Por Mariana Pizzul y Iago Vieyra

Eva Duarte tenía 24 años y era una actriz ascendente el día que conoció a Juan Domingo Perón. Su participación activa en el acto organizado por la Secretaría de Trabajo y Previsión a favor de los damnificados del reciente terremoto en San Juan, el 22 de enero de 1944, llamaría la atención del entonces secretario y precipitaría la formación de una de las parejas más trascendentes de la historia argentina. De la mano del líder, Eva irrumpió de lleno en el núcleo político, hizo temblar las bases de la élite conservadora y se trajo consigo a las clases subalternas que, por primera vez, ocuparon un lugar en ese escenario hasta entonces pensado para unos pocos.

Eva Duarte no ocupó el rol decorativo adjudicado en ese entonces a las primeras damas sino que construyó su imagen pública al mismo tiempo que Perón cosechaba la suya. Si bien en su discurso subordinó siempre su accionar a la figura de su marido, mantuvo  en la práctica un rol complementario al de él. Su decisión y tenacidad en la defensa de los más humildes la convirtieron en una líder indiscutida, una mujer pragmática capaz de llevar adelante políticas sociales desde una militancia activa.Eva fue el nexo entre Perón y los sectores subalternos: no solamente aquellos integrados por trabajadores y trabajadoras registradas sino también los que accedían a todos los beneficios que el peronismo otorgó a partir del salario indirecto: ancianos y ancianas, niños y niñas”, explica Mariana Facio, magíster en Ciencias Sociales del Trabajo.


Desde la Fundación que llevaba su nombre, Eva recibió a diario a delegaciones sindicales, caminó los barrios más humildes, se enfrentó a quienes concentraban la riqueza y aplicó una filosofía de Robin Hood hasta con su propio marido: “Para los primeros fondos, Eva recurrió a mí. Una noche, en la mesa, me expuso su programa. Parecía una máquina de calcular. Por fin le di mi asentimiento. Le pregunté: ¿Y el dinero? Ella me miró divertida. Muy simple -me dijo- comenzará con el tuyo. ¿Con el mío? -dije-. ¿Cuál? Tu sueldo como presidente”, contó alguna vez Perón.

Los sectores populares correspondieron su trabajo con una fidelidad inmediata, que persistiría más allá de su muerte. “Como presidenta de la Fundación, Eva les enseñó a estos sectores excluidos de la historia del país o de la democracia real cuáles eran sus derechos y que tenían que defenderlos”, explica Facio. “Dictó clases de doctrina peronista y dejó registro de esto.”

Además de su protagonismo en el impulso de políticas sociales, Eva tuvo un rol preponderante en la participación de las mujeres en la vida pública. Creó el Partido Peronista Femenino,que según Carolina Barry, licenciada y doctora en Ciencia Política, “fue un partido con una simbiosis absoluta entre su líder y la estructura organizativa que propició una vía de acceso de las mujeres a la política”. A esto, Facio agrega que Eva Duarte además incitó a las mujeres al trabajo registrado, a romper con ese ámbito privado donde se desarrollaban y a insertarse en el ámbito público. “Sin embargo, no rompe con la imagen clásica de familia: también les pide a estas mujeres que sigan siendo el sostén emocional del hogar, suma la historiadora y profesora.

Un cáncer fulminante la consumió en unos pocos meses y su temprana muerte resonó en cada hogar argentino: impactó de lleno en quienes la veneraban así como en sus más decididos detractores. La Fundación Eva Perón y el Partido Peronista Femenino no supieron sobrevivir a su líder: se fueron diluyendo con  su ausencia, mientras entre el pueblo ella abandonaba su lado humano para convertirse en el mito que es hasta hoy.

Evita, suspendida su vida a los 33 años, suspendida su energía invencible, permaneció entre la gente y el afán del golpe militar de 1955 de borrar el peronismo de la historia no hizo más que alimentar el imaginario popular. Cada época política escribió sobre Eva Duarte de Perón un capítulo nuevo después de su muerte. Se la convirtió en abanderada de las causas nobles, de los postergados, de los mestizos, de los impuros. Se la reactualizó en las luchas contemporáneas.

El aniversario de su fallecimiento se produce en una Argentina convulsionada. La crisis económica actual, alentada por la acumulación del capital financiero, reduce a diario el mercado laboral y expulsa a familias de sus casas: la postal de mujeres, hombres y niños durmiendo en la calle se multiplica como fotocopias. A eso se agrega un discurso de creciente individualismo, un gran “sálvese quien pueda” que alimenta la desintegración de los lazos que nos unen como sociedad.

Frente al desconcierto de un presente recortado, que tiembla por el futuro y se fastidia del pasado, resulta importante reflexionar sobre la importancia de la figura de Eva, recuperar su dimensión humana e insistir en su carácter mediador con los sectores a los que la historia y las coyunturas les niegan una vez más la voz. “Cada vez se vuelve más trascendente su figura en un contexto como el que estamos viviendo de precariedad, de necesidad”, indica Facio. “Algunos y algunas de todos nosotros sabemos que la situación actual se puede revertir a partir del trabajo social como el que hacía su fundación. Y para eso es importantísima la historia, para buscar respuestas a lo que estamos viviendo. Y Eva es una respuesta. Su trabajo es una respuesta”.