Por Tatiana Scorciapino
El Aporte Extraordinario a las Grandes Fortunas, la creación del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), y el intento fallido de estatización de Vicentin, un gigante exportador clave en la economía nacional, pueden considerarse políticas que emulan a las tomadas entre 1946 y 1955 en la Argentina. El rol central y proteccionista del Estado retoma su presencia tras cuatro años de neoliberalismo, dejando entreabierta la posibilidad de una vuelta al Estado de Bienestar, que pondría en jaque a más de un sector. Sin embargo, muchos profesionales desechan por completo esta mirada. El sociólogo de la Universidad de Buenos Aires Juan Maraggi, por ejemplo, advierte: ‘‘Nos deberíamos olvidar de esa definición de Estado, porque no existe la posibilidad de que vuelva a ser como antes. Pueden existir Estados que inviertan más dinero en este contexto de crisis, pero esto no significa que será una política que se extenderá a través del tiempo y los gobiernos ’’.
La manutención de un Estado de bienestar conlleva no solamente una amplia gestión gubernamental, sino también una gran capacidad de reservas que permitan un desarrollo eficiente y real de este tipo de sistema. La crisis económica arrastrada desde el fin de la última dictadura militar, intensificada en 1998, y con estallido en 2001, y la deuda externa, son dos de los factores que imposibilitan por completo que la Argentina pueda volver a construir un Estado de estas características.
Juan Valerdi, economista y docente de la Universidad Nacional de La Plata, analiza: ‘‘Las dirigencias políticas se enfrentan al dilema de tratar de mantener un Estado de bienestar financiado con los impuestos de la clase media, a quien también buscan beneficiar, pero esto le genera conflictos, porque una parte de lo aportado le vuelve a ellos, pero otra parte va a las clases bajas. Este conflicto manejado mediáticamente por las grandes empresas y multimedios, que promueven la baja en los impuestos, empeoran aún más la posibilidad del resurgimiento del Estado benefactor’’.
En las últimas décadas los cambios de los flujos económicos mundiales fueron muy profundos. La globalización y expansión del capitalismo salvaje empujan a los países a unirse a la economía del mercado, manejada por las grandes potencias, para no perder presencia mundial y evitar conflictos internos. ‘’A pesar de su tipo de Estado, China entró en el sistema de producción global no como un país comunista, sino como un país de economía mixta’’, expone Valerdi. ‘‘Proponer un sistema diferente puede dejar fuera del juego a los países“.
‘‘Hoy en día es muy difícil que un Estado pueda producir algo propio, así como también es muy difícil que un país tercermundista tenga divisa propia y su moneda no sea el dólar. Puede existir un Estado similar al de las décadas de 1940 y 1950, pero bajo las nuevas condiciones de producción internacional. Lo que no puede existir es el mismo Estado benefactor que hubo”, afirma Maraggi.
La crisis financiera de 1930 y las dos Guerras Mundiales fueron los hitos que marcaron el comienzo del Estado de Bienestar moderno. Esta expansión estatal surge como respuesta del capitalismo a las pérdidas humanas y la devastación de las principales ciudades del mundo, funcionando como un pacto social para una redistribución de la riqueza más equitativa entre las comunidades afectadas por la post- guerra. ‘‘Fue una especie de parche a un sistema que normalmente tendía a que la gente no tuviese suficiente dinero para vivir dignamente, o para sobrevivir en algunos casos. Se montó un Estado benefactor costoso, pero asumido en sus costos por los impuestos que las empresas y los ricos estaban dispuestos a pagar, para evitar que llegara como tentación y salida el comunismo, para la gente que estaba desesperada’’, define Valerdi.
En la Argentina el Estado de Bienestar inicia con la primera presidencia de Juan Domingo Perón. La nacionalización del mercado, de la mano de la sustitución de importaciones, la inversión en el sector agropecuario y el crecimiento y modernización de la industria nacional, fueron las principales políticas que permitieron la sustentabilidad de este sistema, que se vio interrumpido por el golpe de Estado de 1955, el exilio de Perón durante 18 años y su posterior muerte en 1974, mientras transitaba su tercera presidencia.
Finalizando la década de 1970, tanto en Argentina como en América Latina, el Estado benefactor se vio en jaque por la ejecución de la Operación Cóndor, un plan dictatorial regional que buscaba no sólo la eliminación de sectores de izquierda, de la mano de torturas y desapariciones, sino también la nulidad del Estado proteccionista. ‘‘Comenzó a caer en caída libre porque las grandes empresas, como las multinacionales que crecieron exponencialmente desde el fin de la Segunda Guerra mundial, empezaron a sentir que era demasiado costoso todo ese sistema’’, sostiene Valerdi. La ausencia de voluntad de pago de impuestos y la negación de los grandes sectores económicos para financiar un sistema que ya no se veía amenazado por un posible avance comunista, favorecieron la desaparición casi total de este modelo de Estado a nivel mundial.
El avance del liberalismo en Argentina, profundizado bajo la presidencia de Carlos Menem en la década de 1990, significó casi una completa ausencia del Estado. Sin embargo, “fue durante el fin de su mandato, en 1997 y 1998, cuando comenzaron a aparecer las primeras ayudas estatales, para intentar frenar el estallido por el malestar que comenzó a verse en diferentes provincias”, analiza el sociólogo y profesor de la Universidad de Buenos Aires Andrés Scharager sobre las políticas que no pudieron evitar culminar en una de las peores crisis financieras, políticas y sociales del país, en 2001.
Durante la corta presidencia de Duhalde y en la década posterior, bajo el gobierno de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, las políticas tomadas para salir de la crisis requirieron una fuerte presencia del Estado, pero aun así no lo suficiente para considerar una vuelta del sistema benefactor. La elección y forma de conducción del presidente Alberto Fernández presenta similitudes con las de sus antecesores pero lejos está de ser quien establezca la vuelta a ese orden.
‘‘Es claro que está habiendo una creciente intervención estatal en materia de distribución y contención social, pero el surgimiento de estas medidas está muy ligado por el contexto de la pandemia, y no son exclusivas de Argentina, son políticas que están tomando la mayoría de los países de Occidente. Asimismo, tampoco se puede disociar el contexto de asunción de un gobierno que se muestra rupturista y se propone acabar con las políticas liberales’’, afirma Scharager.
A pesar de las medidas tomadas, Juan Valerdi advierte que son únicamente paliativos para afrontar el presente. “El Estado benefactor que conocemos”, apunta, “muestra una parte en esta situación de pandemia y de crisis financiera y económica mundial, pero no creo que sea continua en el futuro, ni que sea posible ni elegida por las clases políticas, que lejos están de patear los tableros. Sin un cambio de paradigma, no podemos pretender la vuelta a un Estado de bienestar’’.