Por Yadir Hamze
La dramaturga Claudia Quiroga fundó, junto a la artista escénica Sandra Posadino, la organización teatral feminista “Las chicas de blanco”. Doce años después, en 2011, hicieron lo propio con la afiliación “Mujeres de Artes Tomar”. Escuchar a esta referente del teatro militante invita a reflexionar sobre el trato que un género y otro recibe por parte del arte en general. Quiroga afirma que “los proyectos culturales de una mujer todavía no cuentan con una consideración igual a la que suelen recibir los pensados por un director”.
-El reclamo contra el machismo se fortaleció en 2015 con la primera protesta de #NiUnaMenos. ¿Costaba a las mujeres involucrarse en los circuitos artísticos antes de ese momento?
-Sí, porque los proyectos culturales de las mujeres aún hoy son invisibles. Por ejemplo, todavía no hay una ley que garantice una equivalencia en la cantidad de integrantes femeninos y masculinos de cada teatro. Por otra parte, el sitio web alternativateatral.com publicó una nota en la que preguntaba quién había sido el mejor autor y nombraba sólo a hombres. Por lo tanto, el patriarcado subyace en la cultura.
-Posadino y usted arrancaron con “Las chicas de blanco” en 1999. ¿Cuánto cambió el ambiente teatral desde entonces?
-La gran diferencia es que en aquella época las obras tenían una mirada femenina, pero no una conciencia de género que conllevara a una idea política. Sin embargo, los espectáculos de la organización ya mostraban que había que desnaturalizar ese romanticismo que significaba que la mujer estaba obligada a casarse. La intención era que la sociedad viera que una mujer no necesita de un hombre para realizarse. Luego, en 2005, el dúo asentó sus pensamientos partidarios después de haber visto en la ciudad de Juárez, México, la manifestación por los asesinatos de mujeres que se daban desde 1993. Ahí conocimos a la palabra femicidio.
–Si bien ustedes crearon la asociación civil “Mujeres de Artes Tomar” en 2011, el plan surgió después de esa marcha de Juárez…
-Sí, haber presenciado esa convocatoria generó que el grupo consolidase un discurso político de transformación; entonces, “Mujeres de Artes Tomar” nació con el objetivo de representar a las víctimas de violencia de género en los debates sobre medidas públicas como el aborto o la paridad laboral. Además, la corporación cede dinero a las damnificadas y las conecta con profesionales legales y psicológicos.
-En conjunto con “Mujeres de Artes Tomar” se instauró la fundación “Marzo, Mujer y Memoria”, que relaciona el 8 de marzo, Día de la Mujer, con el 24 de marzo, que reivindica la memoria colectiva. ¿Ve conciencia sobre las 129 muertes que hubo en la fábrica Cotton de Nueva York el 8 de marzo de 1909?
-No. Tiene que haber una conmemoración pero a nivel masivo. Todavía existe un festejo que es aprovechado por los comercios para vender más. Sin embargo, el debate sobre la despenalización del aborto y las entrevistas de Jorge Rial a activistas en favor de la consigna “Ni Una Menos”, como por ejemplo Malena Pichot, permiten un acercamiento hacia la igualdad cultural y laboral entre géneros. Hoy la mujer no está representada por ningún gremio.
-En el show “Changas conurbanas” usted representaba a seis mujeres que no percibían un buen salario y eran violentadas en sus casas y empleos. ¿Cómo fue haberse puesto en el lugar de esas personas?
-Ya el título de la obra instalaba que los personajes se encontraban oprimidos por trabajar de changas, es decir que no contaban con un horario fijo ni con un sueldo en blanco. Para ese espectáculo, la protagonista se subía al escenario con un chango de supermercado lleno de zapatos. Más adelante, cuando contaba otra historia, la actriz se cambiaba el calzado; entonces, jugaba con la literalidad del refrán que decía que había que ponerse en los zapatos del otro. Esas modificaciones constantes explicaban la precariedad de la labor de esos individuos.