Por S. Enricci, J. Lota, N. Espósito y F. Lo Duca
Esta tarde el presidente del CELS, Emilio Fermín Mignone, relató minuciosamente ante el Tribunal Penal Federal las circunstancias del secuestro de su hija Mónica, ocurrido el 14 de mayo de 1976 a las 5 de la mañana en su domicilio de la avenida Santa Fe 2900 de la ciudad de Buenos Aires, cuando cinco hombres que dijeron pertenecer al Ejército se la llevaron a su hija, para “someterla a un interrogatorio”.
“Dijeron que no nos preocupáramos y que volvería en algunas horas”, contó sobre los captores. Tiempo después, pudo determinar que se trataba de personal de la Marina.
Durante su extensa exposición, el abogado, que también es miembro de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), acusó a los altos mandos de las Fuerzas Armadas de haber aplicado “un plan de represión clandestina y orquestado desde las tres fuerzas”.
Emilio Mignone ingresa al recinto para prestar declaración.
Su hija Mónica, que aún permanece desaparecida, ejercía como psicopedagoga en el Hospital Piñero y colaboraba en la parroquia Santa María Madre del Pueblo, ubicada en la villa del Bajo Flores, junto con sus amigos, los matrimonios Ocampo-Lugones y Pérez-Weiss, Maria Esther Lorusso y Mónica Quinteiro. Todos ellos desarrollaban acciones sociales, religiosas y políticas en esa parroquia, y fueron detenidos ilegalmente el mismo día para ser trasladados a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).
Vínculos con la Iglesia Católica
Durante su declaración, Mignone se mostró enérgico y entero, a pesar del evidente dolor. Detalló las entrevistas que mantuvo con representantes de lglesia Católica. El obispo de Morón, Justo Laguna, le manifestó que sabía que la metodología de las Fuerzas Armadas se basaba en el secuestro, la tortura y el asesinato. También afirmó que el obispo Laguna le confió en una ocasión que durante una reunión secreta, en septiembre de 1975, los altos mandos de las Fuerzas Armadas, generales, almirantes y brigadieres, habían votado por el sistema de represión clandestina.
Emilio Mignone se entrevistó además con el nuncio apostólico Pío Laghi, quien le dijo que quienes integraban la Junta Militar “eran todos asesinos”. Mignone mencionó que, al contarle esto a Massera, le contestó: “Qué raro, porque siempre acepta jugar al tenis conmigo”.
Durante la búsqueda de su hija, Emilio Mignone se entrevistó en tres oportunidades con el almirante Emilio Eduardo Massera y éste siempre le negó la participación de la Armada en ese secuestro. Además, reveló en esas conversaciones la existencia de cortocircuitos entre las tres fuerzas, con frases como “Videla es un hijo de puta”, “que él daba la cara, que él me recibia y que el Ejército no”, “que Videla nunca quiso hacer pública la lista de detenidos”.
Sobre el caso de las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet, Massera le dijo: “Ambas están muertas y ello se lo había comunicado al presidente de Francia, Valéry Giscard d’Estaing”.
Al término de la declaración, el defensor de Jorge Rafael Videla, Carlos Tavares, solicitó al tribunal que cite a declarar a los militares involucrados por el testigo.
Los 14 estudiantes bahienses
La Cámara Federal consideró la privación ilegal de la libertad de catorce estudiantes secundarios del ENET Número Uno “Ingeniero Cipolletti” de Bahía Blanca en diciembre de 1976. El grupo de chicos permaneció cautivo durante un mes en un lugar al que identificaron como el centro clandestino de detención “La Escuelita”, donde fueron sometidos a “interrogatorios bajo tortura”, sobre su presunta participación en distintos atentados.
Uno de los testigos de este caso es Sergio Andrés Voitzuk, quien contó que fue detenido en su domicilio de Bahía Blanca entre el 17 y 20 de diciembre de 1976. Además recordó que fue apresado por personal armado vestido de civil y conducido hasta un sitio que luego reconoció como “La Escuelita”.
Voitzuk señaló que en ese lugar fue torturado e interrogado acerca de unas armas, e indicó que junto a él se encontraban otros compañeros del colegio. Expresó también que “me enteré que mis amigos estaban detenidos por una conversación con la novia de uno de ellos, de apellido Giordano” y agregó: “Todos fueron liberados, menos Giordano y su novia que aún se encuentran desaparecidos”.
Finalizado el testimonio, el doctor Carlos Tavares inquirió a Voitzuk y cuestionó su memoria sobre lo testimoniado ya que “solo tenía 16 años cuando fue detenido”.