Por Julián Alvez
El freestyle es una disciplina que ganó cada vez más conocimiento y masividad en el día a día de la cultura argentina. Ver una congregación de jóvenes que compiten al compás de un beatbox en una plaza o escuchar a un “poeta subterráneo” que escupe realidades a la gorra en el subte adquirió un carácter de significación enorme en la cultura joven, pero además, pasó a ser parte del paisaje urbano en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano.
Los millones de fanáticos en todo el país, las competiciones masivas y la complejización del nivel técnico en la improvisación son un fiel reflejo de la metamorfosis y crecimiento exponencial que experimentó esta actividad en los últimos cinco años. Sin embargo, sigue habiendo una cuenta pendiente: la poca participación y visibilización de las mujeres en el freestyle y la vigencia de rimas misóginas y discriminatorias en los torneos.
“La brecha entre competidores hombres y mujeres siempre fue enorme. El cambio sociocultural, producido en gran parte por la influencia del movimiento feminista de estos últimos años, ayudó un montón a ser más visibilizadas y que más chicas se animen a competir”, marcó Taty Santa Ana, freestyler desde hace ocho años y una de las fundadoras y organizadoras de Triple F, la primera liga de freestyle femenina.
Por el otro lado está Manuel Cano, fundador del sello PUAJ! y ex organizador de la competencia Irlanda Freestyle. Sobre esta brecha, Cano comentó que, cuando él comandaba torneos, en algunas fechas sólo se presentan a competir cinco mujeres, mientras que del otro lado había arriba de doscientos competidores varones. “Un factor importante es que, cuando competía una mujer, el foco de la batalla se centraba mayormente en ella y las rimas solían ser degradantes”, remarcó.
Al respecto, NTC, freestyler desde hace cuatro años y una de los 16 participantes de la Final Nacional de Red Bull 2019, comentó: “También las pibas teníamos que ser ‘un pibe más’ y adaptarnos a eso. Me han dicho rimas muy misóginas en muchos lugares y eso te inhibía a la hora de rapear, ya que éramos más unas caras bonitas que unas participantes. El nivel de hostilidad actual es mucho menor al de antes, pero sigue siendo inaceptable que pase esto y hace falta mejorar esto en otros países de habla hispana, porque el nivel de misoginia que hay allá es mil veces peor”.
Es indudable que ha habido una mejora en cuanto a estos comportamientos, que persistirán hasta que se tome conciencia real del atraso que representan estos tipos de conductas. Sin embargo, el hip-hop en general es una cultura que, por sobre todas las cosas, promueve la unión y el respeto. Es una gran hermandad y no es una moda, es una forma de vida. Con respecto a esto último, “Taty” Santa Ana remarcó: “Yo estoy hace ocho años en la cultura. Creo hemos sido respetadas siempre, aunque el contenido sí podía llegar a ser ofensivo. En las batallas encontré a mis amigos, que son como mi familia. No es que éramos maltratadas, yo pasé por situaciones bastantes feas, pero no es por culpa del movimiento, sino por hombres estúpidos que no respetan a las mujeres”.
Todos estos eran componentes que desalentaban la competición y el progreso de muchas competidoras mujeres. Sin embargo, el contenido de rimas misóginas en batallas ha bajado considerablemente y aumentó la visibilización de las competidoras femeninas: “La mayor conciencia por gran parte de la cultura general sobre estas consignas se trasladó al freestyle. Lo empecé a notar a mitad del año pasado, ahí el cambio fue tremendo e incluso empezó a haber competiciones de rap-conciencia”, resaltó Santa Ana.
Las burlas hacia el aspecto y las rimas sexistas en batallas hombre-mujer siempre fueron caldo de cultivo para hacer punchlines simples y “graciosos” para el público fácil. Sin embargo, las competiciones de rap-conciencia vienen con otro tipo de propuesta: priorizan la calidad técnica del competidor y su ingenio para generar rimas creativas sin la necesidad de usar insultos discriminadores o que degraden al oponente. Es así que rimas (textuales) como “mirá que alto que llegaste por chuparme la pija” o “te voy a hacer upa sobre mis bolas” son totalmente inadmisibles en este tipo de certámenes.
“La competencia Pueblo Rapper es pionera en esto de trabajar la cabeza y exprimir el talento de verdad. Al principio fue criticada por una supuesta ‘falta total de libre expresión’, pero creo que hay que dar un mensaje, y es que cuando vos tenés el poder de la palabra, transmitís cosas y está bueno dar el mensaje de no discriminar al otro sin importar qué”, expresó NTC. A partir de este modelo, otras competiciones siguieron esa misma modalidad, como Cultura Rap, que se desarrolla en el Centro Cultural Recoleta, y la Copa Derrape, organizada por el programa Derrape, de Oktubre FM.
Pero además de esta nueva modalidad de formatos dentro del ambiente, este año fue bisagra para el público femenino al haberse creado la primera liga de freestyle femenino, la Triple F: “Lo comencé por necesidad, al haber sido competidora, entendí que el fin tenía que ser que las pibas puedan motivarse el doble y que puedan agarrar confianza en sí mismas, que es vital para ganar en otros lugares, ya que vivimos de inseguridades por estar siempre en un segundo plano en todo”, declaró Santa Ana. Actualmente, la liga tiene cinco competidoras fijas y una que accede por eliminatorias el mismo día de la competición. “Nos proponemos que esto siga, y que las pibas se sigan motivando. Mi principal idea es que termine el año, que haya nuevas caras y que esto crezca”, expresó la fundadora de Triple F.
Sin embargo, hay quienes concuerdan con que la liga femenina debería ser un estadío provisorio para impulsar a las competidoras: “En el freestyle deberían competir todos los géneros juntos, pero debo reconocer que este espacio está buenísimo para que las pibas que recién están empezando y se quieren animar se afiancen entre ellas y tomen más fuerza. Las competiciones femeninas son un mal necesario diría yo”, aclaró NTC.
Manuel Cano, con la experiencia de haber organizado torneos, expresó algo similar: “Las mujeres que participan ahí empezaron a tener una mayor visibilidad y cierta repercusión que antes no estaban teniendo y está buenísimo que pase. Movidas como estas son un buen frente provisorio ante una situación de necesidad desesperada como la que tenemos para que desde otro peldaño se pueda debatir realmente la inclusión femenina en un ámbito total”.
LAS MUJERES EN LAS COMPETICIONES DE “ESCENARIO”
Yendo al archivo, las competidoras mujeres que han conseguido popularidad o una carrera relativamente longeva en competiciones “grandes” no han sido muchas. Como antecedentes de mujeres freestylers está La Joaqui, competidora de las ediciones nacionales 2014 y 2015 del evento más convocante y masivo de habla hispana: la Red Bull Batalla de los Gallos. Más recientemente, en 2016, estuvo Tink, que fue la primera mujer argentina en pasar al menos una instancia de esa competición.
Este año hubo varios acontecimientos que suman a la movida del freestyle. La Batalla de Maestros, una de las más importantes de la región, organizó una competencia femenina en Argentina y, en la Red Bull de Colombia, Maritheia logró posicionarse como tercera mejor MC de su país. “Las competencias más masivas están teniendo en cuenta a las pibas, son procesos largos, en los que las pibas nos estamos incorporando a una movida de hombres y ahora los eventos masivos pueden generar cosas de mayor envergadura”, explicó Santa Ana. Además, por primera vez en una competencia nacional de Red Bull, hay dos participantes mujeres –NTC y Roma– dentro de los 16 finalistas. NTC contó sus sensaciones de cara al evento del 20 de octubre: “Quiero dar un muy buen show, en competiciones así tenés que brindar una buena performance, pero quiero irme de ahí sabiendo que lo di todo”.
Foto principal: BDM Argentina