Por A. Matacotta, M. Crotti, N. Fachal e I. Vicentin
“El juego propuesto por Cortázar para leer Rayuela me parece lo más fechado y, por ende, lo menos perdurable de las apuestas de su escritura. No me parece que pueda sorprender hoy como lo hizo, si es que sorprendió en 1963”, dice el escritor Martín Kohan sobre uno de los aspectos más elogiados de la novela de Julio Cortázar, y agrega que “permitiendo que el juego estuviera regido por reglas, Cortázar perdió lo que buscaba: la innovación y la aventura”.
Julio Cortázar definía a Rayuela como “un libro donde el lector tuviera diferentes opciones, lo cual lo cita a casi un pie de igualdad con el escritor”. Este juego incluía la posibilidad de leer los 155 capítulos de cuatro maneras diferentes. La primera, de principio a fin. La segunda, del capítulo 1 al 56, prescindiendo del resto. La tercera, siguiendo el tablero de dirección presentado al principio del libro. Y la cuarta, libre, de manera de que el lector pueda elegir el orden de lectura que prefiriera.
La particularidad de su estructura desconcertó al universo literario de la época. Cortázar defendió la renovación operativa de su obra como una narrativa que surgió de forma espontánea: “Fue escrita al margen de mi voluntad, por encima, o por debajo, de mi conciencia, como si yo no fuera más que un médium por el cual pasaba y se manifestaba una fuerza ajena”. Lo que en su momento fue catalogado por la mayoría de los escritores y críticos literarios como una “revolución literaria”, hoy, a pocos días de cumplirse el centenario del nacimiento de su creador, es puesto en duda.
Kohan, autor de las novelas Los cautivos y Ciencias morales, entre otras, y profesor de teoría literaria en la UBA, es uno de los miembros de ese grupo crítico del juego propuesto por Cortázar en Rayuela. Según Kohan, el intento de “contranovela” terminó afectando negativamente al resto del texto. “Su faceta de escritor lúdico desencadenó en un reduccionismo de su literatura, perjudicándolo y reduciéndolo un poco a esa fórmula”, dice. Sin embargo, rescata y valora el vigor de la historia, la complejidad de los personajes y otros elementos, como la inclusión de ensayos en la ficción, pero niega que el juego planteado por Cortázar lo haya influido como autor.
“Un escritor puede decir cómo pretende que su novela sea leída, pero no explícitamente dentro de la misma. Ese es el error que cometió Cortázar. No hace falta un tablero con reglas o instrucciones que te digan cómo hacerlo”, dice Abelardo Castillo, autor de El que tiene sed y Crónica de un iniciado, entre otros libros. “Al proponer ese juego, achicó las diferentes posibilidades de leer el libro porque da un solo tipo de lectura posible: la que él quería.”
Hernán Isnardi, autor de las novelas Sin nombre, como la muerte y Pájaros ciegos, coincide con Castillo: “Cuando indica un segundo orden de lectura posible, no sólo no aportó para que sea más leída, sino que acotó esa posibilidad porque le dijo abiertamente al lector cómo debía leer la obra”.
Entre los autores que, por el contrario, defienden a Rayuela como obra lúdica y “collage literario” está Ricardo Piglia. Según el autor de Plata quemada y Blanco nocturno, entre otros, los críticos de Rayuela son “antivanguardistas”, porque lo que más perduró del libro es justamente su estructura de collage, por tratarse de una obra casi conceptual.
“Lo más revulsivo de esta obra es justamente lo lúdico, porque deja al lector muchos interrogantes y ninguna respuesta definitiva”, dice la escritora y periodista española Olga Osorio, y sigue: “Cortázar no da certezas, sino que intenta convencer al lector de que hay que seguir buscando, seguir leyendo bajo cualquiera de las formas, lo que causa ese amor con la obra y la hace eterna.”
Más allá del debate respecto de la estructura de Rayuela, los autores entrevistados coinciden en que todavía hoy, a 51 años de su publicación, la novela tiene fuerte incidencia en la literatura. “No soy de los que opinan que Rayuela se haya desgastado, que hoy no se sostiene. La sigo pensando como una novela más que valiosa”, dice Kohan. “La obra no perdió peso, Cortázar seguirá influyendo”, dice Isnardi. Según Osorio, la “contranovela” no solo influyó en Latinoamérica, sino también en el resto del mundo. “Rayuela siempre va a tener la misma importancia dentro de la literatura. Los clásicos literarios siempre van a permanecer vigentes.”