Por Camila Mitre
Patricia Urones es profesora de Historia. Pertenece a un gremio precarizado, conformado en su mayoría por femineidades, en un contexto en el que, según el INDEC, para no ser pobre hay que ganar más de 191.228 pesos y el sueldo básico docente en la provincia de Buenos Aires es de poco más de 100 mil pesos.
Urones también es militante socialista y actual compañera de fórmula del economista Marcelo Ramal por la organización Política Obrera, partido que nació de la ruptura del Partido Obrero en 2019 y adoptó el viejo nombre que la organización había utilizado hasta conseguir su personería electoral en 1983.
―La escritora, feminista y marxista rusa Aleksandra Kollontai escribió en 1918 que “el capitalismo ha cargado sobre los hombros de la mujer trabajadora el peso que la aplasta; la ha convertido en obrera, sin aliviarla de sus cuidados de ama de casa y madre”. ¿Se puede trasladar a nuestra cotidianidad
―Todas las desigualdades que atravesamos, además de por ser trabajadoras por ser mujeres, están relacionadas a un régimen social. Hay una clase dominante que es dueña de los medios de producción y que concentra la riqueza. Entonces, para resolver las problemáticas de la mujer, como la desigualdad, el desarrollo intelectual o la violencia, hay toda una serie de tareas anteriores que hay que resolver, como el problema del trabajo, la desocupación y el salario. La mujer es la más precarizada en el mercado laboral. Es fundamental que pueda existir un desarrollo material de las mujeres y, para que suceda, tiene que haber estabilidad laboral.
―Los reclamos que hoy están presentes en el movimiento de mujeres, ¿son una cuestión de clase?
―Estamos en un país donde el 50 por ciento de la clase obrera es pobre, donde los convenios colectivos se están viniendo abajo y la patronal no respeta las reglamentaciones. Entonces, la emancipación de la mujer o la superación de todos estos problemas solamente van a venir de la mano de su alianza con sus compañeros de clase en la lucha por las reivindicaciones como el salario, la educación y la salud. Solo en la medida en que se desarrolle materialmente, que consiga la victoria de estas reivindicaciones básicas de la clase a la que ella pertenece, va a poder desarrollarse. La emancipación de la mujer será de la mano de la emancipación de la clase obrera. El régimen social no garantiza un trabajo estable, con una jornada laboral normal, con una paga como corresponde para el trabajador y la trabajadora.
―¿El Ministerio de la Mujer es una conquista de la clase trabajadora?
―En primer lugar, me gustaría poner en contexto la puesta en funcionamiento del Ministerio de la Mujer. Porque generalmente, no solo en la historia de nuestro país, sino a nivel mundial, los organismos estatales se estructuran para cumplir una determinada función en un momento dado. Este ministerio surge en un contexto de ascenso de la lucha del movimiento de la mujer, con el fundamento de que, en la medida que exista una legislación sobre cualquier problemática, se puede paliar, pero este tipo de medidas finalmente no sirven. Entonces, con una legislación que decrete que tiene que haber más igualdad o una legislación puntual que plantee que es un problema de conciencia y que por lo tanto hay que educar, no vamos a resolver lo que el mercado ya decretó.
―¿Qué sucede con las leyes de paridad, como la paridad de género en ámbitos de representación, que proponen igualdad pero no necesariamente desde una perspectiva feminista?
―No se trata solo de un problema de género, sino de un problema de clase. Tenemos mujeres que defienden políticas o ideologías que quieren avasallar los derechos. Tuvimos mujeres y agrupaciones de mujeres enteras que estuvieron en contra de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo o mujeres, por ejemplo, también agrupadas en partidos políticos y en organizaciones, que entienden que la prioridad es mantener el núcleo familiar. Aunque a veces el abusador de los chicos se encuentre en la misma familia. Entonces, eso es lo que te muestra que hay un problema con la estrategia política que cada mujer defiende. Decretando que una mujer sea candidata de una lista, nosotros no garantizamos que esa mujer sea un cuadro político.
―¿En qué lugar queda la maternidad cuando se habla de explotación laboral?
―No solo se priva del derecho a la mujer que define no ser mamá, sino también a la que sí decide serlo, porque vos podés tener el deseo y proyectarlo, pero de repente te encontrás con que tenés que decidir si seguís trabajando o estudiando o si sos mamá. Después vienen los problemas respecto de las tareas de cuidado, qué pasa si no tenés la suerte de que una madre o abuela cuide de tu hijo o hija. Por eso, el acceso a la guardería es fundamental. A principios de este año, el gobierno promulgó la ley de salas de cuidados para niños y niñas en el trabajo, que insta a las empresas a costear las guarderías. Después las empresas comenzaron a escamotearla planteando que, en vez de hacerse cargo de construir los jardines maternales, le daban un voucher a la trabajadora o al trabajador. Esto en el mejor de los casos. Otras empresas, por su parte, directamente no la cumplen.
―Según la Red de Bancos de Alimentos Argentina (RedBdA), las demandas crecieron un 80 por ciento este último año. ¿Por qué te parece que es tan difícil establecer un régimen alimentario?
―En la medida que los salarios son cada vez menores y la inflación come el poder adquisitivo, los conflictos económicos intrafamiliares son mayores. La cuestión alimentaria no solo comienza luego de la separación, sino también antes de separarse. Incluso, los problemas económicos traen muchos problemas de violencia de pareja. Si la mujer y el hombre pudieran tener su trabajo, un salario que les permitiera llegar a fin de mes, comprarse su casa o alquilar, tener momentos de esparcimiento, se reducirían bastante las demandas, porque todo gira alrededor de la cuestión de llegar a fin de mes y del sostenimiento material de la familia.