Por Stefanía Gatica
Pienso sentada en mi balcón, mirando a aquella gente que sale a caminar por las calles como si nada. Los entiendo más que nadie, sé lo que es estar sola y aburrida en casa tanto tiempo. Antes me quejaba del “sábado inglés” por descansar un día entero, casi dos, imagínense las quejas que se generan en mi cabeza por estar encerrada desde aquel 20 de marzo, el día que nuestro Presidente de la Nación decretó “aislamiento social, preventivo y obligatorio”.
Pero más allá de todas mis quejas, mi tristeza, mi archimega aburrimiento, pienso en aquellos que no podrán volver a algún ser querido por culpa de este virus. Este maldito virus sin cura a la vista. Hoy el único remedio que podemos consumir es quedarnos en casa encerrados, aislados de todos los nuestros. Sí, es difícil, aburrido, doloroso, pero debemos hacerlo para reencontrarnos con las personas que extrañamos.
Por eso a veces no entiendo a la gente que sale por las calles como si nada pasara. Como si todo estuviera bien, como si nada pasara. ¿Será que no entienden que por culpa de ellos el virus sigue expandiéndose por todos los rincones? ¿Acaso pensarán que todo esto es una joda china? Sinceramente, no lo sé. Lo único que sé es que no tienen ni un poquito de ética. Porque si la tuvieran se quedarían en sus casas pensando en las personas que más quieren. Aquellas personas que más extrañan.