E. LEIS, I. CHAMES, L. GARABATO, S. OTERO Y S. MANSILLA

-¿Cómo era trabajar en el mismo ámbito que él?

-Eduardo Maicas: Cuando aparece él en la revista Hortensia, allá en el 71, nos cambia la cabeza. Cuando empecé a dibujar me gustaba seguir la línea de Patoruzú, de las revistas tradicionales. Y tanto él como Crist en su momento, pero principalmente Fontanarrosa, unían el guión y el dibujo, y eso nos cambió a todos la cabeza.

 -Julio Marini: Era una experiencia fantástica laburar con el Negro, porque era un tipo de buen humor, absolutamente como sus textos, creativo pero llano. Si era tarde y había que ir a comer una porción de pizza de parado íbamos a comer una porción de pizza, y si nos sentábamos en un restaurante de primera nos sentábamos en un restaurante de primera.

-Fernando Sendra: El Negro es de esas personas que tiñen una época. Yo creo que hay tipos en el humor gráfico que cambiaron cosas, pero el Negro me parece que cambió todo. Cambió la forma de relatar, la forma del dibujar, cambió la forma del texto. Era un tipo referencial.

-¿Recuerdan una anécdota con él?

-EM: Hay varias. En una bienal en Posadas fuimos a cenar a la casa de un empresario yerbatero de mucha guita. Tenían una mucama y la dueña tocaba una campanita cada vez que quería algo. ¿Quieren vino?” y venía el vino, “¿quieren que traiga el pescado?” y venía el pescado. Todo así hasta que el Negro dijo “yo no sé si tomé de más, pero oigo campanitas”. Nadie se había animado a decir nada y él lo dijo con una altura realmente genial. Eso lo pinta de cuerpo entero.

-Rudy: Una anécdota muy divertida fue haber compartido con él una mesa de autores de Ediciones la Flor en el año 1992. Estábamos en la Feria del Libro y en un momento se mencionó que ese año se conmemoraba el quinto centenario del descubrimiento de América. Entonces el Negro dijo que el apellido de la mamá de Colón era casualmente Fontanarrosa y que él en ese momento estaba medio apurado porque se tenía que ir a reclamar unas tierras que parece que había descubierto su tío abuelo.

-JM: Me acuerdo de la cobertura del mundial 94, que en sus viñetas hacía cosas maravillosas. Clarín había mandado a más de doce personas. Y entre ellos fueron Juan De Biase, que había sido el jefe de la sección, y uno de los editores, Claudio Aisenberg. Y a ellos dos Fontanarrosa los inventó recorriendo el mundial, los metió en varias viñetas recorriendo la ruta 66 como si fueran dos motoqueros con ropa de cuero.

-FS: Una vez en un aeropuerto en Chile pasó Carlos Valderrama, el exfutbolista colombiano, que no te digo que era Messi, pero estaba en su mejor momento. Y nosotros estábamos sentados en una mesa del bar y el Negro lo llamó: “Che, Valderrama” y le empezó a hablar de igual a igual, y yo no sé si Valderrama lo conocía de antes. Era muy entrador en su conversación tanto con los de abajo como con los de arriba. Algo que aprendí del Negro fue la gran capacidad de comunicarse con la gente.

-¿Cómo era su metodología de trabajo?

-EM: Él hacía dos chistes a la mañana, dos chistes a la tarde, y a la noche retocaba los errores para mandarlos en el sobre. Y cuando tenía una idea que daba más para un cuento o novela, la anotaba aparte y la desarrollaba.

-JM: Era un tipo riguroso para trabajar, cumplidor. El material de él tal vez no era el primero que llegaba, pero no te clavaba.

-¿Qué aprendiste de él?

-EM: Trabajamos en la misma revista, pero él en su casa y yo en la editorial. No trabajamos juntos en ningún proyecto. La verdad que uno lo miraba mucho porque había creado un estilo muy diferente y yo no te digo que lo queríamos copiar, pero lo seguíamos bastante. Hizo una escuela del dibujo nuevo y él inventó, a mí juicio, lo de los tres globitos. Eso a mí me quedó y lo uso, se puede decir que me basé un poco en el invento de él. Hizo una escuela en muchas cosas. La verdad que es Gardel y lo extrañamos. Es irremplazable.

-MR: Sin duda la mirada absurda, a sentirse uno mismo como un ridículo y a partir de eso poder ridiculizar al mundo. Esta cosa de que el mundo está hecho una especie de chiste y entendemos al mundo como una cosa absurda, como una cosa ridícula, nos podemos sentir mejor y reírnos de eso. Aprendí mucho sobre jugar con palabras, el Negro era un genio para esto. De él también me vino cierto gusto de hacer humor sobre los clásicos, me acuerdo muchísimo del libro ‘Los Clásicos Según Fontanarrosa’.