Por E. Danesi, B. Grappa, A. Cabrera y D. Galarza
La audiencia de hoy se caracterizó por los diversos testimonios acerca del caso mundialmente conocido como el de “las monjas francesas“. María del Rosario Carballeda de Cerruti fue la primera en declarar ante el Tribunal Federal Penal sobre los secuestros en la iglesia Santa Cruz y la participación encubierta en el operativo de Alfredo Astiz, bajo la identidad de Gustavo Julio Niño.
El capitán Alfredo Astiz, conocido como “El ángel de la muerte”, tenía 26 años cuando se infiltró entre familiares de desaparecidos para “marcarlos”.
“Astiz hacía tareas de inteligencia y controlaba en especial a Azucena Villaflor”, aseguró Carballeda de Cerruti. “Las madres estábamos muy inquietas, queríamos hacer cosas, no hablar”, declaró sobre el encuentro de ese día en la iglesia. “Yo vi cómo se llevaron a Esther de Careaga y María Ponce de Bianco”, afirmó y agregó: “Sentí el mismo terror que cuando se llevaron a mi hijo”.
Seguidamente brindó su testimonio Beatriz Aicardi de Neuhaus quien sumó a los dichos de Carballeda detalles de lo ocurrido esa tarde. Señaló que, luego de ver cómo se llevaban a sus compañeras preguntó a los hombres de civil encargados del operativo el motivo de la detención. La respuesta que obtuvo fue que las llevaban “por drogadictas”. “No se llevaron a más porque no había lugar”, detalló la testigo, quien consultada por el tribunal sobre la presencia policial en el lugar concluyó: “No había un solo agente ese día. Estaba todo planificado”.
El tercero en declarar fue el religioso Federico Richards, quien aseguró haber hecho gestiones por personas desaparecidas ante la Nunciatura y el vicario castrense, y afirmó que en 1977 ya habían registrado 2500 casos de personas desaparecidas. “En la Nunciatura semanalmente elevaban al Ministerio del Interior una lista de personas desaparecidas”, comentó el sacerdote.
El testimonio siguiente correspondió al párroco responsable de la iglesia Santa Cruz, Mateo Perdía, quien declaró haber estado en el extranjero durante el operativo. Además fue consultado por el fiscal adjunto Luis Moreno Ocampo sobre si había realizado algún tipo de gestión para conocer el paradero de las personas secuestradas. El sacerdote respondió no haber hecho ninguna.
Luego el representante legal del Colegio Santa Cruz y teniente de esa parroquia, Santiago O’Leary, describió los hechos ocurridos esa misma tarde y agregó: “Llamé a la comisaría 20 y me contestaron que no habían hecho ninguna clase de detención ni habían intervenido para nada”. El párroco negó haber hecho algún tipo de gestión además del llamado a la comisaría y explicó que desconocía al grupo de madres que se reunía todos los jueves en la parroquia.
Esteban Mango era un niño de 12 años en el momento del operativo en el templo, pero aportó su punto de vista como testigo presencial del hecho. “Lo que más me impresionó fue el movimiento de gente y las armas”, sostuvo.
El último testimonio sobre los secuestros en la iglesia Santa Cruz lo brindó Gustavo Niño. Aunque su nombre figuraba en la solicitada que se publicó en el diario La Nación el día 10 de diciembre, el testigo aclaró que se encontraba en Estados Unidos en el momento en que fue firmada. Asimismo, varios de los declarantes de la jornada coincidieron en que la identidad de Niño fue utilizada por el entonces capitán Alfredo Astiz para infiltrarse en el grupo como hermano de un desaparecido.
Por su parte, la periodista Lila Pastoriza de Jozami fue la última en presentar su testimonio ante la audiencia y aportó al tribunal detalles de su cautiverio en la Escuela de Mecánica de la Armada a (ESMA): “Al bajar del colectivo, inmediatamente sentí como alguien se abalanzó sobre mí, me tiraron al suelo, me golpearon y me subieron a una camioneta”, describió sobre el momento de su detención el 15 de junio de 1977.