Por Florencia Castillo (@florescast)

Las últimas cifras reveladas por la agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR) son preocupantes: en todo el mundo, más de 108 millones de personas se ven forzadas a abandonar sus hogares en busca de una nueva vida. El 52% de los refugiados provienen de tres principales escenarios: la guerra en Ucrania, el regreso de los Talibanes en Afganistán en agosto de 2021 y la guerra civil en Siria, que lleva más de una década. Estos son sólo algunos de los tantos países que han generado un flujo migratorio sin precedentes, comparables únicamente con la Segunda Guerra Mundial.

El dato alarmante es que el 76% de los refugiados encuentran acogida en países pobres y de ingresos medios, que enfrentan considerables dificultades para brindar servicios básicos tanto a los recién llegados como a su propia población. Un claro ejemplo es Pakistán, que alberga aproximadamente 1,4 millones de refugiados afganos.

Hace una semana Pakistán fue golpeado por una tragedia cuando un barco de pesca con alrededor de 800 personas a bordo se hundió frente a las costas de Grecia, provocando la muerte de al menos 300 ciudadanos paquistaníes. Esto representa un triste recordatorio de los riesgos que enfrentan los desplazados en su desesperada búsqueda de una nueva vida y oportunidades. Joaquín Sánchez Mariño, periodista especializado en temas internacionales, reflexiona: “En medio de las noticias y eventos que acaparan la atención del mundo, como el caso del submarino perdido en el fondo del mar con cinco personas, a menudo se pasa por alto la desesperada situación de cientos de refugiados que se arriesgan en el Mediterráneo o el Egeo tratando de llegar a un nuevo destino para intentar tener una nueva vida. Existe una trágica diferencia entre aquellos que buscan desesperadamente un nuevo rumbo porque no tienen otra alternativa de vida, todos los meses hay balsas que naufragan y no todas tienen la atención de los medios”.

Las historias de aquellos que han vivido estas experiencias son desgarradoras, tanto para quienes pierden la vida en su desesperada búsqueda de escapar como para los que sobreviven para contarlas. Desde el regreso de los talibanes al poder después de la retirada de las tropas estadounidenses, cientos de miles de personas han sido desplazadas internamente dentro de Afganistán y miles han buscado refugio en países vecinos. El 80% de los refugiados son mujeres y niños que huyen en busca de seguridad y protección. En 2022, Sánchez Mariño formó parte de un vuelo, organizado por Enrique Piñeyro y su ONG Solidaire, en el que trasladaron  desde Pakistán a Roma a 250 personas que huían del régimen. “Recuerdo una historia en particular de una mujer con un hijo de 35 años y otro de 28. Esta mujer fue víctima de violación y fue obligada a tener un hijo cuando apenas tenía 8 años. Afortunadamente, logró escapar de esa situación. También conocí el caso de una joven que estudió en una universidad estadounidense en Afganistán, y cuando los Talibanes tomaron el control, su vida estaba en peligro debido a su educación. Si los talibanes descubrían que tenía un título universitario, podían matarla. Por su propia seguridad, tuvo que quemar sus títulos universitarios”, dice Sánchez Mariño, que también es licenciado en Comunicación.  

Estas historias son sólo ejemplos de las muchas tragedias que enfrentan los refugiados afganos en su lucha por una vida mejor y libre de peligros. En un mundo donde aumentan los conflictos entre países y las tensiones geopolíticas, es necesario un abordaje global y una acción firme por parte de la comunidad internacional para hacer frente a esta crisis.

Edición: Camila Mitre