Por María Agustina Fernández Acevedo
Nunca imaginó que su carrera profesional iba a estar relacionada con la educación. En 1973 se recibió de licenciada en Ciencias Políticas en la Universidad del Salvador y estaba decidida a dedicarse a la economía, pero la dictadura militar la obligó a cambiar el rumbo y empezar a dar clases en escuelas.
Con el regreso de la democracia, Guillermina Tiramonti decidió seguir en su nuevo camino, hizo un master con la gran pedagoga Cecilia Braslavsky en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), que se convirtió en el lugar en donde desarrollaría la mayor parte de su carrera.
Amable, simpática y jovial, pese a que dice estar jubilada, es una de las mujeres más consultadas a la hora de la toma de decisiones en el área de la educación y sostiene que ese ámbito atraviesa una situación compleja como resultado de no haber podido dar respuesta a la prolongación de las trayectorias educativas de toda la población y por su transformación a la luz de la cultura contemporánea. Para ella, las problemáticas preexistentes que la pandemia son:
- Falta de experiencia en el uso de las tecnologías virtuales por parte de docentes y familias.
- Poca autonomía de los alumnos para resolver tareas con independencia de los adultos.
- Falta de conectividad y de soportes tecnológicos en una buena parte de la población, fundamentalmente la más vulnerable.
- Ausencia de ideas en los equipos de Gobierno, expertos y asesores para diseñar estrategias inteligentes y novedosas para y dar respuesta a las dificultades que generó la pandemia en la educación.
Para empezar a revertir todo esto, propone como punto de partida “desarrollar una agresiva campaña por la educación que despierte el interés de la población y ponga límites al veto de los sindicatos”.
Tres propuestas pospandemia
* Después del primer mes de pandemia, los chicos deberían haber vuelto a la escuela. Esto no se hizo y creo que hay poca chance de que se retomen las clases antes de que exista la vacuna. Si así ocurriese, será necesario identificar a los que han perdido contacto con las escuelas, contactarlos y generar centros de conectividad y atenderlos para que hagan sus tareas con el acompañamiento de un adulto que sea menor de 60 años. Los que ya hayan perdido contacto con la escuela, no volverán si no media una acción expresa del Estado para que retomen la actividad escolar. No hay ninguna razón sanitaria para que esto no suceda.
* Los expertos de todos los ministerios deberían trabajar en la elaboración de una identificación de los conocimientos indispensables para cada uno de los niveles educativos y, en base a ese estudio, desarrollar guías para el trabajo de los docentes que reciban a los alumnos el año entrante. El objetivo es que en poco tiempo los chicos repongan los saberes esenciales, aquellos que se requieren para dar continuidad a sus trayectorias. Los docentes sabemos que la escuela suele abundar en conocimientos fácticos que no agregan nada a la formación de los alumnos.
* Avanzar en un proyecto a dos puntas: la generación de conectividad en todo el territorio y la potencialización de la plataforma Educ-ar como un centro proveedor de materiales virtuales para la enseñanza y la formación de alumnos y docentes al estilo de la fundación Ceibal de Uruguay. Educ-ar tiene una enorme potencialidad para transformarse en un nodo de conexión con los ministerios provinciales y sus docentes. Para concretar esta potencialidad, es necesario avanzar con la red de conectividad.