Por Lucas Tyan

“Estoy desilusionado, le prometí a mi viejo (Don Diego) que no le iba a dar más disgustos, recién hablé con él y le dije que no voy a jugar más, lo que se dijo de él (que había muerto) fue una canallada”, con estas palabras anunció su retiro del fútbol el mejor jugador de todos los tiempos, Diego Armando Maradona. Tres días antes había disputado el que sería su último partido como profesional.

No era un día habitual para un Superclásico. Era un caluroso y al comienzo soleado sábado 25 de octubre de 1997 previo a las elecciones legislativas que darían como ganadora a una nueva fuerza política que gobernaría un par de años después al país: la Alianza. Pero claro, en ese momento era impredecible saberlo, como fue de imprevisible la decisión de Diego.

 

“Nos tomó a todos por sorpresa. Fue muy doloroso para él y para nosotros, él no pensaba en el retiro, se había operado la rodilla para seguir jugando, pero después de la lesión y los rumores tomó la decisión. Al primero que le contó fue a Don Diego”, comentó una allegada al Diez que estuvo siempre a su lado.

Diego Armando Maradona era duda para jugar el súperclásico que ponía en juego la punta del campeonato. En la semana previa el Diez faltó a un par de entrenamientos, no se encontraba bien físicamente y estaba enemistado con la dirigencia encabezada por una persona que, según Diego, “es tan tacaña que le toma la leche al gato”, el empresario y hoy presidente de la nación, Mauricio Macri.

Sin embargo, Maradona salió a la cancha como capitán del equipo dirigido por Héctor Veira. El partido al que asistieron 60 mil personas y en el que se recaudaron $1.182.165 pesos/dólares, comenzó a las 18.15. El saldo del operativo policial fue de 312 detenidos y 13 heridos. Pero, lo que quedó en la historia sucedió a las 19 cuando finalizó el primer tiempo y comenzaba a llover sobre Buenos Aires.

Maradona bajó a los vestuarios desairado, cabizbajo y adolorido, sabía que no había rendido a su nivel y, por eso, el técnico tomó la decisión de reemplazarlo.

Claudio Paul Caniggia entró en reemplazo del Diez. Ese día según Maradona “pasó lo que pasa siempre, River jugaba mejor, pero se le cayó la bombacha y terminó perdiendo 2 a 1, con goles de Toresani y Palermo”.

Al finalizar el partido Diego festejó mirando a la tribuna Centenario, copada por hinchas de Boca y antes de salir de la cancha le hizo gestos obscenos a la gente de River. Luego fue al control antidoping, control al que era sometido periódicamente, víctima, según él, de una persecución.

 

La semana posterior al encuentro, una ola de rumores en los medios sobre el resultado del antidoping y la supuesta muerte de su padre, Don Diego, sería fundamental para la decisión que comunicaría el miércoles 29, un día antes de cumplir 37 años.

La última imagen del mejor jugador de todos los tiempos dentro de una cancha profesional puede ser injusta: Un hombre, “el hombre” bajando al vestuario, sin la ovación de su hinchada y bajo una tenue llovizna en el estadio de su eterno rival. Perdiendo, en ese momento, 1 a 0 -Gol de Berti-, rodeado de hinchas ajenos, lesionado y muy lejos de su nivel. Pero ésta última imagen refleja al hombre que dejó todo y que nunca mezquinó nada, ni siquiera en sus últimos 90 minutos.