Por Daniel Blanco Gómez

En 2001, la Argentina era un país incendiado y Eduardo Duhalde fue un extraordinario bombero que apagó el incendio, pero Néstor Kirchner fue el arquitecto que reconstruyó la casa”, dice Alberto Fernández, jefe de Gabinete entre 2003 y 2008 y actual dirigente del Frente Renovador de Sergio Massa, sobre el proceso político iniciado por el fallecido ex presidente.

Según Fernández, en 2002 muchos argentinos pensaban que el Estado estaba ordenado por el entonces presidente Eduardo Duhalde. Sin embargo, el país se encontraba en default, tenía 25 por ciento de desocupación, 54 por ciento de pobreza y una deuda que representaba el 150 por ciento de su PBI. Era “una situación difícil”, “un momento explosivo” que, para el abogado, tiene dos lecturas. La primera está relacionada con el estallido en diciembre de 2001, es de orden económico, social y político y fue creada dentro la burbuja cambiaria de la convertibilidad. La segunda, con el logro que representó haber mantenido el sistema democrático, incluso luego de que la policía asesinara a los dirigentes piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, el 26 de junio de 2002 en Avellaneda, en el marco de una manifestación en reclamo de trabajo y planes sociales. La reacción de Duhalde fue anticipar las elecciones a abril de 2003.

Desde ese momento hasta abril de 2003 tuvimos que trabajar para posicionar a un Kirchner que estaba muy descolorido electoralmente, porque era el único desconocido del escenario político”, dice Fernández, quien comenzó a trabajar en 2000 en el proyecto presidencial del entonces gobernador de Santa Cruz. “Lo fui a ver a Duhalde y le conté que iba a trabajar con Néstor. Siempre me quedó grabada la actitud que tuvo porque fui con temor a que se molestara”. En lugar de molestarse, Duhalde le pidió que junto a Julio Bárbaro y otras personalidades destacadas del justicialismo armaran un grupo de centroizquierda para evitar que Chacho Álvarez copara ese espacio. Así nació el grupo Calafate, que se convertiría en el sostén ideológico del kirchnerismo.

Cuando Néstor asume el poder, en mayo de 2003, teníamos el desafío de ordenar la economía, sacarla del default, conseguir inversiones para generar empleo y terminar con la pobreza”, dice Fernández acerca de los inicios de la flamante gestión. Luego, el santacruceño sumó uno de sus objetivos centrales: mejorar la calidad institucional de la Justicia para investigar los crímenes del terrorismo de Estado durante la última dictadura y, de este modo, lograr que “los genocidas rindieran cuentas ante los tribunales”.

Fernández distingue tres etapas en los doce años de administración kirchnerista. La primera estuvo marcada por la presidencia de Néstor Kirchner, que fue de ordenamiento y mucho rigor con “los mejores resultados que la democracia ha dado”. “En 2003, todos los días teníamos que desactivar una bomba. El día que nosotros asumimos había cortes en todo el país. Los cálculos que nos hacía la policía eran que había 80 mil personas cortando calles y rutas. Ese era el país que recibimos“.

En la segunda etapa, encabezada por Cristina Fernández entre 2007 y 2011, la economía comenzó a tambalear, según el ex jefe de Gabinete, pero hubo actos de gobierno destacables. “Yo valoro mucho lo que Cristina hizo con la Asignación Universal por Hijo y en materia de ampliación de derechos como el matrimonio igualitario, el voto joven y la identidad de género porque era muy difícil de hacer y ella lo hizo”. También considera que la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual fue un muy buen debate cultural que, sin embargo, “tuvo una espantosa resolución legislativa, porque el mecanismo que eligió el Gobierno fue el de hacer una ley para embromar” al Grupo Clarín

Ya en la tercera etapa, la actual, Fernández no encuentra nada bueno en el kirchnerismo. “La decadencia del gobierno de Cristina es muy grande, es muy notoria”, dice antes de dar dos ejemplos de esa situación. El primero es el nombramiento del ahora retirado César Milani como jefe de las Fuerzas Armadas, a pesar de estar imputado por los delitos de encubrimiento y falsedad ideológica en la desaparición de un soldado en 1976, durante la última dictadura. El segundo, la decisión de sostener a Amado Boudou en la vicepresidencia aunque esté procesado en dos causas judiciales: por supuesto cobro de sobornos y negociaciones incompatibles con su cargo en el caso Ciccone y por la presunta falsificación de la documentación de un auto.

Lo único destacable de esta tercera etapa, según Fernández, es la decisión de reestatizar YPF, aunque, aclara, se hizo de “muy mala manera”, ya que a la Argentina “le costó 13 mil millones de dólares” como resultado de una mala negociación con Repsol.

En ese contexto, para Fernández, los candidatos presidenciales tienen por delante un desafío “complicado porque la Presidenta ha logrado cimentar una base electoral importante que la configura como el epicentro del sistema político argentino. “El resultado práctico es que el 10 de diciembre vamos a tener a alguien muy poderoso en la política argentina que se llama Cristina Kirchner y que no va a estar en el gobierno. El gobierno va a estar en (Daniel) Scioli, (Sergio) Massa o (Mauricio) Macri, pero la discusión es cómo van a convivir el poder por un lado y el gobierno por otro.