Por Julián Alvez
A casi dos meses del comienzo de la cuarentena, las villas porteñas se convirtieron en un nuevo foco de contagios de coronavirus: el domingo el gobierno nacional confirmó que ya hay más de 500 personas con Covid-19: 373 contagios en la Villa 31, 120 en la Villa 1.11.14 y 26 en el resto de los barrios populares. Esto representa el 30% del total de casos de la ciudad de Buenos Aires.
Con la cuarentena, se redujo uno de los tantos factores que permiten la proliferación del virus: la movilidad de las personas, que ahora solo pueden salir de casa para trabajar si pertenecen a rubros específicos, para hacer las compras o por algún motivo excepcional que lo justifique. “Lo único que les pedimos es que se queden en sus casas”, dijo el presidente Alberto Fernández en una de sus primeras conferencias de prensa.
La consigna parece simple, pero no es lo mismo permanecer en una casa amplia con espacios verdes que en una vivienda precaria en la que viven muchas personas en un mismo espacio. Según la Encuesta Anual de Hogares, el 9,1% de las viviendas de la ciudad de Buenos Aires se encuentra en situación de hacinamiento (esto significa que viven, en promedio, dos o más personas por ambiente).
¿Cómo se distribuye este porcentaje en los distintos puntos de la ciudad? La misma encuesta marca una disparidad enorme entre las comunas ubicadas al sur de la ciudad con respecto a las que están en el centro y mucho más con las que están en el norte.
En la Comuna 8 (Villa Soldati, Villa Lugano y Villa Riachuelo) el porcentaje de hogares hacinados es casi del 25%, mientras que en las Comunas 2, 6, 13 y 14 (Recoleta, Caballito, Nuñez/Belgrano/Colegiales y Palermo) no alcanza el 5%. El hacinamiento crítico (más de 3 personas por cuarto) afecta al 1,5% de los hogares, y registra la mayor incidencia, también, en la Comuna 8 (6,8%).
Otras de las zonas que tienen niveles críticos son la Comuna 1 (Retiro, San Nicolás, Puerto Madero, San Telmo, Montserrat y Constitución), la Comuna 3 (Balvanera y San Cristobal) y la Comuna 4 (La Boca, Barracas, Parque Patricios y Nueva Pompeya). Las comunas que más porcentaje de hacinamiento presentan son las que concentran la mayor cantidad de villas, asentamientos y núcleos habitacionales transitorios de la ciudad (excepto la Comuna 3).
Según la Encuesta Anual de Hogares, solo en las villas porteñas viven 231.811 personas, aunque se estima que ahora la cifra llegaría a 300.000. “Es casi el escenario ideal para la diseminación del virus porque las potenciales víctimas están mucho más cerca, y cuanto más chicos sean esos espacios más fácil es el contagio. Si a esto le sumamos que muchos usan un mismo baño que no está en condiciones ideales y que se dificulta la limpieza de toallas u otros elementos, las facilidades para mantener la higiene de las manos, principal medida preventiva, serán menores y el contagio mucho más probable”, explicó el infectólogo Lautaro de Vedia.
Silvia Saravia es la coordinadora de Barrios de Pie, uno de los movimientos sociales que más llegada tiene en las villas porteñas. Para Saravia, la posibilidad física del aislamiento social en esas viviendas es muy difícil. “Los esfuerzos para poder convivir en un espacio chico con mucha gente y, en especial, con muchos chicos, se vuelve sobrehumano; más allá de las indicaciones de no salir, a veces esto no es tan posible complirlo”, dijo.
Además de las condiciones sanitarias y de infraestructura, otro gran inconveniente es que las principales fuentes de ingreso de las familias se vieron perjudicadas por la cuarentena y el dinero para comprar alimento no es suficiente. “Vemos con buenos ojos los incrementos de los ingresos y de las jubilaciones mínimas pero, al no tener aplicación inmediata, la plata por estos días va a seguir faltando y la gente tiene que seguir comiendo”, advirtió Saravia.
Es en estas cuestiones donde se está poniendo a prueba la capacidad de coordinación entre las administraciones del Gobierno Nacional, el GCBA y los diferentes movimientos sociales. Según Saravia, “desde Nación han mostrado predisposición en hacer una mayor entrega de alimentos y disminuir los plazos de entrega”. Aun así, recalca que las acciones deben ser tomadas lo antes posible. “Estoy preocupada, porque casi todos los que vienen al comedor están en situación de malnutrición y eso es uno de los riesgos porque bajan las defensas”, dijo.
Esto último es clave. Por un lado, las posibilidades de contagio son considerablemente más altas que en otros tipos de viviendas. Pero por otro lado, la malnutrición es un factor importante a considerar si una persona se infecta. “Definitivamente tendrá el poder inmunológico mucho más debilitado, por lo que va a tener peores condiciones para defenderse de la infección, de esta o la que fuere”, explicó De Vedia.