M. Menéndez, A. Cuadra, M. Presti, J. Rodríguez Tavella

El 24 de octubre de 1999, Fernando de la Rúa se consagró presidente, luego de derrotar a Eduardo Duhalde por una diferencia de 2 millones de votos. Dos años después, el radical renunció y dejó un país en crisis con un 17, 4% de desocupación, 38,3 % de pobreza y 39 muertos. Tras su caída, el país tuvo cinco presidentes en diez días, lo que culminó con la llegada a la Casa Rosada de Eduardo Duhalde, que recién había sido electo senador nacional por el Partido Justicialista, con el 43,1 por ciento de los votos. El 2 de enero, por decisión de una Asamblea Legislativa, Duhalde asumió la conducción del país.

– ¿Por qué cree que cayó el gobierno de De la Rúa?

-Es muy difícil atribuir a una sola razón la caída de un gobierno, el de De la Rúa o cualquier otro. Al final de la presidencia de Menem, la convertibilidad, que había sido una excelente herramienta para sacar a la economía de las cíclicas inflaciones y recesiones que la caracterizaron durante el regreso a la democracia, mostraba claros signos de agotamiento. La producción en caída libre, el desequilibrio en la balanza de pagos, la pérdida de reservas, pero Carlos Menem y Domingo Cavallo se habían enamorado del sistema y se negaban a ver la realidad.

– ¿Se equivocó al mantener la convertibilidad? ¿Eso precipitó la caída? ¿Usted la hubiera mantenido?

-Yo empecé a señalar esto en 1997 y en mi campaña como candidato a presidente en las elecciones de 1999 propuse un plan para salir sin turbulencias de la convertibilidad. Es muy probable que esa haya sido una de las razones de mi derrota. La gente quería creer que un peso-un dólar iba a durar para siempre y yo no estaba dispuesto a mentirle. De la Rúa tampoco mintió. Él creía que la convertibilidad seguía sirviendo y la mantuvo. Estaba equivocado. Y la situación se deterioró a toda velocidad, sobre todo porque nombrarlo a Cavallo nuevamente al frente de la economía fue una señal muy fuerte y si a eso le sumamos la renuncia del vicepresidente denunciando corrupción conseguimos una mezcla explosiva: corralito, corralón, jubilados frente a los bancos reclamando sus haberes, cacerolazos. Basta con leer los diarios de la época para darse cuenta de que la situación era insostenible por un cúmulo de desaciertos y no sólo económicos.

– De la Rúa lo acusa de haber generado su caída, ¿qué dice usted sobre eso?

-Sí, nos acusó en su momento a mí y a Marcelo Tinelli. Yo lo comprendo. ¿Qué quería que hiciera, que acusara a los hijos, que eran los que lo aconsejaban? Mejor veamos lo hechos. A fines del año 2000 hubo una reunión, de las que se hacen siempre, para brindar y despedir el año. Había políticos, industriales, dirigentes empresarios, y todos se quejaban: recesión, ruptura de la cadena de pagos, falta de crédito. A nadie le iba bien. Lo que estaba planeado como un festejo derivó en una catarsis. Lo único que quedó como positivo fue la idea de hacer algo para ayudar al gobierno a salir de la crisis de inacción en la que había caído. Por otro lado, cuando uno hablaba con los dirigentes gremiales, con los dirigentes sociales, con los representantes de la Iglesia, el panorama era el mismo: bajos salarios, desempleo, hambre. Fue entonces que con mi admirado don Raúl Alfonsín (que, vale la pena recordarlo, era del mismo partido que De la Rúa) decidimos crear el Movimiento Productivo Argentino, con la idea de acercarle al gobierno ideas que permitieran salir de la crisis y a de la Rúa completar su mandato.

-¿Lo concretaron?

-Elaboramos un documento y se lo llevamos a De la Rúa. En él, decíamos que ya no era posible un aterrizaje suave de la convertibilidad, pero que, aun con turbulencias, estábamos dispuestos a acompañar a De la Rúa en ese trayecto. Y sugeríamos una serie de medidas. El Presidente lo recibió, lo guardó en un cajón y siguió adelante con sus planes. Convocó a Menem a una mesa de diálogo. El resto es historia conocida. Los saqueos fueron en parte la consecuencia de que algunos intendentes no pudieron pagar los sueldos y en parte (no lo descarto) el resultado de la acción de grupos que siempre están dispuestos para ese tipo de cosas. Desde un punto de vista egoísta, a mí me convenía que De la Rúa terminara su mandato y presentarme a elecciones, en las que hubiera arrasado. Tampoco me convenía ser presidente de la manera en que lo fui, porque, desde mis convicciones, eso me obligaba a renunciar a mi candidatura en las elecciones que iba a tener que organizar como Presidente en ejercicio, cosa que hice.

– ¿Se encontró personalmente con De la Rúa después?

-Sí, cuando declaré en el juicio en el que lo acusaban de los famosos sobornos. Fui testigo de su defensa, porque siempre estuve convencido de que él es un hombre honesto y que no tuvo nada que ver. Allí nos cruzamos y nos saludamos.

-¿Qué recuerdo personal tiene de aquellos días de diciembre?

-Me provoca tristeza, angustia. Viví esos días con una enorme desazón, porque veía que desbarrancábamos en una guerra civil. Lo que ocurrió fue una masacre, un disparate. ¿A quién se le ocurre disolver una manifestación de ciudadanos, de mujeres con chicos en brazos, a los tiros? De la Rúa estaba como en estado de catatonia. No reaccionaba. Declaró el estado de sitio y casi nadie recuerda que, el día después de la salida en helicóptero, regresó a la casa de Gobierno y no habló de los muertos.

-¿Ve similitudes entre el gobierno de De la Rúa y el de Mauricio Macri? ¿Coincide con Lavagna en que aplica el mismo plan económico que en los 90´?

-No, no veo similitudes, en mi discurso de asunción como presidente, dije que venía a terminar con un régimen económico rentístico y usurero, basado en los programas de ajuste estructural y el Consenso de Washington, que había sido impuesto a sangre y fuego en 1976. Yo no tengo elementos para pensar que el programa de Macri es el mismo. Pero si Lavagna, que es uno de los hombres que más sabe de economía en América Latina lo dice, debe tener sus razones.

-¿Puede terminar como De la Rúa?

-No.

-¿Cómo compararía la situación actual del peronismo con la de 2001?

-Tiene más problemas ahora que en 2001. No tiene liderazgos, igual que todos los partidos. Al punto tal que, si por alguna razón Macri dejara de ser presidente, el peronismo en este momento no sería alternativa.