Por Juan Gómez Tiutiunnyk

Juan Romero camina por las calles asfaltadas y los pasillos como un pez nada en el agua. En el Barrio 31 es casi una celebridad y, a su paso, todos lo saludan. Romero se describe como un “vecino apolítico que lucha por la igualdad de derechos de los vecinos del barrio respecto al resto de la sociedad”. “Desde que comenzó la urbanización del barrio, ya hay cinco salitas sanitarias, un mini hospital, bancos privados y sucursal del Banco Ciudad” , enumera. “La feria del barrio hoy está totalmente organizada y reglamentada, los feriantes pagan los impuestos todos los meses”.

Antes de que comenzara el proceso de urbanización los vecinos se organizaron y crearon cooperativas con referentes en zonas divididas por manzanas. Romero, coordinador de la Feria Latina, director de la radio barrial y presidente de la asociación civil Los Principitos de Retiro, era uno de ellos.


Cuando la feria cierra y cae la noche, en el Barrio 31 la vida es diferente a la de cualquier otro lugar de la ciudad. Alrededor de las nueve, empiezan a llegar los trabajadores con los zapatos cubiertos de una mezcla de cemento, cal y arena. Regresan a sus hogares.

En las veredas, los más jóvenes colocan los parlantes y comienzan a sonar las primeras cumbias, casi en una competencia de volúmenes. Todo es fiesta. La vereda donde están las oficinas de la Administración Gubernamental de Ingresos Públicos (AGIP) y la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) son las preferidas porque están iluminadas con LED.

Oficina del Jefe de Gobierno y Centro de Desarrollo Emprendedores y Laboral (CeDEL).
(Foto: Juan Gomez Tiutiunnyk)

Frente a las nuevas oficinas del Gobierno de la Ciudad hay una casa recuperada y restaurada por el Estado. La leyenda narrada por los vecinos más antiguos cuenta que pertenecía a un “jefe narco” conocido como King Kong. Ahí está hoy la oficina del Jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta.

Otro de los nuevos lugares del barrio es “el galpón”, un ex taller del ferrocarril ahora restaurado, que se usa como centro de deporte y actividades de enseñanza de oficios con salida laboral.

“El Galpón”: centro cultural del Barrio 31. (Foto: Juan Gómez Tiutiunnyk)

Ya de noche y con las luces prendidas que iluminan los pasillos, los vecinos del barrio arman parrillas al ras del piso donde hacen asado o preparan lo que pudieron comprar con el salario quincenal. Los más chicos corren pateando la pelota en las nuevas plazas con juegos de colores y piso de goma. De fondo se escuchan los goles en un partido improvisado. Todos logrados por un solo jugador: Messi.

El barrio 31 en plena actividad. (Foto: Juan Gómez Tiutiunnyk)

Al llegar el mediodía del sábado, el barrendero José Molina pasa la escoba y camina con su carro a cuestas. Todos los vecino lo conocen. José recuerda cuando colocaron el único semáforo del barrio. Fue toda una novedad, algunos caminaban cuadras sólo para verlo porque nunca creyeron que eso llegaría a la 31. Antes, después de un día de lluvia, era una semana de barro y hoy todo esta pintado de colores, parecido a Caminito en La Boca”.

El primer semáforo del barrio. (Foto: Juan Gómez Tiutiunnyk)

El sábado a la tarde algo parece finalizar para darle paso a la tan respetada siesta. Todo vuelve a la tranquilidad en un barrio que muchos eligieron y algunos heredaron. Para otros, es el único lugar que tienen. Entre los vecinos hay argentinos, paraguayos, peruanos, bolivianos y unos pocos colombianos y venezolanos. La mayoría convive en paz  y acostumbrándose a las distintas culturas que terminan siendo una única, la del trabajo. Lo que nunca deja de sonar es la música, banda sonora de una película que pocos pueden imaginar, pero  para otros es la única realidad.