Por Valentina Masci

El 30 de diciembre de 2004 más de 2.800 jóvenes asistieron al recital de Callejeros en República de Cromañón, cuya capacidad estaba muy por debajo de ese número. El incendio que se desató esa noche en el boliche de Balvanera marcó un antes y un después: provocó 194 muertos y más de 700 heridos, y es considerado uno de los desastres no naturales más conmocionantes de la historia argentina.

Agustina González asistió al show porque era la novia de uno de los integrantes de la banda. Por esa razón se encontraba en un entrepiso que operaba como sector exclusivo y apartado del público, junto con otros familiares y amigos de los Callejeros.

Hacía un par de minutos que el concierto había comenzado y la euforia de los presentes incrementaba segundo a segundo. “Parecía como si el lugar fuera a explotar, sentía que todo se movía”, cuenta Agustina.

Al cabo de unos minutos y de un momento a otro, todo cambió: la euforia y la alegría se transformaron en desesperación y miedo luego de que uno de los fanáticos encendiera una bengala. En el momento en que vio la media sombra prenderse fuego, Agustina se tiró al suelo junto con una amiga que la acompañaba. La gente estaba en shock y corría para todos lados, desesperada y sin dejar pasar al otro.

Sin saber cómo actuar, la joven intentó correr a la salida, pero su ubicación era la más lejana a la puerta. Mientras intentaba pararse, sentía que sus piernas y brazos se debilitaban. “Se me aflojaron las piernas, volví a caerme al suelo y ya no pude levantarme más. Estaba consciente pero no podía moverme, ni siquiera respirar. Vi cómo mi vida se me iba de las manos”, dice entre lágrimas. En cuestión de segundos empezó a ver borroso y se desmayó.

Luego de tres semanas inconsciente, Agustina se despertó en el hospital Ramos Mejía. En un primer momento no recordaba qué le había pasado y no entendía la razón por la que se encontraba internada. De todos modos, sin saber por qué, preguntó por uno de sus amigos. Nadie le contestaba para que no se alterara.

Cuando los médicos autorizaron a la familia a hablarle de lo sucedido, alguien preguntó a Agustina si no se acordaba de Cromañón. Al oír esa palabra Agustina se quebró en llanto, recordó todo “de golpe y, más que nunca, preguntó por su amigo. Finalmente le contaron que había fallecido. Agustina no volvió a hablar de esa noche por mucho tiempo.

Hoy, diez años después, explica que no recuerda qué pasó luego de que quedara inconsciente, pero está segura de que su amigo la salvó. “Yo recuerdo, o mejor dicho presiento, que mi amigo me sacó del lugar, me salvó la vida, pero él no pudo escapar. Por muchos años viví con esa culpa, además del miedo”.

A LOS OJOS

Agustina González nació el 27 de julio de 1988; tiene 26 años y fue una de las víctimas y sobrevivientes de Cromañón. Hoy vive una vida sana y normal. Su miedo, luego de la tragedia, fue que el humo inhalado le generara consecuencias respiratorias o de cualquier tipo, pero no tiene secuelas de esa noche, salvo por el terrible recuerdo.

A Agustina le gusta hacer todo a la misma vez, no puede quedarse quieta. Pero al mismo tiempo a toda actividad que realiza le dedica su tiempo y atención. Estudia en la UADE la licenciatura en Relaciones Públicas y trabaja en una pequeña empresa que pertenece a su papá.

Pasa su tiempo libre en el gimnasio, que es su gran hobbie. También rodeada de familia y amigos, con los que mantiene una muy buena y estrecha relación. Ella dice que la vida es corta y que se debe aprovechar el tiempo lo mejor posible y con los seres queridos.

La joven habla directamente a los ojos, como si en la mirada pudiera leer la vida de cada uno. Es muy frontal, pero tiene una voz dulce y armoniosa. Se expresa con firmeza, como si estuviera muy segura de todo lo que dice; pero cuando le toca hablar de su experiencia en Cromañón, toda esa seguridad desaparece y habla como la chica de 16 años que fue en 2004.