Por Josefina Godoy Martínez
¿Cómo reducir el impacto de las redes en el ánimo y la salud mental de los usuarios más jóvenes? En primer lugar, hay que entender que ni los likes ni el número de seguidores que tenga una persona definen quién es. Como dice la psicóloga Elena Singerman, “hay otras cosas que valen mucho más que un me gusta, pero existe la ilusión de que este es todo, y que si no lo obtengo mi vida se desarma”.
Tampoco es el fin del mundo si un día no se está pendiente al 100% de lo que ocurre vía Instagram, Tik Tok o Twitter. La vida es mucho más de lo que pasa en ese ámbito virtual y está bueno saber que no es la muerte de nadie perderse un tweet o “clavar” el visto en Whatsapp.
El poder parar también es un factor importante, ya que si un usuario mantiene una relación de uso excesivo con alguna red social puede copiarla en otros ámbitos, o con otros vínculos. Hay que ser consciente del uso que se le da a las redes y de lo que generan, para poder autocuidarse de ansiedades, trastornos del sueño, frustraciones, angustias e inseguridades.
Según Singerman, “hay que buscar un equilibrio, uno puede de a ratos encontrar alguna cosa en Tik Tok, por ejemplo, que le permita juguetear un rato y hallar lo que uno quiere, pero quedarse pegado todo el tiempo a eso, suponiendo que ahí va a estar la respuesta a todos nuestros problemas, no es sano”.
Por su parte, la psicopedagoga Marcela Sosa sostiene que los jóvenes utilizan los sitios web como escape a ciertos condicionamientos: “Tienen muchas presiones impuestas, sumergirse en las redes sociales y ser adictos a vivir virtualmente es a lo que nos lleva la sociedad actual”. Los jóvenes, señala, tienen que estar atentos a este mecanismo de huida hacia los espacios online para evadir sus frustraciones, la sensación de no ser exitosos, de no conseguir lo que quieren o de no saber a qué dedicarse, para no permitir que aparezcan los efectos negativos que producen las plataformas virtuales. Los chicos, explica la psicopedagoga, terminan alejándose de sus problemas y exigencias reales, al quedar enredados en lugares que, a pesar de tener muchos beneficios, están llenos de publicaciones en donde la gente, las cosas y las vidas que se comparten son perfectamente hermosas. Se aíslan dentro de las redes, y a pesar de ser una generación fiel al concepto de libertad, “se atan a ellas, que quitan muchas libertades, y se quedan en un lugar donde tiene que ser todo ya y en donde deben estar sí o sí pendientes de lo que pasa por allí, más como un mandato que como una elección”, explica Sosa. Lo importante, para la especialista, es no perder de vista que “no es obligatoria la forma de vida que imponen estos sitios, en donde sólo importa lo físico y lo material; la esencia de una persona pasa por otros lados, muchos menos superficiales”.
CÓMO IMPACTAN LAS REDES EN LA SALUD MENTAL
Además de angustia, baja autoestima, trastornos del sueño y frustración, el uso desmedido de redes se relaciona fundamentalmente con la falta de concentración. Los tiempos en donde los jóvenes prestan atención se volvieron cada vez más cortos, inmediatos, necesitan permanentemente tener el resultado de todo lo que hacen velozmente, porque son la generación del “ya”. Como consecuencia, aparece el síntoma de angustia cada vez que no consiguen respuestas de forma rápida, y en vez de poder liberarse de todas las presiones por las cuáles muchas veces ingresaron a esos sitios, terminan más adentro de ese mundo lleno de viajes a playas paradisíacas, cuerpos hegemónicos y comidas excéntricas.
A propósito de esta inmediatez, los jóvenes no hacen anclaje en ninguno de los contenidos que visualizan, todo es sucesivo, vertiginoso, “son muchas imágenes rápidas, que se ven como detenidas pero a gran velocidad, no dejan más que flashes en la cabeza”, explica Sosa, haciendo referencia a la modernidad líquida, donde todo se diluye. “También se hace difícil establecer vínculos reales, porque todos son ‘amigos’ virtuales”, aclara la psicopedagoga, quien cree que al salir de las redes, los jóvenes tienden a buscar lazos afectivos con las mismas características que tienen los que se construyen en las plataformas virtuales, esporádicos y espontáneos.
Las redes sociales también permiten grandes oportunidades. “El intercambio humano no es sencillo, es complejo, cambiante, y habrá personas para quienes estos sitios son el mejor modo de encuentro con otros”, dice la psicóloga Singerman. Además de encontrarse con otros de una manera más fácil, también ayudan a localizar a viejos amigos, adquirir nuevos conocimientos o emprender un negocio. En definitiva hay que entender que “no todo es blanco o negro, depende mucho de la persona y como se relaciona con el tema de las sociedades virtuales”, sostiene la psicóloga.