Por Joaquín Benítez Demark

¿Qué hace Conty? ¿Cómo es? Además de jugar a la pelota, además de estar en el comedor, ¿qué más hace? ¿Qué se le puede preguntar? Como ir preparado para entrevistarla…

Qué decirte… Es la Conty del barrio. 

Con esa respuesta, Alejandra Clavijo, que juega al fútbol con ella, encapsula en la sola mención de su nombre los componentes esenciales que convierten a Constanza Rojas en Conty.

La mujer tiene 31 años y es cocinera, militante, referente barrial, jugadora y DT de fútbol. También es una amiga de escucha incansable, hija y hermana. Pero, ante todo, es solidaria y creyente no solo de Dios, sino “del otro”. Vive sola en la Villa 31 y no se acostumbra a llamarla Barrio Padre Mugica, porque dice que es un nombre que “los políticos usan para no decir la palabra villa”. Ella es una observadora crítica de lo que sucede en el barrio y dedica su tiempo a intentar cambiarlo.

UNA VIDA DE MILITANCIA

El 8 de marzo de 2023, Día Internacional de la Mujer, ante un contexto de crisis económica, salarial y alimentaria, se presentó en el Congreso Nacional el proyecto de ley que le garantizaría reconocimiento salarial a las cocineras que trabajan en comedores comunitarios y en ollas populares. La propuesta fue encabezada por el movimiento popular La Poderosa, agrupación en la que milita Conty.

Junto con La Poderosa abrió su comedor en la zona de San Martín, en la Villa 31, en 2019. En ese entonces cocinaba en los pasillos junto a sus compañeras, y les daban de comer a las personas en situación de calle y con problemas de consumo. Desde aquel momento, el comedor no se detuvo y ahora cuenta con una cocina equipada. 

Sin haberle hecho ninguna pregunta, Conty empieza a hablar. Hay que agarrar el celular y empezar a grabar. Primero habla del comedor y de su lugar como cocinera. Luego, con una visión clara y una generosidad obstinada, sobre lo que sucede en el barrio: “Hoy en día aumentó la demanda de comida. Cuando vos estás drogado no tenés la noción de tener que ir a comer. Nosotras servimos las porciones en bandejas y salimos a repartir con un carrito de supermercado”.

El grupo de cocineras del comedor solidario.

El Estado está ausente porque no ampara a esas personas“, dice Conty. “Te morís drogándote. Los pibes son constantemente golpeados no solo por la policía, sino por ciertas personas que los hacen vender. Son maltratados en todos los sentidos. Ya no tienen vida, no hay vida”, cuenta Conty, mientras convida un desayuno. Y sigue: “Lo que nosotras hacemos es como un rayo de luz. Yo soy muy creyente en Dios y él dice: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. La cuestión es creer; no importa lo que seas, la cuestión es amar y creer que podés amar al otro dándole algo tuyo, un pedacito tuyo. A veces se sorprenden y nos preguntan ‘Che, ¿tan rico cocinan?’. Porque cocinamos rico, le ponemos ganas, amor y entusiasmo porque sabemos lo que es no tener”.

Por primera vez habla de ella, va hacia atrás en el tiempo: “Gracias a Dios, yo sí tuve. Gracias a mi madre. Ella era inmigrante boliviana y se rompió el lomo trabajando para que a sus hijos no les faltara nada. Ella vivió en la pobreza absoluta, pero hizo posible que a nosotros no nos faltara un plato de comida. Pero mis compañeras sí pasaron por ese proceso de no tener”. Conty no tuvo siempre esta conciencia sobre sí misma y sobre “el otro”. Encontrarse, como se encuentra hoy, le tomó años de crecimiento y de conocer nuevos espacios de mayor diversidad. 

EL CAMINO PARA ENCONTRARSE

A los 19 años vio que en su barrio se jugaba al fútbol: había mujeres que jugaban a la pelota. Aunque su madre le había prohibido jugar de chica porque “era para varones”, finalmente encontró su lugar en La Nuestra, un espacio dedicado a la práctica deportiva de mujeres y diversidades en la Villa 31. “Ahí había chicas como yo, a las que les gustaban las chicas igual que a mí”, dice Conty. Mujeres como Mónica Santino, su entrenadora, referente feminista e impulsora del fútbol femenino en la Argentina.

La Nuestra ofrece deportes para mujeres y diversidades en la Villa 31.

Conty narra su historia y marca los cambios de dirección en su vida. Para ella, La Nuestra fue un primer nuevo hogar, donde conoció formas de amar y de compartir jugando a la pelota y militando un espacio. Y también encontró en esos años a su primera pareja mujer, que le enseñó “un montón de cosas”.

Años más tarde, cuando tenía 26, estuvo al borde de la muerte por una discusión con su ex cuñada que la dejó en el piso y con un pulmón perforado. A los pocos minutos vio desde el suelo a la ambulancia que, “como un suspiro”, llegaba para salvarle la vida. Cuenta que aquella pelea fue por una lucha de egos, una disputa de poder dentro de su familia. Hasta ese entonces, las peleas, el consumo y “alimentar su ego malo” –término que usa mucho– eran constantes en su vida. Ese fue un momento límite en el que se dijo: “O te rescatás ahora o no te rescatás nunca”. 

Internada en el hospital, reflexionó sobre qué quería y sobre qué le estaba pasando. “En ese momento conocí la organización La Poderosa, ahí me dieron una mano todas las compañeras. No fui santa ni me hago la víctima porque tuve mis errores. Como todo ser humano tuve mi egoísmo y mi violencia, no lo voy a negar porque eso sería horrible”, reconoce. Ahí, además del compañerismo, conoció a su segunda pareja, de la cual se separó hace un año. Esa relación, afirma, la “enderezó“. “Ahora sé poner límites, decir no, acomodarme y manejar mi estabilidad emocional. Nadie va a manejarla, no se lo permito a nadie ni tampoco me permito manipular la de otro”. Y sigue con mayor firmeza: “Ahora sé quién soy, cuál es mi objetivo y para qué estoy en este mundo”.

Afirma haberse “curado” ella misma y dice que ahora está en camino de “curar a sus ancestros. “Antes teníamos una relación de perros con mi vieja, pero ahora –enfatiza– le enseño cómo valorarse, porque si uno se valora, el resto te valora. Hay que empezar por uno mismo”. Mira, como buscando en su cabeza algunas palabras, y vuelve a hablar del comedor:  “Ahí vi la realidad y el dolor. Y entendí lo que es empatizar con la otra persona”.

Conty sigue hablando sin necesidad de preguntas: “Los saberes que adquirís en la vida tenés que transmitirlos a otros para que se multipliquen. Por ejemplo, yo, Constanza, les transmito a mis compañeras mis saberes como entrenadora y como cocinera. El día de mañana, cuando yo no esté más, porque en algún momento voy a elegir un solo camino, te voy a enseñar todo lo que sé para que lo te lo quedes y se lo enseñes a otros. Esa es mi pedagogía”.

Cuando Conty camina por la calle, saluda a todo el que pasa: a los que venden en los comercios, a los que entran al barrio y a los que salen. A cambio, claro, también la saludan a ella. Cuenta emocionada que la paran las nenas que entrena y le dicen a sus mamás: “Mirá, ma, esa es mi profe. Ahí está la reproducción: crecer, recibir y dar a cambio. Reproducir y sanar. Y cumplir sueños.

El fútbol femenino le dio a Conty la posibilidad de viajar a México, país que desde chica soñaba conocer. Sin esperarlo, terminó viajando también a Alemania e Italia. Aprender a cocinar y cocinar para otros la hizo entrar a un programa de cocina que le dio su primera aparición en la tele. 

Antes de la despedida, llega el agradecimiento por abrir las puertas de su casa, el café batido y las casi dos horas en las que se brindó para contar su historia. Ella agradece con modestia y dice que no es la única que merece una entrevista: “Hay muchas compañeras que tienen muchas historias detrás, pero les cuesta hablar, expresarse. Lo que yo intento hacer es ser más humano de lo humanocita al Che y recomienda leerlo–. Esperemos que la generación que venga rompa con todo. Y que no existan más comedores ni merenderos, eso va a ser una señal de que el país está yendo bien”.