Por Aldana Gola
La moratoria previsional para que las mujeres de entre 60 y 64 años con menos de 30 años de aportes puedan acceder a una jubilación vence el próximo 23 de julio y esta vez no habrá renovación. El fin de esta opción de compra de aportes por la que entre 2003 y 2016 se jubilaron con la mínima casi un millón ochocientas mil mujeres, pone en agenda la necesidad de un sistema laboral y previsional que contemple el valor económico de las tareas domésticas y de cuidado, que históricamente han recaído sobre las mujeres.
Según la Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo realizada en 2013 por el Instituto de Estadísticas y Censo (INDEC), la tasa de participación de los varones en el trabajo doméstico no remunerado es de 57,9% contra el 88,9% de las mujeres. Ellas dedican a estas tareas de limpieza y cuidado unas 6,4 horas, casi el doble de las 3,4 que utilizan ellos. La brecha es más grande entre los más jóvenes: en los grupos de 18 a 29 años, las mujeres participan del trabajo doméstico un 64% más que los varones. Entre los 30 y los 59 años, esta diferencia es del 52% y después de los 60, del 46%.
De acuerdo a un informe del entonces Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, hoy degradado a Secretaría, el porcentaje de mujeres en el mercado laboral creció del 36,8% en 1990 al 48,1% en el primer trimestre de 2017, pero no sucedió lo mismo con el trabajo de los hombres en el hogar. Para la economista feminista y docente Lucía Cirmi Obón, esto tiene que ver con políticas públicas que quedaron basadas en un formato viejo, en el cual la mujer cuida y el varón trabaja, y también con el supuesto de que todas las familias son heterosexuales y en pareja. “A la vez, no hay servicios de primera infancia que cubran las necesidades, entonces se queda en la casa el que menos gana que, en Argentina y el mundo, son ellas”.
El trabajo doméstico es fundamental para la economía porque permite que las personas puedan vivir y acceder a un empleo, pero hoy sólo es remunerado cuando se realiza fuera de la casa: de las mujeres ocupadas, el 17,3% trabaja en este tipo de tareas. La mayoría son madres y el 28,6% son pobres, según datos de 2018 del Ministerio de Trabajo. “Hay una naturalización de que el trabajo que se hace en los hogares es una responsabilidad natural femenina, que ellas tienen una intuición para cuidar y limpiar y en base a eso se armó un sistema económico que no lo contabiliza y, cuando lo hace, lo remunera por debajo de lo que vale”, explica Cirmi Obón.
Que estas tareas no sean remuneradas afecta a las trabajadoras que se desempeñan dentro y fuera de sus casas y repercute en sus jubilaciones. Por un lado, las “amas de casa” no son reconocidas como trabajadoras por el Estado; por el otro, las que trabajan fuera del hogar suelen hacerse cargo de una doble jornada: una remunerada y otra, la doméstica, sin remuneración. Esto condiciona su compromiso, determina su elección hacia una ocupación de tiempo parcial, genera descuentos en su salario o afecta el hecho de ser consideradas para un posible ascenso. “Esta situación impacta en el desarrollo profesional de las mujeres y eso se ve en las estadísticas de Argentina”, dice la economista. “A pesar de que siempre hay una brecha en la participación laboral entre ambos géneros, después de la etapa fértil se acentúa y las mujeres vuelven con un ingreso más bajo”.
Para Cirmi Obón, es necesario transformar el sistema previsional para que no perjudique a las mujeres y profundice las brechas de género. “Habría que ir en el futuro a un sistema donde haya jubilaciones universales que se financien con contribuciones de todos los tipos de trabajadores y también de otros impuestos”, explica. “Hay que sacarse un poco de la cabeza el sistema contributivo porque no resuelve y deja a las mujeres en situación de pobreza”. Como una solución temporal, la diputada nacional de Córdoba Federal Alejandra Vigo presentó un proyecto de ley para extender la moratoria, que vence el 23 de julio próximo, hasta septiembre de 2020.
En cuanto a posibles soluciones para que las trabajadoras sean reconocidas por el Estado, la economista propone un sistema de cuidadores y cuidadoras a domicilio, remunerado o subsidiado, una mensualidad para los que eligen quedarse a cuidar y la existencia de servicios públicos y gratuitos, todos acompañados por “una promoción de deconstrucción de estereotipos”.
Foto: Mural de la artista Ailén Possamay