Por Annie Haines y Candela Klimovsky
Eva Duarte de Perón no sólo tuvo un fuerte rol a nivel político y social en la Argentina como Primera Dama de la Nación entre 1946 y 1952. También fue un ícono de la moda, referente del uso de alta costura de manera cotidiana y una importadora de tendencias.
“La primera vez que vi a Evita fue cuando yo estaba en la primaria y le dije que cuando fuera grande la iba a peinar”, recuerda el estilista Miguel Romano. Y así fue: el último peinado de Eva lo realizó Romano para su velatorio, en 1976, después de que su cadáver regresara al país. “Le tiré hacia atrás el poco pelo que le quedaba y le dejé dos tirabuzones en la frente”, detalla.
Según la periodista de moda Carmen Acevedo Díaz, el estilo de Evita tenía un mensaje interno: causar admiración y, a su vez, comunicar autoridad para “mostrarse poderosa para sí y para sus seguidores”. La primera dama utilizaba faldas lápiz, chaquetas de hombreras marcadas y detalles de lujo –como broches y joyas–, sombreros destacados y zapatos de grandes marcas, además de imponentes vestidos nocturnos, capas y tapados de piel. “La indumentaria es una presentación sin palabras ya que forma parte del ser social, y la de Evita siempre fue su fiel compañía, porque era una de sus características que generaba respeto ante los demás”, interpreta la diseñadora de ropa Patricia Doria.
SUS COMIENZOS EN EL MUNDO DE LA MODA
El primer contacto que tuvo Eva con la indumentaria y los textiles fue a través de su madre, Juana Ibarguren, quien era la encargada de confeccionar su ropa y la de sus hermanos cuando eran niños y, a su vez, trabajaba como costurera en Los Toldos. A los 15 años, Eva Duarte se mudó a Buenos Aires para dedicarse a la actuación. Allí comenzó a coser sus propios trajes y a interiorizarse sobre la moda y alta costura. “Cuando era actriz, su ropa era bastante modesta, hasta que dio con el diseñador Paco Jamandreu. Hubo como un crescendo en materia de lujo gracias a los trajes que él le asesoraba usar”, explica Acevedo Díaz.
A su vez, Doria considera que, en ese paso de actriz a Primera Dama, Evita debió buscar sofisticación y refinamiento porque, en esa época, “las actrices estaban mal vistas y eran consideradas vulgares”. Luego de que Juan Domingo Perón asumiera la presidencia, adoptó el estilo típico de los años 40: plumas, flores, tules, hombreras, chaquetas y zapatos de taco alto.
La mayor transformación de su imagen sucedió en 1947, cuando acompañó a su esposo en una gira por Europa, donde conoció nuevos estilos, diseñadores y marcas. “En su visita a España se vistió con pieles, a pesar de que hacía calor, para demostrar el nivel económico que había en la Argentina, ya que en esa época el país era considerado el granero del mundo”, sostiene Doria.
EL MÍTICO RODETE RUBIO
El moño bajo, tirante y perfecto hacia atrás era su símbolo más identitario, al punto que con sólo verlo ya se sabía de quién se trataba. No fue siempre así: de pequeña tenía el cabello castaño pero, cuando comenzó a actuar, lo modificó por un rubio claro, tono icónico de la belleza en Hollywood.
Su peluquero de cabecera, Julio Alcaraz, le recomendó que utilizara un peinado recogido, ya que la decoloración quemaba las puntas del cabello y no la hacía lucir elegante. Así fue como nació el mítico rodete que utilizó hasta su muerte.
UN ESTILO QUE MARCÓ A LA SOCIEDAD
La moda es una forma de expresión y una herramienta de comunicación y, como tal, puede ser utilizada a favor o en contra de lo que se desee transmitir. “Eva Duarte tenía gustos de gran diva, de actriz. Necesitaba mostrarse imponente, ser vista y admirada por todos, hasta por las clases sociales acomodadas”, opina Acevedo Díaz.
La diseñadora de moda considera que existió una “relación de amor-odio de la sociedad hacia la figura de Evita” y que era una mujer que “llevaba todo al extremo” y concluye: “El que haya sido una figura joven, que vivió pocos años, ayudó a la forma en que se percibía su imagen”.