Gendarmería Nacional. A las pocas horas fue trasladado a un lugar que, según presume, era la base Aeronaval Almirante Zar, el mismo lugar donde fueron fusilados 16 presos políticos en agosto de 1972, los cuales eran defendidos por Solari Yrigoyen y Amaya, hecho conocido como “La masacre de Trelew”.
Luego Solari Yrigoyen fue llevado al Regimiento 181 de Comunicaciones de Bahía Blanca, junto a Amaya y “por lo menos 30 detenidos más”. El senador agregó: “Tratábamos de sobrevivir; los presos o secuestrados comíamos con las manos porque no se nos daba ni un tenedor, cuando salí de la cárcel pesaba 14 kilos menos”.
Hipólito Solari Yrigoyen declara ante la Cámara Federal (Fuente: El Diario del Juicio)
El relato de la tortura
Al momento de ser preguntado sobre los abusos recibidos, Solari Yrigoyen declaró: “Fui víctima de los más crueles tormentos que puede sufrir un ser humano”. Y detalló: “Sufrí la asfixia, las descargas de electricidad y los simulacros de fusilamiento, aparte de haber sentido la tortura a mis semejantes y de haber tenido la presunción de que algunos de mis compañeros de prisión estaban siendo muertos”. En su testimonio hizo hincapié en el “resentimiento histórico” vivenciado y señaló que sus torturadores le decían que era a su tío abuelo -Hipólito Yrigoyen, presidente de la Nación en dos mandatos- al que tendrían que haber asesinado.
Siguiendo la cronología de su detención, agregó que a los pocos días Amaya y él fueron trasladados a una cárcel clandestina, donde estuvieron dos semanas. Posteriormente los subieron a otro vehículo y los llevaron hacia el Sur del país. Durante ese viaje, recuerda que escucharon tiros y que el auto se detuvo. “Me agarraron de pies y manos, me balancearon y me tiraron a una alcantarilla, quedamos paralizados en el suelo, pero con gran sorpresa vimos que la camioneta de nuestros captores partió, frenó otro coche de la Policía Federal y nos preguntaron quiénes éramos y quiénes eran nuestros secuestradores”. Solari Yrigoyen detalló que los policías los llevaron en automóvil a una comisaría de Viedma y que los trataron “bastante bien”.
“Allí nos preguntaron sobre los hechos que habíamos vivido, relaté mis experiencias, pero sin decir quiénes eran los presuntos culpables hasta que tuviera garantías”. Al tiempo, él y Amaya fueron trasladados en avión: “Aterrizamos en la base Almirante Espora de Bahía Blanca, ahí nos esperaba un oficial de la Marina”, recordó. “De ahí fui llevado, junto a Amaya, a la cárcel de Bahía Blanca, donde se nos obligó, bajo amenaza, a firmar unas declaraciones en hojas en blanco”. Con tristeza recordó que en esa cárcel a él y Amaya los alojaron en la misma celda: “Fueron los últimos días que pase con un entrañable amigo”.
Prosigue la declaración con su traslado a la cárcel de Rawson, donde estuvo nueve meses. “Entre el 13 y el 15 de septiembre me sacaron de la celda para ir al baño y ahí fue cuando lo vi por última vez a Mario Abel Amaya; tuvimos un breve diálogo, él estaba con la cabeza partida, me costó reconocerlo, le pregunté cómo estaba y me respondió que se estaba muriendo”. Y agregó que se enteró del fallecimiento de su amigo por el diario Jornada de Trelew.
El exilio
En el tramo final de su declaración, Solari Yrigoyen relató: “Mi abandono de la cárcel de Rawson se vincula con mi salida del país, firmé el pedido de opción contra mi voluntad. Me subieron a una avioneta chica y me decían que iban a tirarme al mar; seguí viaje a Buenos Aires, ahí fui descendido y bien tratado, se hizo cargo de mí la Policía Federal”. Y agregó: “En el avión me encontré con mi señora. Ella había pagado por su pasaje y el mío para salir del país; a los pocos minutos de despegar pude comenzar a disfrutar de la libertad, el 17 de mayo de 1977″. Hipólito Solari Yrigoyen se radicó en París hasta la restauración de la democracia en 1983.
Para finalizar su testimonio, Solari Yrigoyen quiso agregar a su declaración que antes de sufrir los episodios que relató, fue víctima de dos atentados: “En el primero explotó un automóvil conmigo adentro, estuve muy grave”, y concluyó: “Fue el primer atentado de la Triple A, el 21 de noviembre de 1973. Esa organización macabra, como todas las terroristas, hizo su presentación en sociedad, la pasé muy mal, estuve internado y sufrí seis operaciones”.