Por Paula Grandis @paulagrandis

El testimonio del pediatra Norberto Liwski y las declaraciones de algunos de sus compañeros en cautiverio Francisco García Fernández, Atilio Barberán y María Amalia Marrón, remarcaron la barbarie de los interrogatorios y cuán deplorables eran las condiciones de detención bajo el sometimiento de sus captores. Hacia el final de la jornada, el coronel retirado Alberto Pedro Barda decidió abstenerse de declarar resguardándose en el artículo 18 de la Constitución Nacional.

En cautiverio, la barbarie

La jornada de hoy reunió varias víctimas de la represión ilegal alojadas en el Complejo 17 del partido bonaerense de La Matanza. En marzo de 1978, un grupo de vecinos de ese barrio organizó una misa en la catedral de San Justo para rezar por Silvia Benitez, desaparecida desde 1976. A la salida de la ceremonia y a la madrugada siguiente, fueron secuestrados varios vecinos. Uno de ellos, el médico Francisco García Fernández, uno de los fundadores del dispensario médico en el Complejo 17, fue llevado a la Brigada de San Justo.

Privado de su libertad por más de tres años, recordó que, en vísperas de su traslado a la subcomisaria de Laferrère, uno de sus secuestradores, conocido como el Tiburón, los amenazó a él y a su colega Norberto Liwski, diciendo que si alguno de ellos denunciaba el lugar donde habían estado, la próxima vez que se vieran serían “boleta”. Allí, en la Brigada de San Justo, ambos habían sido torturados en reiteradas ocasiones mediante la aplicación de picanas, palizas y asfixia, método que ellos llamaban “el submarino seco”.

Pero, para los secuestradores, los golpes no eran suficientes. La violencia física estaba acompañada de violencia psicológica. Ante el tribunal que busca juzgar a los integrantes de las tres juntas militares que gobernaron de facto el país entre 1976 y 1983, el pediatra Norberto Liwski recordó el instante en el cual, cercado en su hogar por un grupo de hombres “fuertemente armados”, reclamó por sus hijas, dos pequeñas de 3 y 6 años: “Me dijeron que ya estaban ‘chupadas’”. Por entonces, Liwski no sabía qué significaba tal término. Sólo intuía lo peor.

El testigo declaró asimismo que, en cada tortura, sus captores gozaban del temor de un padre angustiado por el destino de sus hijas. “Desde el primer momento, y cada vez que fuera oportuno, sostenían que las niñas estaban secuestradas y en su poder. En un intervalo de la tortura del primer o segundo día, me mostraron la ropa interior de las nenas… Bombachitas, sucias, mojadas, relató Liwski. “Después me enteré que las habían robado de mi casa junto con todo lo demás. Mis hijas no estaban allí. Pero luego supimos que el país estaba sembrado de niños desaparecidos y de niños torturados”, agregó con pena.

Liwski también confirmó la presencia del médico ginecólogo Jorge Vidal en la Brigada de San Justo. “Cuando uno de los torturadores me anunció que pronto me acompañaría mi hija en la tortura, le preguntó al médico con qué peso podrían comenzar a torturar a los niños, y afirmó con bastante convicción que a partir de los 25 kilos ya era posible aplicar la picana, atestiguó Liwski.

El pediatra Norberto Liwsli, en su declaración ante la Cámara Penal Federal. (Foto: memoriaabierta.org.ar)

Otra testigo que logró conmover a todos los asistentes fue la maestra de la guardería del Complejo 17 María Amalia Marrón, quien tenía apenas 19 años cuando fue secuestrada y recién fue liberada cuatro años después, en 1982. Ella también denunció la participación del médico Jorge Vidal en las sesiones de tortura, no para brindarle asistencia médica, sino para verificar que se podía continuar aplicando tormentos sobre ella.

Barda se negó a declarar

Tras la declaración de Liwski, el abogado defensor Carlos Tavares y el juez Ricardo Gil Lavedra, quien preside esta semana el tribunal, tuvieron un leve desacuerdo. Asimismo, dado que, con ánimos de exculpar a sus clientes, los letrados buscaron demostrar la legitimidad de la detención de Liwski a través de preguntas basadas en informes sobre los interrogatorios a los que se había sometido al testigo, el juez León Arslanián manifestó que el testigo no podía ser interrogado como inculpado.

Sobre el final de la jornada, la tensión era latente. Se esperaba que el coronel retirado Alberto Pedro Barda prestara declaración pero, aunque asistió a la audiencia, al ser llamado al estrado se limitó a expresar: “Como oficial superior del Ejército Argentino, he desarrollado la lucha contra la subversión, y de acuerdo con el artículo 18 de la Constitución Nacional manifiesto mi decisión de abstenerme de declarar ante este tribunal”.