A. RAMIREZ Y C. CÓRICA

“Somos madres de todos, socializamos la maternidad”, empieza diciendo Evel de Petrini, que en la Asociación Madres de Plaza de Mayo es conocida como Beba. Y agrega: “Para nosotras no hay diferencia entre los hijos que militaban en ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) o en Montoneros; son todos iguales”.

Habla con voz dulce pero es fuerte y clara al explicar su postura y lucha de tantos años. Con 81 años, dice tener muy presente el dolor y el miedo que sufrieron las Madres durante la última dictadura. Y agrega que, sin embargo, jamás se le pasó por la cabeza bajar los brazos ante tanta injusticia.

Reconoce que la diferencia entre las organizaciones en las que militaban los hijos fue uno de los factores que incidió en la escisión entre la Asociación Madres de Plaza de Mayo y Línea Fundadora, en 1986. Dice que también se sumó la reparación económica que decretó el gobierno de Raúl Alfonsín. “Nosotras a rechazamos desde el primer momento”, remarca y agrega que, para las integrantes de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, la aceptación significaba aceptar que sus hijos estaban muertos y que no valía la pena seguir con la búsqueda de los desaparecidos: “Al cobrar matás a tu hijo. A nosotras nos parece espantoso pensar en el dinero cuando se habla de un hijo”.

Repudia enfáticamente tres medidas del ex presidente Alfonsin: “las leyes de Punto Final y Obedencia Debida, y la Reparación económica“. Y recuerda con mucho cariño a Néstor Kirchner, a quien describe  describió como a “una persona sencilla, honesta y comprometida con los derechos humanos como ningún Presidente lo hizo desde la recuperación de la democracia”.

Opina que es muy importante involucrarse en la política, pensar en conjunto y no en el individuo. Dice que esa fue la clave de las Madres para seguir en la lucha para lograr saber de los hijos y poder hacer colectiva la búsqueda durante la dictadura, cuando la justicia estaba amulada. “La sociedad era muy indiferente, se preocupaba más por el famoso mundial de 1978 que por los crímenes que se estaban cometiendo”, recuerda indignada.

Tiene muy presente el secuestro de su hijo Sergio, ocurrido el 13 de julio de 1977: “Era una noche muy fría y con lluvia, llegaron como doce tipos armados a mi puerta y agarraron a mis dos hijos y los tiraron en el piso con las piernas abiertas, boca abajo. Dieron vuelta todo, mi hijo me quiso dar la mano y me pegaron un golpe. Cuando me dijeron ‘Lo llevamos’, les pregunté por qué y me dieron un empujón y me tiraron al piso. Sabía que Sergio se sentía mal, estaba con sinusitis, entonces les pedí que lo dejaran abrigarse. Se puso el sobretodo y ni siquiera pude darle la mano. Nunca más supe de él”.

Con estas imágenes dolorosas en el alma, pide a sus “hijos del corazón”, los jóvenes militantes de hoy, que se cuiden el legado de las Madres. “Son 40 años de lucha, de desesperanza, de llantos, pero también de mucha fuerza y mucho amor. No solo de nosotras, sino de toda la gente que nos acompañó y que nos acompaña todos los jueves a la Plaza. Las Madres decimos siempre que no les dejamos un legado fácil, es un legado de mucho compromiso y necesitamos que lo cuiden”, concluye.