Por Magalí Schefer

Joaquín Sánchez Mariño tenía 19 años cuando viajó por primera vez solo. Su destino fue Nueva Zelanda, donde conoció a un joven de Arabia Saudita que despertó su interés por Medio Oriente. Dieciséis años después, siendo periodista y escritor, Sánchez Mariño decidió viajar allí con el objetivo de cubrir una de las peores catástrofes humanitarias: la guerra civil en Siria y el problema de los refugiados. Pero la pandemia del coronavirus interrumpió sus planes y tuvo que emprender la vuelta a casa, en la que continuó informando sobre otros temas y con distintos enfoques por sus redes sociales, que es donde normalmente muestra su oficio.

-Tu proyecto de periodismo independiente y colaborativo #UnderPeriodismo tiene que ver con tu manera de vida porque, desde el lugar de los hechos, explicás aquello que te interesa contar.
-Aunque trabajé en redacciones y continúo haciéndolo, el periodismo de escritorio fue el que me llevó a ser independiente porque cada vez más los editores querían que estuviera muchas horas haciendo notas. Y después de un tiempo, desarrollé un plan que vi como algo que merecía ir más allá de mi persona. Hacía mucho que tenía ganas de entender lo que pasaba en Siria, un gran lugar donde está al desnudo la condición humana. Y por más que leyera e intentara estudiar no lograba contenerlo, entonces decidí viajar en marzo a Beirut, capital del Líbano, como primer destino.

-¿Había conciencia, durante los primeros días de marzo, de lo que implicaba el coronavirus?
-La gente ya estaba encerrada, y así les fue. Es un país chiquito. No sé si fue conciencia del virus o su propia naturaleza de agrandar los peligros, pero tuvieron una respuesta social muy veloz. Hasta los shoppings estaban vacíos y las farmacias no tenían barbijos, incluso antes del confinamiento estricto y el cierre de fronteras, que pude evitar antes de que se decretara.

-En Moria, el mayor campo de refugiados europeo, ¿la situación era igual que en Medio Oriente?
-Debido al contexto, en la isla de Lesbos no perseguían más a voluntarios, periodistas y refugiados ya que los comandos fascistas y policiales, que desde diciembre de 2019 provocaban pánico general y tensión, estaban en sus casas. El virus los aplacó.

-El contexto de violencia previa afectó la cobertura y, sobre todo, las fuentes…
-En muchos lugares siento que llegué a tener un contacto con las personas, pero en Lesbos no. Me costó bastante por la desconfianza de sus habitantes y refugiados, aunque eran los más abiertos y con quienes siempre tengo relaciones más verdaderas. Con los voluntarios también fue difícil. Y fue sorprendente encontrarme con unas argentinas con quienes ni siquiera tuve mucha química. Ni con una compatriota podía dialogar. Me decepcionó, además, que algunos se volvían tan desconfiados que terminaban creyendo que tenían el monopolio del bien. Es una lástima porque ponen muros psicológicos y termina jugando en contra.

El periodista durante su cobertura en Venezuela.

-“La buena disposición hacia otro ser humano es la única base que puede hacer vibrar la cuerda de la humanidad”, escribió el periodista Ryszard Kapuściński en su libro “Encuentro con el Otro”. ¿Qué tomaste de él para tus coberturas?
-En sus decálogos sobre periodismo está la famosa frase que dice que los cínicos no sirven para este oficio porque para ser buen periodista primero hay que ser buena persona. Un tipo sin empatía no podría. Si no estás preocupado por el otro, no va a funcionar. Es un ser humano frente a otro y, antes de pensar una nota, hay que tratar de tener un vínculo sano. Es una lección de vida.

-¿En qué momento del viaje sentiste buena disposición de los otros hacia vos?
-Cuando estaba en Atenas, luego de viajar desde Lesbos, me cancelaron un segundo vuelo. Un taxista me estafó y la reserva del hotel se había caído por la pandemia, pero el dueño pasó de ser muy mala onda a alojarme. Hasta me devolvió la plata y la madre me ofreció comida. No te conocen, y por lo tanto podés suponerles un peligro porque uno siempre está pensando en eso, aunque tampoco uno no se da cuenta de que también ese otro puede estar viéndote como un otro diferente a él. Los prejuicios están y el contexto actual promueve este sálvese quien pueda, pero podés encontrarte gestos.

-Cuando se pueda volver a viajar, ¿considerás regresar y terminar la cobertura?
-Una vez que la normalidad se instale, sea lo que sea, en el corto o mediano plazo, volveré porque no sacié mi curiosidad. Y voy a cambiar cosas, como prepararme un poco con el idioma, que es difícil. Puedo ir un poquito más armado económicamente para contratar un traductor. Y al no pisar Siria no llegué a encontrarme con ningún error para saber qué cambiar.