Redacción Publicable

Magdalena Ruiz Guiñazú, una de los primeros periodistas que difundieron denuncias sobre las aberraciones cometidas durante la última dictadura militar, integró la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). Junto con otras personalidades respetadas y reconocidas, investigó y recopiló testimonios de aquellos que sufrieron en carne propia el terrorismo de Estado para elaborar un minucioso informe sobre la represión. A 30 años de la publicación del Nunca Más, su visión de aquella tarea y una mirada crítica respecto de la postura del Gobierno en materia de derechos humanos.

-¿Por qué fue que decidiste entrar en la CONADEP?

-En realidad, fue una invitación presidencial del doctor Raúl Alfonsín, quien asumió un 10 de diciembre y el 15 del mismo mes ya estaba formando la Comisión Nacional. Me vino a ver José Ignacio López, vocero presidencial y colega, con quien trabajaba en Radio Continental, para explicarme cómo iba a ser la Comisión. Lo consulté con mi familia, que me dijo: “Pero vieja, ¿qué nos estás consultando si ya decidiste que ibas a formar parte?”. Integrar la Comisión era lo mejor que podía hacer por mi país. Le agradecí a Alfonsín que me hubiera nombrado.

-¿Cómo fue trabajar en la Comisión?

Fue un descenso a los infiernos, a la zona más oscura del alma humana: la maldad, la perversidad, el abandono, la traición. Ocurrieron cosas atroces en nuestro país. Y verlas escritas sobre una página en blanco es muy impresionante. Los miembros de la comisión no tomábamos testimonios. En un principio el Ministerio del Interior había mandado gente de ahí para tomar las declaraciones, pero como no estaban acostumbrados a escuchar tanto horror, no aguantaron. Entonces los organismos, como la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), mandaron gente para que tomaran las denuncias. Nosotros analizábamos determinados casos y los íbamos agrupando por semejanzas.

-¿Mantiene contacto con alguno de los miembros de la CONADEP?

-Sí, con Graciela Fernández Meijide. Ella tenía un hijo desaparecido, Pablo, al cual fueron a llevarse de su casa a la 2 de la mañana. A sus padres los mantuvieron amenazados con una ametralladora sentados en el sofá del living. La última vez que lo vieron con vida fue cuando salió por la puerta. A la mañana siguiente lo primero que hicieron fue ir a la comisaría, donde les dieron una respuesta espantosa y afirmaron que no hubo ningún procedimiento. Cuando Graciela fue a España a tomar testimonios, se encontró con una persona a la que le mostró una serie de fotografías entre las que estaban las de su hijo Pablo. Esta persona le dijo que había visto a Pablo en Campo de Mayo y que estaba ilusionado de salir con vida, hasta que un día llegó un camión, se llevó a todos y nunca más se supo nada.

-¿Sufrió alguna amenaza durante la investigación?

-Sí, muchas. Antes, después y durante. El miedo existe, es una de las emociones más violentas del ser humano, pero siempre seguí investigando. En aquella época no había contestadores, entonces te llamaban a las 3 de la mañana y te decían que te iban a matar a vos y a todos tus hijos. O te seguía un auto sin chapa. Las Fuerzas Armadas han perdido el enorme poder que tenían en aquel momento. Era un estado de belicosidad permanente. Me tocó ser testigo en el juicio contra los comandantes. Llovían las amenazas.

-¿De dónde surge el nombre del libro?

En Alemania, en el campo de Dachau, donde llevaban a los disidentes, hay un enorme monumento que es una corona de espinas sobre la que está escrita la frase “Nunca Más” en diez idiomas. De ahí surgió el nombre del informe que se hizo para enjuiciar a las Juntas Militares. Refiere a hechos comprobados, verídicos, que desgraciadamente ocurrieron.

En la reedición del libro se sumó un prólogo al escrito por Ernesto Sabato. ¿Cuál es su opinión al respecto?

-Es una vergüenza, eso no se hace. En el mundo de la cultura, si no te gusta un libro, escribí otro y ponele el prólogo que quieras. Pero tapar el prólogo de Sabato con uno escrito de acuerdo al relato “K” es una cosa absolutamente infame. Me expresé en todos los sentidos considerando que era una bajeza incalificable desprestigiar el coraje civil que había tenido un grupo de personas. Quisiera saber si los que taparon el prólogo tuvieron las pelotas de llevar a los militares a los tribunales. Lamento que la cobardía o el afán de lucro y figuración produzcan este tipo de ciudadanos.

-¿Cree que el Gobierno actual se adjudicó la bandera de los derechos humanos, desmereciendo el trabajo hecho por la Comisión?

-Los organismos de derechos humanos tuvieron un coraje enorme durante la dictadura. Te gustará o no, pero el Gobierno de Alfonsín tomó las riendas del asunto cinco días después de haber asumido. Respecto del relato actual, no tienen ni idea porque no estaban presentes. Yo recuerdo perfectamente quiénes iban a las marchas; de todos estos que ahora se hacen los campeones de los derechos humanos, no había ninguno. No era una obligación ir; yo no iba porque me daba miedo, me sentía responsable por la seguridad de mis cinco hijos. Pero no hay derecho a adjudicarse méritos que no se tienen.

-¿Cómo ve la función actual de la ex ESMA como Museo de la Memoria?

-Mirá, yo he ido a Alemania a conocer los campos de concentración y son lugares donde la gente habla en voz baja, como si se tratara de iglesias, son lugares de muerte y horror. Realmente ver que se hacen asados y manifestaciones musicales en la ex ESMA no me parece acorde. Creo que debería haber un gran museo en el Casino de Oficiales, donde estaban las celdas de tortura y de donde salían los helicópteros para los vuelos de la muerte. Nosotros fuimos los primeros civiles en entrar y los ex prisioneros nos mostraban cómo los tenían atados a los caños de agua con las manos en la espalda en los altillos, “Capucha 1” y “Capucha 2”. Estaban en dos altillos. Y en la planta baja estaban las cámaras de tortura donde les aplicaban la picana eléctrica.

-¿Qué opina de la política de derechos humanos hoy?

-Indudablemente, el Gobierno ha tomado los derechos humanos como un lema de su gestión. Me parece muy bien en cuanto a la ayuda a los derechos humanos, y me parece muy mal en cuanto a la adjudicación que no le corresponde de la defensa de estos derechos en los momentos en los que había que defenderlos. Ahora todo es distinto, todo es más fácil. Lentamente la historia se irá conociendo, se hará haciendo justicia, y reitero el título: que nunca más se repitan estas cosas.

Autores: P. Canónico, J. Weiss, F. Sarduy, G. Bullrich y R. Barci Ghiggi.