Por Daniela Kempner

De víctima a sobreviviente, y de allí a activista. Sebastián Cuattromo, a los 45 años, se muestra locuaz y extrovertido. Ocurre después de haber vivido diez años con temor, retraimiento, vergüenza y soledad tras sufrir dos situaciones de abuso sexual, una a los 13 años y otra al año siguiente, ambas del mismo agresor: Fernando Picciochi, docente y religioso católico del colegio Marianista del barrio de Caballito, donde Cuattromo era alumno.

En 2012 tuvo lugar el juicio oral contra su abusador, quien fue condenado a 12 años de cárcel por el delito de corrupción de menores calificada y reiterada. Desde entonces, Cuattromo se encarga de que su historia personal se convierta en colectiva. En ese contexto conoció a su mujer, Silvia Piceda, otra víctima de abuso sexual con la que fundó la Asociación Civil Adultxs por los Derechos de la Infancia. Allí realizan encuentros entre quienes sufrieron el mismo delito y comparten testimonios, se acompañan y plantean políticas públicas que consideran necesarias para evitar esta problemática. Ocho de esas historias están relatadas, cada una por otro escritor, en “Somos Sobrevivientes”, un libro que presentaron este año.

-Estabas en una colonia que organizaba el colegio Marianista en Casagrande, Córdoba, cerca de terminar la primaria. ¿En qué contexto se dieron los abusos de Picciochi?
-El Marianista de fines de los años 80 era un colegio exclusivamente de varones. Mis amigos y yo estábamos bajo amenaza de expulsión porque los maestros y las autoridades nos planteaban que había chicos que sobrábamos, ya que tenían que abrir vacantes para el ingreso de chicas. Recuerdo a Picciochi diciéndonos que sabía que estábamos bajo amenaza de expulsión, pero que fuéramos a esa colonia, donde él como responsable nos iba a observar muy de cerca y, si teníamos un buen desempeño, iba a hacer un informe para que no nos echaran. Finalmente fuimos a esa colonia, donde a mí y a otros chicos nos tocó sufrir abusos sexuales por parte de Picciochi y no nos echaron.

-Se lo contaste a tu familia diez años después porque la violencia que había en esa casa te hizo perder la confianza. ¿De qué manera sentís que esta historia afectó tu vida personal y tu forma de relacionarte con la sociedad? ¿Cuándo comenzó a cambiar esa realidad?
Fui de los que lo sobrellevaron de una manera muy introvertida. Durante años sentía que no podía involucrarme afectivamente en relaciones de noviazgo o de pareja, entonces rehuía de todo tipo de vínculos y contactos. Todo ese conjunto de cosas, que afloraron con tanta fuerza diez años después, es lo que me hace ir sacándome esa mochila de la vergüenza y la culpa y presentar una denuncia. Como nos pasa ahora en el camino colectivo de “Adultxs”, una de las cosas que hemos aprendido es que las actitudes de nuestros entornos duelen mucho más que los abusos

-En uno de los encuentros que realizan con “Adultxs” los sábados de forma virtual, solidaria y anónima, surgió la idea de escribir el libro “Somos sobrevivientes”.
-Así es, Fabián Martínez Siccardi vino a uno de los encuentros como traductor de compañeros y compañeras de Estados Unidos que habían venido a Buenos Aires para hacer actividades de visibilización pública con nosotros. La experiencia que vivió en nuestro grupo lo interpeló de tal manera que nació en él la necesidad y el sueño de escribir un libro. En esas ocho historias hay una muestra de cómo en nuestro colectivo hay personas de todas las generaciones. Tomo como símbolo la historia de Tatiana, alguien que recién a los 86 años pudo ponerles palabras a los abusos que sufrió de niña. Y lo pudo hacer luego de toda una vida de sufrimiento.

-El libro es de editorial Penguin y tiene ocho capítulos que cuentan diferentes historias de abuso sexual, cada una escrita por otro autor (Bruzzone, Olguín, Piñeiro, Aboaf, Cámara, Siccardi, Kreimer y Reyes). El capítulo que habla de tu historia se llama “Un varón devaluado”. ¿Sentís que por ser hombre te costó más ponerlo en palabras?
-Sí, en el contexto de sociedades patriarcales y machistas, el hecho de ser varón es ser víctima de varones formados en torno a esa cultura y a todos sus mandatos y a todo lo que hay en el imaginario social. Se nos hace muy difícil el solo hecho de poder pensarnos y permitir sentirnos como lo que fuimos: víctimas. Junto con eso, muchas veces los varones víctimas de abuso sexual en la infancia o la adolescencia tenemos que lidiar con otra mochila, y es que si vos fuiste víctima, después, siendo adulto, vas a ser agresor.

-Ustedes plantearon que a partir del libro se puede cambiar el enfoque cultural de la sociedad. ¿Cómo debería cambiar? 
-Nosotros decimos que vivimos en sociedades profundamente adultocéntricas, y eso significa que son múltiples y muy profundas las violencias, los atropellos y los abusos de poder que cometemos cotidiana y sistemáticamente contra los más vulnerables, que son niñas, niños y adolescentes. Los derechos de la infancia son los que menos peso político tienen para nuestras sociedades.