Por Maia Molina
Las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, cotidianamente llamadas PASO, son el escenario en el cual los precandidatos miden su fuerza política antes de los comicios que se celebran en octubre. Esta instancia electoral a celebrarse el segundo domingo de agosto -exactamente dos meses antes de las elecciones generales- genera gran controversia desde su primera aplicación en 2011.
Para entender cuáles son sus aspectos favorables y sus defectos, primero resulta imprescindible desglosar el significado de sus siglas. Son elecciones primarias porque se realizan previo a las generales para definir a los candidatos para cargos nacionales de cada alianza o partido. Son abiertas porque todos los inscriptos en el padrón electoral pueden -y deben- votar; simultáneas porque se celebran un mismo día; y obligatorias tanto para los votantes como para los distintos partidos, aunque estos no presenten más de una lista.
Las PASO fueron creadas mediante la Ley 26.571 en diciembre de 2009 y aplicadas por primera vez en 2011. Antes de que existiese este mecanismo, cada espacio político seleccionaba la fecha para sus elecciones internas bajo su propia reglamentación. Las mismas estaban limitadas a la participación de los afiliados al partido, es decir, no eran ni abiertas ni obligatorias. Entonces, esta Ley de Democratización de la Representación Política, la Transparencia y la Equidad Electoral, en parte, surgió para abrir los partidos políticos, permitiendo una intervención más democrática en esta instancia electoral.
Algunos las definen como una “gran encuesta nacional”, ya que en varias ocasiones los espacios se presentan con un precandidato único, y en ese caso, no hay una interna que dirimir sino que los resultados reflejan la tendencia de voto de cara a los comicios generales. El analista político Luis Tonelli difiere un poco con este concepto: “Si son una encuesta no sirvieron demasiado, por ejemplo, en la elección de 2015 cuando Sergio Massa sacó un punto más desde las elecciones PASO a las generales. Lo lógico sería que el voto de una tercera fuerza luego de esa encuesta se diluya, sin embargo, no fue lo que ocurrió”.
Para explicar este suceso, el analista sostiene que, cuando hay grieta, hay polarización ideológica pero no electoral: “Si las dos fuerzas importantes divergen hacia los polos, aparece otro espacio político en el centro. Esto sucede porque los moderados no votan extremos; en cambio, los extremos, con tal de ganarle al principal oponente, sí pueden inclinarse a votar a un moderado”, concluye Tornelli y considera que los resultados de esta elección son “una interpretación subjetiva del voto subjetivo de cada elector”.
Esta instancia también resulta como un filtro para los partidos que menos simpatizantes tienen. El artículo 45 de la Ley establece un mínimo de 1,5% del total de los sufragios, considerando los votos de todas las listas internas de una agrupación política, para poder pasar a la siguiente ronda. “Las PASO tienen como objetivo fundamental disminuir el número de partidos. Antes, se inundaba el cuarto oscuro de boletas; gracias a esta instancia previa se crea un efecto reductor”, expresa Tonelli.
Las miradas críticas a esta Ley la consideran una instancia eliminatoria injusta considerando que los votantes de los espacios que no alcanzan el 1,5% quedan sin representación en las elecciones generales y, en consecuencia, se ve afectada su capacidad de voto. También, señalan que representa un gran gasto público que podría ser evitado. Desde la Secretaría de la Cámara Nacional Electoral afirman: “Es un costo económico enorme hacer otras elecciones y se moviliza una vasta infraestructura en todo el país”. Funcionarios de este organismo confirman que para los partidos políticos ir a una interna significa exponerse y someterse a un profundo gasto en caso de tener que sostener más de una campaña.
La mirada de Tonelli es más bien optimista respecto a las PASO. El analista asegura que “tienen un efecto benéfico indudable”: no solo reducir el número de partidos en las elecciones generales sino también ser “un incentivo a que se formen coaliciones”.
Edición: María Sol González Álvarez