Por Laureana Grumelli
Atravesar un hecho histórico como la pandemia de covid-19 pone ciertas cuestiones en perspectiva. La ansiedad y el malestar son moneda corriente y en las ciudades donde la cuarentena sigue, la situación entre les más jóvenes se está poniendo más y más difícil. No poder ver a sus amigues, no salir de casa -lo que está directamente relacionado con los roces y peleas que se generan en la familia-, no tener privacidad ni libertad, son problemas de suma importancia en la rutina de une adolescente, en la que el foco está puesto en el día a día, y en disfrutarlos a medida que los van atravesando.
“Por lo general a nuestra a edad estamos acostumbrades a no estar nunca en nuestras casas. La facu, el colegio, las casas de nuestres amigues o novies, las plazas, los bondis, subtes, bares y hasta cualquier rinconcito en cualquier callecita son nuestras casas y nuestros encuentros con amigues, que a nuestra edad son lo más importante que tenemos”, explica Sol, de 19 años. “En mis amigues encuentro una comodidad y espontaneidad que no siento en ningún otro ámbito de mi vida. Para mí era súper importante tener varios chats por WhatsApp para ir arreglando cómo me manejaba entre mi laburo y sus estudios para poder ver a todes. Sin embargo, esos chats no eran más que día y horario, no había chance de que las conversaciones tuvieran lugar en ese medio y una videollamada era algo impensado. ¿Cómo le doy vida y siento realmente al sujeto que está atrás de esa pantalla? Lo único que me da esperanza es pensar en ese abrazo eterno que me voy a dar con cada une de mis amigues cuando esto termine”.
“El adolescente que no tiene un mundo interno es el que está mucho más angustiado porque se encuentra con que su mundo depende de los demás, de la propuesta del otro, de la mirada del otro, porque se suben al deseo del otro”, explica la psicóloga Lucía Cardini. “Pero también hay adolescentes que están desplegando cuestiones internas que ni ellos mismos sabían que tenían.” Al comparar la vivencia de les adolescentes con la de les mayores, Cardini señala que el adulto está con más angustia por la incertidumbre, mientras que el adolescente se angustia por el aquí y ahora, ya que su conocimiento reside en el intercambio. “La frustración viene también porque nadie eligió frenar, todos frenamos. La angustia más grande que tiene el adolescente es la pérdida de la omnipotencia, acá el orgullo del adolescente recibió un golpe muy fuerte.”
Nuevo contexto, nuevas costumbres
“¿El sábado tipo 12, entonces?”, un mensaje que se repite en el mismo lugar, pero en dos tiempos diferentes. El grupo de WhatsApp es un gran medio para organizar juntadas entre amigues que ahora son por videollamada. Pasados ya varios meses de confinamiento, cada quien se va armando distintas rutinas, ya sea por estudio, trabajo, o sanidad mental, cada quien tiene sus horarios que combinar con el resto. Así se van construyendo los hábitos conjuntos de cuarentena: tomarse un vino, vestirse de gala o hacer martes de juegos. Todas las consignas se hacen con el mismo objetivo: no sentirse tan soles. “La necesidad de contacto saca al adolescente de ese lugar súper tecnológico, porque aunque nacieron en la época de la tecnología, prefieren verse, encontrarse, viajar; y esa curtidita que está faltando es lo que más angustia genera”, explica Cardini.
Muches desafían la cuarentena y se encuentran con algune amigue que vive cerca para ir a hacer las compras. Así, en una tarde cualquiera, dos adolescentes se sientan un rato sobre el cordón de una vereda de Colegiales. Charlan y se ríen mientras una de ellas intenta embocar agua de una botellita en la boca de la otra sin que le toque los labios. En medio de tanto caos y precauciones, logran crear una micro dosis de felicidad.
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