Por Caleb Tejero
“Los argentinos son personas con una cultura muy grande, tienen muchas cosas por explotar”, expresa Javier Arrés, uno de los artistas visuales más famosos de España por utilizar la tecnología crypto en sus obras digitales. Su extensa formación y dedicación al arte tradicional quedó en un segundo plano hace unos tres años, luego de que su carrera virara hacia el criptoarte y sus obras recorrieran el mundo. El dibujante se enfoca en pequeñas anécdotas o metáforas que ayuden a entender su trabajo: una particularidad que acompaña cada una de sus piezas artísticas, la actitud de un detallista nato.
Los NFTs (Tokens No Fungibles, por sus siglas en inglés) han logrado prestigio por su innovadora manera de comercializar arte digital de forma segura. Al crear una obra, el artista puede inscribirla a su nombre a través de un código de bloques en la red (conocida como blockchain), a la vez, el registro funciona como un libro contable abierto e inalterable. Eso quiere decir que el dueño de una NFT tiene una pieza única por su código y la legitimidad de su uso.
Arrés tiene un vinculo bastante estrecho con la Argentina, por sus familiares radicados en la provincia de Santa Fe e incluso porque está informado de la actualidad local: “Los tienen reventados los políticos, pero realmente siempre la Argentina tuvo un peso cultural muy grande en cine, teatro, literatura. El tema es que la Argentina debería aprovechar ese sello de calidad”. Su percepción de que el mercado de compradores de NFTs tiene futuro para crecer hace que incentive a que nuevos artistas sudamericanos se involucren: “Hay una cosa mala, pero buena, que es que el argentino como mucha veces tiene la necesidad, se esfuerza más por el tema de la rentabilidad. Yo animaría porque, además, con el tema del tipo de cambio hay mucho para ganar”.
En una transición a sociedades cada vez más inmersas en la virtualidad y sistemas que avalan la tendencia, se genera un entorno de confianza perfecto para inversionistas y coleccionistas del criptoarte. De hecho, la venta más cara del mundo fue en marzo de 2021, cuando el NFT del artista estadounidense Beeple se subastó por 69 millones de dólares en la plataforma Christies. Por su parte, en el mismo mes, Arrés vendió una colección por la web de MarkersPlace por más de 500 mil euros: “Cada coleccionista que te compra una obra es una persona súper interesada en que tú triunfes”.
Arrés, oriundo de la ciudad de Granada, se capacitó en el dibujo desde niño y completó su formación con un título universitario de Diseñador Gráfico. A lo largo de su trayectoria hizo ilustraciones para el New York Times e incluso ganó el premio Bienal de Arte de Londres en 2019, entre otros. Estos son algunos de los puntos en los que Arrés justifica parte de su crecimiento en la comunidad de las NFTs: “Yo tenía cierta presencia internacional cuando me ficharon para la página de MarkersPlace”. Igualmente, remarca que se puede vivir de la creación de NFTs, aunque lo difícil es encontrar la exposición: “Ahora hay muchísima más gente subiendo cosas, hay muchísimas más subastas. Entonces, es un poco más difícil encontrar esa visibilidad”.
–Te buscó MakersPlace, la importante plataforma de crypto, para que hicieras tu arte, pero en formato NFT. Sin embargo, hoy hay artistas independientes que no pueden vender sus creaciones. ¿Cuáles son las principales trabas que surgen en un primer momento?
–Mi primer momento no es el primer momento de quienes llegan ahora. Cuando entré a la página de MakersPlace, ellos me ayudaron mucho, me asesoraron, me fueron llevando por el camino porque era muy al principio. La comunidad era muy pequeña, si tu entrabas y empezabas a twittear de cosas de criptoarte, rápidamente te iban a seguir. Hoy se puede hacer, pero te encontrás con la dificultad que hubo siempre, que es la de conseguir que te vean. Es verdad que si tienes una obra vistosa con algo que verdaderamente llame la atención, que encaje con lo que el universo pretende, vas a conseguir un poco la visibilidad. Si te esfuerzas, a lo mejor consigues vender al año un poquito, hacer cinco mil, seis mil euros al año. O dos mil: lo que sea. Pero al principio hay que vender, aunque tú tengas un objetivo de venta alto, lo importante es que consigas vender. Un coleccionista es una persona que ficha por tu equipo, que cree en ti. Entonces cuanta más gente está interesada, la obra sube. Es importante que la rueda de la venta se mueva, aunque sea con poco dinero.
–Hay quejas de los artistas por la volatilidad del precio de registrar sus trabajos en la blockchain, el proceso en que se convierte en una obra digital en una NFT. ¿De qué depende su valor?
-Tienes que pensar que, para acuñar una obra, debes ir por una autopista y tomar una dirección. Cuanta más gente, cuanto más saturada esté la autopista, más caro es el precio porque hay mucha más demanda que oferta de plazas en la autopista. Entonces se da una prioridad, que es que la acción más cara se hace antes. Si tienes una acción pequeña de 15 a 20 dólares, pues va a tardar mucho o va a ser más cara. Por ello, hay que buscar la franja más barata, que es el sábado por la mañana, porque la autopista está vacía, casi nadie está haciendo transacciones. Todo tiene un precio por acción en la blockchain. Cuando tu subes una obra sin precio, pagas cien dólares la cuña y ahí está; pero a la semana quieres ponerle el precio, pero eso también vale dinero. Cambiar el precio vale muy poco porque es una acción que no ocupa mucho. Yo diría que eso también es importante por el hecho de que la gente no se vuelva loca. Entonces, lo suyo es hacer un proyecto sólido, demasiado sencillo, como si fuera una exposición en la vida real, que también tiene sus costes. Yo he hecho muchas cosas en tradicional con costos por el marco, el seguro, la logística de envío. O sea, digamos que en eso se parece un poco al arte tradicional.
–En tus redes sociales están tus famosos gif-Arts, reconocidos por el público por tu singular estilo. En algunas entrevistas hablaste de lo conveniente que es darle impulso a tus obras a través de las redes. ¿Cómo debe manejarlas un criptoartista? ¿Cuál es la más importante?
-Yo digo que las redes sociales de un criptoartista son como una especie de vendedor de yates o alguien que vende lujo: no es tanto la cantidad, sino la calidad del que te sigue. Tú no necesitas vender 50 mil yates al año ni 50 millones de seguidores, pero necesitas a la gente que compra yates. El rollo es que Twitter es la más importante porque allí están los grandes coleccionistas. El criptoarte surgió en Twitter, una red social que no invita mucho a pensar que sea algo artístico porque no es la más visual. Pero ha surgido ahí, porque esto brota del mundo de las criptomonedas y todos los criptoinversores de Sillicon Valley están en Twitter. No es importante, aunque es desesable, que tengas 200 mil seguidores, pero es mejor que te siga la gente que te tiene que seguir.