Por A. Lantaño, A. Buloz, R. Vasquez, F. Fourcade

“Eran terribles las cosas que pasaban en la Colonia, desaparecía gente y se los tragaba la tierra, todo lo que sucedía pasaba al olvido. Ahí fue la última vez que vieron a mi sobrina. Era una chica muy reservada, que amó su profesión, tuvo una vida feliz, la gente la quería”. Así recuerda Inés Lanzetti la desaparición de la médica Cecilia Guibileo, de 39 años, el 16 de junio de 1985 en el Hospital Neuropsiquiátrico Colonia Doctor Domingo Cabred, en la localidad bonaerense de Torres. 

Desde el comienzo el caso presentó irregularidades: “Esa noche tenía que haber tres médicos de guardia y da la casualidad que no fueron, estaba ella sola para asistir a mil y pico de pacientes. Cuando entró a la casa médica le dijo a uno de los internos que la acompañó: ‘Uy, yo dejé cerrada la puerta y está abierta’. Entró y nunca más nadie la vio”, relata Lanzetti.

En cuanto a la responsabilidad del hospital, Federico Maggio, actual encargado del área de prensa y comunicación de la Colonia, asegura que lo sucedido adquirió mayor visibilidad debido a una mala cobertura por parte de los medios: “Se habló mucho, se habló mal y la situación se sacó de contexto, la gente de Torres no está muy contenta con hablar del tema”. 

Lanzetti recuerda que, antes de la desaparición, notaba que Cecilia estaba un tanto extraña. Incluso su hermano le sugirió que grabara un cassette para contar lo que pasaba, aunque esto no llegó a concretarse. “Unos días antes le había dicho a mi hermana ‘mamá tengo que contarte algo terrible’”. Se rumoreaba que la doctora Giubileo estaba investigando el presunto tráfico de órganos en el hospital y que por eso recibía amenazas. El abogado de la Colonia desmiente estas versiones: “En la institución era imposible que sucediera un tráfico de órganos por las condiciones en las que se encontraba el quirófano. Inclusive hay un dictamen de un juez que así lo determinó”.

Los datos del caso

El 16 de junio de 1985, Cecilia Giubileo entró a trabajar en el hospital interzonal Dr. Domingo Cabred a las 21.38, firmó un acta de defunción y, luego, Miguel “El Loco” Cano le pidió que revisara a un interno en el Pabellón 7. Después, hizo un recorrido por el resto de los pabellones. Se retiró a descansar alrededor de le medianoche, acompañada de Cano: entró a la case médica y no se supo más de ella.

Al día siguiente, los trabajadores del lugar fueron a buscarla a la casa médica pero lo único que encontraron fueron sus zapatos, no estaba su maletín de trabajo y el auto permanecía estacionado en el mismo lugar de la noche anterior. El director del hospital, Florencio Elías Sánchez, le elevó un sumario catalogado como Abandono de Guardia.

Días después, su amiga Beatriz Ehlinger hizo la denuncia de la desaparición. Hacia el comienzo de la investigación, Sánchez había mandado a remodelar la habitación de la casa médica y esto impidió el hallazgo de pistas importantes. Cuando se produjo el allanamiento en el departamento de la doctora en la localidad bonaerense de General Pintos, se encontró todo revuelto y 3 mil dólares, lo cual sugería que su desaparición no se había producido por propia decisión. En un segundo allanamiento encontraron la cartera que había llevado al trabajo la última noche.

En noviembre de ese mismo año llegó a la comisaría de Luján un cassette con una grabación con la supuesta voz de Giubileo, pero como la calidad del audio era confusa fue descartado. En el año 2000 la causa prescribió y quedó caratulada como Búsqueda de paradero en el Juzgado N°II de la Ciudad de Mercedes.

La voz de los más cercanos

La madre, el padre y los hermanos de la médica, quienes lucharon para esclarecer qué había pasado con Cecilia, ya murieron. Su tía sigue recordando a su sobrina. “Se trataba de un caso lleno de dudas, se profesaban múltiples hipótesis pero verdades, ninguna y cada vez que se la mencionaba se la adjudicaba a una fuga desde la dirección del hospital”.  Además, Lanzetti cuenta que la hipótesis que circuló entre los familiares fue que a Cecilia la mataron esa misma noche, cuando ingresó a la casa médica. La familia luchó muchos años para que se mantuviera activa la causa, pero siempre había trabas, tanto la policía como el director del hospital intervinieron para no seguir la investigación. El comisario que se había ocupado del caso fue trasladado y reemplazado. 

Por su parte, el abogado contratado por la familia, Marcelo Parrilli, en diálogo con Diario Publicable asegura que hizo todo lo posible por llevar luz a la causa pero que varios factores frustraron el avance.  “El obstáculo es que la Colonia es un lugar muy difícil de investigar o llegar a una conclusión firme, porque es o era un lugar en donde la desidia, la burocracia, el abandono, las cuestiones dolosas y culposas se entremezclan mucho. Es complicado diferenciar qué cosas ocurren porque se cometen delitos y qué cosas ocurren porque no hay recurso material ni humano”, explica Parrilli y comenta que el personal general del hospital era reacio a hablar sobre la desaparición y que, lo poco que se decía, era imposible de corroborar. 

“La ciénaga en la Colonia nunca se drenó por falta de presupuesto. Se trata de un lugar que tiene o tenía sus cosas, donde golpeaban a los enfermos, robaban medicamentos”, señala Parrili. El abogado también apunta a que la desaparición no tuvo que ver con la vida de Giubileo fuera de la Colonia pero sí pudo ser la consecuencia de un conflicto interno, referido a su actividad profesional, como enterarse de alguna situación que no convenía que se conociera. “A 36 años de la desaparición, lo factible es que haya sido víctima de un homicidio. Aunque no está el cuerpo y no existen pistas que indiquen algún responsable implicado en el hecho”, concluye.

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