Por Ilaria Landini
En año nuevo, Livia Landini y su marido brindaron sin saber lo que les esperaba dos meses después. Ahora, casi cuatro meses después, esperan en Milán la llegada de Matilde, su primera hija, en cuarentena.
“La situación acá en Milán es pesada, cada día hay entre 1.500 y 2.200 casos de coronavirus. Tampoco se sabe cuántos son los que tienen síntomas que todavía no acuden a un hospital, es decir que la cifra es mucho más grande de lo que dicen los medios”, cuenta desde su casa. Livia tiene 35 años, es italiana con padre argentino. “Los hospitales para parir tienen sus propias reglas. En el que voy a parir yo (un hospital bastante chico y sin casos de parto de COVID) hacen entrar solo a la madre, el padre debe quedarse afuera.”
Los días en cuarentena son difíciles y todo lo que pidieron por internet para el nacimiento no llegó a ser entregado. “No tengo cuna para la beba, solo alguna ropa. Les estamos pidiendo a algunos amigos si nos pueden prestar las cosas básicas por un rato”, relata. “Para mí es muy pesado, lo único que me importa es que estemos bien. Obviamente me preocupa porque nunca sabés si está realmente todo bien en tu casa, constantemente me pregunto: ¿tenemos que limpiar más? ¿Es suficiente? No podemos controlar todo, tengo esa sensación de que siempre estamos en riesgo.”
De alguna manera la pareja intenta atravesar este momento de la mejor manera y en eso el contacto con sus amigos es crucial. “Juntarse a través de las redes sociales se está haciendo y funciona, es increíble porque estamos hablando mucho más entre nosotros, con mi grupo de amigos nunca se habló tanto como ahora. Hablamos todos los días, es como si esta distancia social y real nos estuviera reconectando con la emotividad; nos preocupamos por cómo estamos todos, le dedico un tiempo a llamar a aquellas personas con las que no hablo hace mucho para saber de sus vidas”, dice Livia.
A fines de enero, Pedro Gómez Sabaini viajó a París para hacer unos meses de intercambio. La situación se empezó a poner fea en los países vecinos, aunque él no creía que llegaría a la instancia que llegó. Tuvo que irse de Francia muy rápido. “Me estaba quedando en lo de una familia amiga y no estaba para hacer cuarentena con ellos y estaba lejos de mi familia sin poder hacer nada”,cuenta hoy.
Llegó a Santiago de Chile, donde vive su familia, diez horas antes de que anunciaran el cierre de fronteras. “Si llegaba diez horas más tarde no hubiera podido entrar al país porque no soy ciudadano”, dice aliviado. Si bien puede pasar la cuarentena con su familia, está aislado dentro de la casa. “Estoy encerrado en un cuarto de invitados y lejos de toda mi familia; no como en la mesa, no entro a la casa, me dejan una bandeja de comida afuera del balcón.”
Mauro Anzini tiene 70 años y es italiano. Por varias razones, es parte de los grupos de riesgo: tiene problemas respiratorios, lleva un marcapasos y además es un fumador empedernido. Por su estado de su salud, evita el invierno y este año vino a pasar el verano a Sudamérica, entre Uruguay y la Argentina. Tenía pasaje de regreso a Italia para mediados de abril. “El pasaje lo voy a cancelar, aunque temo que la situación aquí en la Argentina se agrave y no pueda quedarme tranquilo ni aquí ni allá”. Por el momento le parece más seguro quedarse en la Argentina, en un cuarto piso de 50 metros cuadrados y un balconcito donde puede salir a fumar. “No salgo del apartamento, acá adentro tengo la televisión y mis libros, traje el capital justo para vivir durante tres meses pero si la situación sigue así tendré que buscar otra solución.”