Por Candela Corral
“El periodismo ha jugado y sigue jugando un rol muy importante, hasta cierto punto, para lograr levantar la capa de misterio y oscuridad que pone el poder de turno sobre distintas cuestiones y hechos. La mejor concepción del oficio implica una forma de compromiso”, definió el periodista Raúl García, director de la agencia Noticias Argentinas (NA) durante la última dictadura militar.
Noticias Argentinas fue creada en octubre de 1973, después de que el presidente Juan Domingo Perón prohibiera por decreto que las agencias internacionales difundieran dentro del país información sobre la actualidad nacional. Ante esa situación, un grupo de medios del interior que no tenían corresponsalías en Capital Federal se reunieron en Buenos Aires para abastecerse de la información local que antes recibían de las agencias extranjeras.
Entrevistado por estudiantes de periodismo de TEA, García recordó aquellos años: “Contábamos con una libertad relativa a pesar de los problemas políticos existentes”. De hecho, sostuvo que durante el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, NA no recibió “casi ninguna censura explícita”, aunque aclaró que, en realidad, “el tema (de la censura a los medios de prensa) venía de antes, ya era costumbre, se funcionaba a temperatura ambiente y todos los medios siguieron con la misma mecánica”.
Hizo así referencia a lo que había ocurrido durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón, cuando su ministro de Bienestar Social, José López Rega, organizó y comandó la paraestatal Alianza Anticomunista Argentina (Triple A).
Fueron tiempos de persecución a periodistas, artistas e intelectuales, que se intensificaron luego del golpe militar. Sin embargo, NA recibía y publicaba denuncias sobre violaciones a los derechos humanos aunque, después, los medios abonados a la agencia eran los que decidían difundir o no esas noticias. García recordó que la agencia fue uno de los primeros medios que despacharon información sobre las denuncias de Madres de Plaza de Mayo, e insistió en que, por aquellos años, no sufrieron censura explícita ni bajadas de línea, aunque reconoció que sabían tanto –tan poco– como el común de la sociedad acerca de lo que sucedía: existían espacios en blanco producto de la desinformación oficial y gran parte de la represión era un misterio.
Fiel al estilo de las conocidas “Cinco W” que debe respetar un buen medio periodístico (qué/what?, quién/who?, dónde/where?, cuándo/when? y por qué/why?), el ex director de NA explicó que, en ese entonces, las agencias simplemente recopilaban, procesaban y difundían la información: “No eran notas de opinión y no íbamos a realizar conjeturas”. Como ejemplo, contó que antes del 2 de abril de 1982, NA tuvo conocimiento de algunos extraños movimientos de tropas o equipos militares hacia el sur de la Argentina pero, como al principio carecían de datos concretos, no difundieron supuestos sobre el inesperado desembarco en las islas Malvinas.
Uno de esos indicios había surgido en febrero de 1982, cuando García fue convocado por el jefe de la Armada, Jorge Isaac Anaya, a un almuerzo. Durante la conversación, que se orientó hacia la situación en el sur del país, el militar terminó pidiéndole su opinión respecto de cómo vería la población un “firme acto de soberanía” en el sur. La pregunta desconcertó a García, que en ese momento no logró comprender de qué podía estar hablando Anaya. Pensó que el gobierno militar estaba preocupado por la situación sociopolítica del país. Un mes más tarde, un general le afirmó que “iba a haber piña”, pero García tampoco le dio entidad al comentario.
Aunque muchas veces los hechos trascendentales suelen estar acompañados por una serie de anuncios o síntomas que predicen lo que va a suceder, nadie en la agencia veía, siquiera como algo lejano, la posibilidad de una guerra en Malvinas. Las pequeñas señales siguieron con las movilizaciones de artillería desde Mendoza a Bahía Blanca y de allí al sur, o el traslado de personal de la Fuerza Aérea a Río Grande, en Tierra del Fuego.
Estos datos incentivaron la búsqueda de información cierta, hasta que, en la semana previa al desembarco, los periodistas de la agencia se contactaron en forma directa con los jefes militares involucrados en el despliegue de tropas. El 1° de abril NA emitió un despacho informando que tropas argentinas habían desembarcado en Malvinas y había comenzado el operativo de recuperación de las islas. El cable noticioso generó tal revuelo que, en un momento dado, hasta llegaron a pensar que habían publicado una noticia falsa. Luego llegó la confirmación oficial.
A partir de ese momento los directores de los medios fueron citados a reuniones en las que el gobierno militar daba su versión acerca del desarrollo de los combates y solicitaba “prudencia”. García recordó la famosa frase de Esquilo, dramaturgo de la antigua Grecia: “La primera víctima de una guerra es siempre la verdad”.
Una de esas reuniones derivó en la clausura de la agencia durante cinco días. García contó que a NA ya la tenían “entre ceja y ceja” desde que había anticipado el desembarco en las islas: “Habíamos cometido el pecado gravísimo de violar el secreto militar”, explicó. La excusa para la clausura empezó con un reproche, porque en un cable la agencia había ignorado el pedido de un almirante para que no se emitiera el parte meteorológico en el sur del país. El periodista respondió que los ingleses “no leían los medios para saber cuál era la temperatura porque solo con salir al aire libre se enteraban”. El comentario generó risas entre los presentes pero también dio lugar a la clausura por “no respetar las pautas oficiales”. Al día siguiente, el secretario de Prensa y Difusión de la Nación informó que NA iba a ser clausurada por quince días, que luego se redujeron a cinco, dada la repercusión que tuvo el caso a nivel mundial.
“El común de la sociedad solía creer, hasta último momento, que era posible recuperar Malvinas. La gente, al final del día, elegía creer solo lo que quería”, dijo García en alusión a las noticias triunfalistas que difundían algunos medios. Recordó también que en NA, desde el hundimiento del crucero ARA General Belgrano, el 2 de mayo, sabían que la guerra se debía dar por perdida, pero que recién al darse por sentada la rendición pudieron comenzar a publicar la verdad sobre el conflicto, al encontrar fuentes militares críticas que sostenían que la guerra había sido un intento desesperado de la Junta por mantenerse en el poder. Esta tendencia se intensificó con el regreso de los combatientes al continente: proliferaron las noticias sobre el maltrato que habían sufrido las tropas argentinas y la falta de planificación para enfrentar a un ejército profesional.
De todas formas, la agencia recibió más cuestionamientos de los militares de carrera que de los conscriptos, que eran más reticentes a dar sus testimonios. Para García, esto se vinculaba con el fuerte sentimiento popular hacia las islas y la posibilidad de recuperar la soberanía. Y ese sentimiento, advirtió, “es peligroso” cuando es exacerbado. Para el periodista, la “romantización” de la guerra hizo que muchos soldados tardaran en denunciar lo que habían vivido porque podía significar para ellos la pérdida de la “categoría de héroes”.