Por A. Dimilta, C. Demarco, X. Gaetani y R. Marengo
La violación de los derechos humanos en América latina es lo que llevó a Julio Cortázar a escribir “Fantomas contra los Vampiros Multinacionales”, un cómic que tuvo como objetivo difundir la sentencia del Tribunal Russell II respecto del accionar ilegal de las dictaduras de la región en la década de 1970.
El Tribunal Russell II, secuela del creado en 1966 por el filósofo inglés Bertrand Russell para investigar los crímenes cometidos por las tropas norteamericanas en Vietnam, fue creado en 1973 por el periodista y político italiano Lelio Basso. Ese organismo con sede en Bruselas, del que participaba Julio Cortázar, investigó las violaciones de los derechos humanos en Chile, Brasil, Bolivia, Uruguay, Guatemala, Haití, Paraguay y República Dominicana. Luego, sentenció moralmente tanto las dictaduras de América latina como a sus cómplices externos, los ex presidentes norteamericanos Gerald Ford y Richard Nixon, y al ex secretario de Estados Unidos Henry Kissinger. “No era un tribunal de verdad, sino un medio para difundir lo que estaba ocurriendo con las dictaduras latinoamericanas”, dice Pablo De Santis, escritor, periodista y guionista de historietas.
Fantomas es un personaje creado en Francia como villano y presentado en México como héroe. Gonzalo Martre, autor de la edición mexicana llamada “La inteligencia en llamas”, incluyó a Julio Cortázar en su cómic sin haber pedido autorización al escritor. Cortázar pensó que, puesto que no lo habían consultado, podría utilizar a Fantomas en un trabajo suyo, y fue así como decidió escribir la historieta “Fantomas contra los Vampiros Multinacionales” para difundir la sentencia del Tribunal Russell II y, por ende, lo que ocurría en Latinoamérica. La obra, de setenta y siete páginas, se publicó en 1975 en México y en 1989 en la Argentina.
El protagonista de la tira cómica, Julio Cortázar, asiste a las sesiones del Tribunal Russell para escuchar a los relatores y testigos que aportaban pruebas sobre los asesinatos, las torturas y las persecuciones en Latinoamérica. Fantomas, el otro protagonista, cree que el responsable de todo eso es una persona llamada Steiner, pero luego descubre que también hay involucradas empresas multinacionales que, según Cortázar, eran los vampiros, como IBM e ITT Corporation, sentenciadas por el Tribunal Rusell II como “cómplices de las clases opresoras de América latina”.
“El cómic buscó llevar a los niveles más populares el conocimiento de lo que el Tribunal Russell II había cumplido a favor de la causa latinoamericana”, escribió el autor de Rayuela en el artículo “Incitación a inventar puentes”, incluido en el libro “Argentina: años de alambradas culturales”. Por ese motivo, primero se publicó en México y se vendió en kioscos de revistas para llegar a mayor cantidad de personas.
“Cortázar logró dar a conocer este compromiso social que tenía el Tribunal a través de un juego como Fantomas, que además era un personaje que a él lo divertía”, dice De Santis. “‘Vampiros Multinacionales’ es una de las obras menos conocidas y analizadas de Julio Cortázar, porque es un texto coyuntural, de escaso valor literario y que sólo tiene sentido en un contexto que debe ser explicado a los lectores.”
Según De Santis, a través de “Fantomas” Cortázar logró mostrar su militancia por la defensa de los Derechos Humanos, sin por eso apoyar a un partido político en particular o a una organización armada específica. Pero es innegable que, “cuando se vio sorprendido por el éxito, en los años 60, Cortázar se inclinó políticamente hacia la izquierda”, dice el escritor.
“‘Fantomas Contra los Vampiros Multinacionales’ es un cómic que desde su historia cuestionó el papel de los intelectuales ante el poder, pero ni Fantomas pudo contra las conspiraciones internacionales”, dice Lautaro Ortiz, jefe de redacción de la revista Fierro. “A pesar de toda la censura que había en esa época, Cortázar no se calló y decidió publicar esta obra porque entendió el poder de la historieta como arte y medio de comunicación.”