Por Mariana Pizzul
A la periodista y politóloga Tali Goldman la atrajo desde siempre el mundo sindical. Una crónica que escribió para la Revista Anfibia sobre trabajadores y trabajadoras del subte la llevó a preguntarse por esas mujeres que ocupaban espacios en los gremios donde históricamente había predominado la fuerza de trabajo masculina: ¿Cómo entraban las mujeres en el estereotipo del sindicalista relacionado con la idea de macho, lleno de tatuajes? ¿Se sentaban ellas también en las mesas paritarias? ¿Tocaban los bombos? “Me hice esas preguntas de manera genuina y allí empezó el proceso de búsqueda”, explica la periodista.
Esa búsqueda resultó en su primer libro, “La marea sindical, mujeres y gremios en la nueva era feminista”, publicado por Editorial Octubre, que reconstruye la trayectoria de 12 mujeres que lograron abrirse paso y luchar por los espacios de poder en sindicatos masculinizados. Las experiencias de dirigentas de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), Camioneros, Asociación Obrera Minera, entre otros gremios se entrecruzan con la revolución feminista que, como explica Goldman en la introducción, ha llegado también “para replantear las formas, las prácticas y las representaciones dentro de los sindicatos”.
-¿Cómo surgió la idea de escribir el libro?
–Trabajé muchos años en la Revista 23 y cubría permanentemente lo que pasaba en el subte. El de los metrodelegados fue el primer gremio al que me acerqué, hace seis o siete años, y particularmente dentro de él hay gran cantidad de mujeres, muchas de las cuales han llegado al lugar más alto de la escala laboral y, por lo tanto, de la escala salarial. Siempre me había parecido muy fascinante el proceso de la construcción del gremio de los metrodelegados, que se había desprendido de la UTA (Unión Tranviarios Automotor), y además, había algo de estas mujeres trabajadoras del subte que me atraía hasta en lo físico. Esta atracción terminó en una nota que publiqué hace dos años en la revista Anfibia. Se llamó “Bajo el asfalto” y eran historias de trabajadores y trabajadoras del subte. Fue una nota que me encantó hacer y me motivó a seguir escribiendo sobre trabajadores. Empecé a investigar qué otras trabajadoras había de gremios o de trabajo que siempre hacen los varones; busqué mujeres sindicalistas y me dí cuenta de que no había, ni en el periodismo ni tampoco en los espacios académicos.
-¿En tu imaginario también estaba la idea de que el sindicalismo “pertenece sólo a los hombres”?
-Sí y no. Yo sabía que había mujeres, pero no sabía cuál era el lugar que ocupaban. Me fascinan los sindicatos y el estereotipo de sindicalista. Esta cosa “de macho” me atrae desde lo estético. Veo los camioneros todos tatuados y me pregunto cómo entraban las mujeres ahí: ¿Se sentaban en las mesas paritarias, tocaban los bombos? En principio no tenía una respuesta pero sí tenía claro que me interesaban las mujeres de estos sindicatos masculinizados. Entonces, ahí empezó el proceso de búsqueda. El proceso de escritura fue en paralelo al proceso de investigación. No es que yo al principio ya tenía a estas doce mujeres, las fui conociendo a medida que iba avanzando con el libro, conocía a una y me decía que me contactara con otra, o a través de películas o libros.
-¿Por qué escribir el libro a través de perfiles?
-Era algo en lo que yo estaba incursionando. Me tentaba desde lo literario y desde la forma de escritura. A mí me gusta escribir, siempre el periodismo fue una excusa para escribir y para contar historias.
-¿Qué es lo que quisiste mostrar en el libro a partir de la elección de estas doce mujeres?
-En principio visibilizarlas. Había dos preguntas básicas que la gente me hacía cuando contaba que estaba escribiendo un libro sobre mujeres gremialistas. La primera era: ¿Hay mujeres sindicalistas? Quería desterrar ese mito que es medio obvio. Nadie me hacía la pregunta desde la maldad, pero me impactaba comprobar hasta dónde llegaba la cultura patriarcal de creer que las mujeres no militamos en los sindicatos. Entonces, en principio tenía que ver con poder instalar en la agenda que hay mujeres sindicalistas. Y en segundo lugar, desmitificar que la mujer sindicalista tiene que ser un poco macho, que era otra de las preguntas que siempre me hacían: ¿Cómo son las mujeres sindicalistas? Son iguales que vos y que yo. Son mujeres trabajadoras. Quise desterrar este estereotipo construido de lo que uno se pudiera imaginar como una mujer sindicalista, que tiene que ser un chabón, o lo más parecido a un chabón. De hecho, hay de todo: hay mujeres más masculinas y más femeninas, como lo hay en toda la sociedad. En ese sentido, el sindicato es un reflejo de la sociedad como cualquier otro espacio.
-En la introducción del libro planteás que solo el 18% de las mujeres ocupan cargos en los sindicatos y, de ese porcentaje, 74% lo hacen abordando temáticas “propias de una mujer”. ¿Cómo conjugan tus entrevistadas las demandas de los trabajadores con aquellas propias al género? ¿Lo hacen de manera transversal o priorizan una sobre la otra?
-Esa es otra de las premisas que yo tuve para elegir a quienes retratar. Solamente dos mujeres en el libro ocupan lugares como Secretaria de Género y DDHH (Claudia Lazzaro, Sindicato de Obreros Curtidores) y Secretaría de la Mujer (Laura Córdoba, Sindicato de Camioneros). Yo quería que la mayoría no fueran secretarias de género, no por menospreciarlas ya que fueron y son fundamentales, sobre todo porque muchas veces la secretaría de género es la única puerta de entrada que tienen las mujeres en ciertos sindicatos. Pero a mí me interesaba plantear el eje de las disputas por los espacios de poder. Y la verdad que las secretarías de género no ocupan espacio dentro de esa disputa. Hay una frase que me dijo Virginia Bouvet, metrodelegada, que resume un poco todo: “Si la secretaría de género tuviese un peso real dentro del sindicato, estaría ocupada por un varón”. Lo que se están también empezando a plantear las mujeres sindicalistas es eso: que la política de género tiene que ser transversal en los sindicatos.
Hoy en día lo podemos observar en algunos espacios. Por ejemplo, el Sindicato de Trabajadores Judiciales (conducido por Vanesa Siley) no tiene secretaría de género porque se considera que la política desde el sindicato es transversalmente con una mirada de género. Me parece que todavía está en un camino como el resto de la comunidad. El desafío es que los sindicatos en su estructura estén atravesados por la cuestión de género y ese es el camino que están emprendiendo las mujeres sindicalistas.
Teniendo en cuenta que los sindicatos fueron históricamente espacios verticalistas y jerárquicos: ¿el feminismo es la oportunidad para hacer del sindicalismo una estructura más horizontal?
–Las mujeres gremialistas reivindican el modelo sindical argentino, no pretenden cambiarlo. Si es verdad que el hecho de que haya conductoras mujeres en ese modelo sindical argentino cambia las lógicas mismas de la forma de hacer política dentro del sindicato. Las mujeres tienen otras formas de construir política sindical dentro de los sindicatos bajo esa estructura, y sobretodo mujeres feministas. Me parece que en ese sentido va a haber un cambio o una renovación del sindicalismo. Yo hoy creo sin dudas que la renovación del sindicalismo o el futuro del sindicalismo sin dudas está de la mano de las mujeres.
-O sea que el objetivo sería que en el futuro las mujeres ocupen los espacios de poder dentro del sindicato…
-Totalmente, las mujeres están peleando por ocupar los lugares de poder que siempre estuvieron en manos de los varones. Ya no se conforman con la secretaría de género. Ese me parece que sería su mensaje y su objetivo. Además, plantean que hay ciertos códigos y caminos a recorrer en los sindicatos y que los quieren transitar genuinamente. Ahí está la trampa de la Ley de Cupo Sindical Femenino: poner a mujeres pero como vocales o últimas en las listas sin que ocupen los verdaderos espacios de poder. En uno de los capítulos del libro, hay una anécdota de Claudia Lazzaro, secretaria de Género y Derechos Humanos del Sindicato de Obreros Curtidores (SOC-RA) que cuenta que el año pasado el Secretario General del gremio, Walter Correa, abrió el Encuentro de Mujeres Sindicalistas que era en el camping de SOCRA. Fue impactante porque era un auditorio con 2000 mujeres y lo abrió un varón. Y a pesar de ser un tema que se discutió y aunque el mismo Correa le insistió a Claudia que abriera el acto, ella se negó porque la tradición sindical es el dueño de casa quien da la bienvenida. Explicó que ella iba a abrir el acto cuando llegara a ser Secretaria General eventualmente. En ese sentido reivindican el sindicalismo argentino y su mejor tradición. Para ellas, el camino es por dentro y no por afuera.
-La última historia que abordás en el libro es la de María Roldán, delegada del frigorífico Swift durante el primer peronismo. Y esa historia llama la atención por varias razones: primero por el carácter de pionera pero también porque a medida que uno la va leyendo va encontrando que frente a la valentía de ser la delegada de un frigorífico histórico también se puede ir viendo como en los espacios de la esfera privada ella seguía teniendo la cuestión del “respeto al hombre”…
-Era otra época, por eso en el libro digo que sería injusto y una falta a la verdad histórica decir que ella era machista. Contar en ese contexto con una mujer que se animó a ser delegada de un frigorífico con una figura como Cipriano Reyes… creo que el no reconocimiento de María Roldán tuvo que ver con algo de opacarla, propio de sus propios compañeros peronistas, la invisibilizaron. De hecho, nunca tuvo ningún cargo, entonces me parece que hay que analizarla en ese momento histórico y con los pocos recursos que tenían las mujeres frente a los varones en ese momento.
-¿Cómo influye el cambio generacional? ¿Observaste cambios y diferencias a la hora de hacer política entre las más jóvenes y las de mayor edad?
-Me parece que hay que analizar a las mujeres en el contexto de donde vienen, en la historia de donde se criaron. Susana Rueda, por ejemplo, tuvo la valentía de asumir un cargo histórico en un momento como 2004 y de ser la primera mujer que ocupó un lugar en la cúpula de la CGT hasta el día de hoy. Y dio batalla en su momento, y puso en el tapete el rol de la mujer sindicalista en ese momento. Pero también era otro momento del movimiento feminista. En ese sentido, no me parece justo juzgar a las mujeres con otra lógica que no sea la de su experiencia y la de su tiempo y alcance: hay que ponerse en el lugar de Susana Rueda y estar en un Triunvirato con Moyano y Lingieri (Obras Sanitarias) y que tengas que pedir permiso para ir al baño porque cerraron las puertas de las dos oficinas y el baño quedó del lado de las oficinas de los varones. Me parece que ella fue una pionera en el espacio que ocupó en el sindicalismo argentino. Quizás alguien que hoy está entrando en el sindicalismo tendrá el camino mucho más allanado producto de un montón de cosas, también producto de una Susana Rueda, producto de una Laura Córdoba, producto de una María Roldán, me parece que son experiencias que hay que visibilizarlas para entender también que es un camino que las mujeres vienen recorriendo hace décadas.
-Y ellas también se nutren del movimiento feminista…
-Totalmente. Me parece que la mayor potencia de las mujeres dentro de los sindicatos se nutre del movimiento feminista. La explosión del movimiento feminista trae aparejada la explosión de las mujeres sindicalistas. Muchas militantes sindicalistas se reivindican como militantes feministas, van hace muchos años a los encuentros, dan los debates en las comisiones del sindicalismo. Es un proceso que viene hace muchos años y que quizás con el movimiento feminista y los Ni Una Menos se visibilizó y les permitió fortalecerse y juntarse. Hoy la mayor unidad del movimiento sindical lo llevan adelante las mujeres, tienen un espacio donde confluyen mujeres de la CGT, mujeres de la Corriente Federal de Trabajadores, de las dos CTA, de los movimientos de trabajadores informales. No hay otro espacio así.
-¿Las mujeres son la vanguardia contra las políticas del Gobierno?
-Yo creo que sí… Y en ese sentido las mujeres sindicalistas tienen un rol fundamental porque, por ejemplo en el Paro de Mujeres del 2016, fueron ellas las que fueron a hablar a sus comisiones directivas y a sus asambleas. Son las mujeres trabajadoras y de los gremios las que garantizaron (entre comillas) la efectividad de ese paro.