Por Agustín Lómez
Leyla Bechara tiene 26 años, es politóloga, militante y creadora de contenidos digitales. Con la llegada de la pandemia de coronavirus en 2020, mientras terminaba de cursar en la UBA, comenzó una etapa de mucha producción en sus redes sociales, especialmente en sus streams de Twitch. Ahora, en diálogo con Publicable, resalta que “el único movimiento que les hablaba a las trabajadoras era el peronismo”, en el marco del 75º aniversario de la sanción de la ley del voto femenino en la Argentina.
—Con las elecciones de 1951, en las que votaron por primera vez las mujeres, también comenzó su participación política, ocupando bancas y militando. ¿Cómo definirías este proceso?
—Primero en la cantidad de legisladoras que entraron al poder en sus diferentes niveles (nacional, provincial y municipal) gracias al Partido Peronista, debido a que ningún otro partido presentó mujeres en sus candidaturas. Con la sanción de la ley, Evita logró construir no solo el derecho al voto, sino también a ser elegidas, y entendió que la participación política no se iba a garantizar por sí sola, por eso armó el Partido Peronista Femenino. Ahí se construyó una red de unidades básicas, que se diferenciaban en dos: para trabajadoras y para amas de casa, lo cual también habla de una consolidación de lo doméstico como espacio político. Fue relevante para la época porque iban a cada provincia a armar delegaciones, a convocar a más compañeras a participar. A partir de 1955 vino la proscripción y fueron perseguidas, pero el dato de ellas ocupando bancas y teniendo discusiones legislativas súper interesantes, politizando la vida cotidiana, es un punto que hay que darle por completo al peronismo. Las enroló como sujeto político, se tomó esa tarea, y eso significó un reconocimiento absoluto sobre la capacidad de ser mujer, debido a que el feminismo de ese momento era académico y oligarca.
—Isabelita como vicepresidenta en la fórmula Perón-Perón de 1973 y los dos mandatos de Cristina Fernández de Kirchner también pueden considerarse como una continuación de estas luchas.
—La elección de Cristina como presidenta en 2007 fue uno de los hechos más importantes para la representación política de todas. También la conformación del gran movimiento feminista a partir de 2015 y la consolidación en la conquista por el derecho al aborto. Fue un proceso de varios años, no solo un momento específico de la historia, pero dejó mucha enseñanza y es un espejo maravilloso para ver lo destacable de nuestra participación.
—¿Cuánto influye simbólicamente el nombramiento de una mujer en un cargo jerárquico?
—Mujeres en cargos jerárquicos pueden cambiar algunas cosas, pero sin feminismo, o sin perspectiva de justicia social, no hay nada que se pueda transformar y muy difícilmente ocupar lugares así tenga sentido. El elemento principal de una mujer en un cargo de toma de decisiones es la representatividad. Lo simbólico de verla ocupando, con la posibilidad de que eso suceda, es una representación súper figurativa. Después, los resultados de una gestión, tanto pública como privada, tienen que ver con una conciencia transversal del género y la clase, que es muy difícil de tener. En general, los puestos de poder son ocupados por mujeres de clase alta, a las que les falta mucha empatía de clase. Es por eso que hay que ser peronista y feminista para poder incorporar lo máximo posible de esa dimensión y conciencia de género en más dirigentas.